Nawal El Saadawi, es un huracán; vital, inteligente, libre y prolífica y cuenta su vida en La hija de Isis. De niña sufrió la ablación genital, a los diez años intentaron casarla, ejerció la medicina y conoció de primera mano la marginación de la mujer árabe. Fue directora de Salud Pública en Egipto, pero en 1981 sus ideas -se opuso a los acuerdos de Camp David, con Israel- la llevaron a la cárcel, donde sobre papel higiénico escribió Memoria de la cárcel de mujeres. En los años 90 los islamistas radicales la amenazaron de muerte y se exilió en Estados Unidos, donde fue profesora Ahora, en España, reeditan su libro La cara oculta de Eva: la mujer en los países árabes y su novela Mujer en punto cero.
-¿Dios no cabe en un libro?
-No, lo aprendí de mi abuela, que se enfrentó al alcalde del pueblo cuando este, mofándose de ella, le dijo: “Tú nunca conocerás a Dios porque no puedes leer el Corán”.
-¿Una sabia analfabeta?
-“¿Y quién te ha dicho a ti que Dios es el Corán? –le espetó–. Dios no cabe en un libro. Dios es justicia, libertad y amor”. Así descubrí que los textos sagrados son una cárcel para las mujeres.
-A los 13 años le escribió una larga carta a Dios.
-Intentaron comprometerme varias veces, la primera a los 10 años, pero yo me portaba fatal con los pretendientes. Mis padres me pegaban y amonestaban sin resultado, y finalmente me enviaron lejos, a un internado. Allí escribí esa carta.
-¿Qué le decía a Dios?
-Que no creería en él si no era justo. Y que no era justo que mi hermano, mucho peor que yo en los estudios, fuera el preferido. Mi profesor, un musulmán fanático, se puso furioso, así que escondí esa carta, pero mi madre la encontró y me dio la razón, eso me hizo escritora.
-Luchar es su verbo.
-Sí, escribir y luchar por la justicia y la igualdad. Sin igualdad no habrá amor verdadero entre hombres y mujeres, habrá sólo matrimonio; por eso me divorcié de tres maridos.
-En su país eso es ser muy valiente.
-No hay amor auténtico en un mundo construido sobre el patriarcado, el dominio del dinero y la religión. Dios entregó el poder al hombre. Dios es muy patriarcal.
-…Nuestra interpretación de Dios.
-Sí, el Dios macho, el que eligió al hombre para subyugar al mundo. Los dioses de todas las religiones monoteístas ordenan sacrificios y muertes. Y los políticos, con sus ejércitos, su policía, su organización económica al servicio de unos pocos, están llenando el mundo de sangre.
-¿Por dónde pasa la conquista de la igualdad de la mujer?
-Las mujeres terminan por oprimirse a sí mismas: muchas creen en el matrimonio para toda la vida, y aguantan; otras ejecutan la mutilación genital a sus hijas u, obedientes, cubren sus cabezas. Necesitamos ser conscientes de la opresión de la cultura, la política, la religión y la maternidad.
-¿La maternidad?
-Sí, las mujeres son esclavas de la maternidad. La maternidad es una cárcel. El padre es libre, pero la madre no. Las mujeres sacrifican sus vidas y su libertad por sus hijos.
-Es que son tus hijos.
-Debemos ser psicológicamente independientes de nuestros hijos. Las madres hacen que los hijos sean dependientes de ellas, les imponen su autoridad, reproducen lo que padecen.
-Hay verdad en sus palabras, aunque sean radicales.
-Se nos ha criado hasta llegar al sacrificio, sacrificio por la familia, por los hijos, por el país. Pero ni el país ni el marido ni los hijos se sacrifican por las mujeres. Aun así, lo toleramos. Tenemos que erradicar esta psicología de la esclavitud.
-Nacemos con ella.
-Yo me desprendí de todo lo que se supone que debe ser una mujer, de todo lo que me hacía ser esclava. Y con mis hijos la relación mejoró muchísimo cuando estuve desprendida, alejada de esa dependencia psicológica que me oprimía y los oprimía.
-Entonces, la gran rebeldía sería que las mujeres no tuvieran hijos.
-Sin duda, pero eso no es natural. Para cambiar las cosas debemos conversar, crear conciencia y ser solidarias entre nosotras.
-Amenazada de muerte por sus ideas, tuvo que refugiarse en EE.UU. ¿Qué vio allí?
-La autoridad del marido es superior a la de la esposa, y esto es universal. Y los seres más oprimidos del mundo son las mujeres pobres. Necesitamos justicia, vivir en igualdad de condiciones, entonces nos podremos casar felizmente y tener hijos libres.
-Pero eso no existe en el mundo.
-Ese cambio vendrá, el mundo no puede seguir sangrando. Pero tendremos que pagar el precio de la libertad y el de la igualdad.
-¿Y cuál es ese precio?
-A veces vamos a la cárcel, o nos matan, o la rebeldía nos condena a ser pobres o arrinconadas. Personalmente no me importa perder mi vida, llevo años en una lista de condenados a muerte, pero nuestra vida es horrible, no queda otra que luchar.
(Texto de La Vanguardia -2017-)