Del 19 al 21 de este mes, se llevó a cabo en Cancún la 47 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde México intentó un acuerdo en contra del gobierno de Venezuela, sin lograr el consenso de los 35 Estados que integran este organismo, desde su fundación controlado por los Estados Unidos.
Más allá de la situación que se viva en Venezuela, que la mayoría de mexicanos conoce solo a medias, a través de la información manipulada por Televisa, el hecho de que las resoluciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro hayan sido promovidas por el gobierno mexicano, muestra un giro total en la política exterior de México, que contrasta con la que se había mantenido antes del gobierno de Carlos Salinas.
Si volvemos los ojos a la historia reciente de América, la reunión de Cancún trae a la memoria la realizada por la OEA en Punta del Este, Uruguay, del 22 al 31 de enero de 1962, donde se acordó expulsar a Cuba de la organización, argumentando, en su VI Resolución que “la adhesión de cualquier miembro de la OEA al marxismo leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano”.
Entonces, la solicitud de expulsión fue presentada por el gobierno de Colombia, sustentada en el anticomunismo dominante en América.
En los dos casos, detrás de los países convocantes –Colombia en 1962 y México en 2017- está la mano de los Estados Unidos; ambos países no actuaron por cuenta propia, sino por iniciativa del país del norte que ha interpretado a su modo la Doctrina Monroe: “América para los americanos”.
El año de 1962 marcó el inicio de una serie de gobiernos dictatoriales en varios países del continente, entre ellos: Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Argentina y Chile; además del sostenimiento de dictaduras ya existentes, como la de la familia Somoza en Nicaragua y las de Guatemala y El Salvador. Todas ellas sostenidas por los Estados Unidos.
Casi todos los países latinoamericanos se plegaron en 1962 a la política estadounidense contra Cuba; sin embargo, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y México se abstuvieron en esa ocasión y dos años más tarde, cuando todos los países americanos rompieron relaciones con Cuba, México mantuvo firme su soberanía y su doctrina de autodeterminación y mantuvo relaciones diplomáticas con la isla.
El gobierno mexicano, en 1962 y en 1964, fue capaz de enfrentarse a los Estados Unidos y considerar que el respeto a la autodeterminación de los pueblos, estaba por encima de las decisiones imperialistas del gobierno estadounidense. México, entonces, actuó con dignidad, como corresponde a un Estado soberano.
Hoy, el gobierno mexicano ha dado muestras del más despreciable servilismo frente al gobierno estadounidense de Donald Trump, el mandatario que más ha atacado a los mexicanos.Como en 1962 Colombia fue la marioneta de los Estados Unidos, hoy el gobierno de Enrique Peña Nieto, a través de su secretario de Relaciones Exteriores Luis Videgaray se ha prestado a ser el títere manejado según los intereses del imperio del norte.
Y es que la propuesta de Estados Unidos, presentada a través del gobierno mexicano, no solo llamaba al diálogo al gobierno de Maduro con la oposición, sino que intervenía en dos temas que solo corresponde definir a los venezolanos: la convocatoria a elecciones presidenciales y la cancelación del congreso constituyente.
El artículo 2 de la Carta de la OEA, llama en su inciso b) a “promover y consolidar la democracia representativa”; sin embargo es muy clara al señalar que esto debe hacerse “dentro del respeto al principio de no intervención”.
Triste papel ha hecho el gobierno de Peña Nieto, al obedecer las órdenes de Estados Unidos y servir de peón para que la OEA siga siendo un instrumento de dominación de los países americanos, olvidando toda una tradición diplomática con la que México había ganado el respeto de las naciones del mundo. Lo de Cancún fue peor que el “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro.