Árqueologo José Alfredo Arellanes Valdivia
El Estado de Puebla es rico en patrimonio cultural dejado por las diversas culturas que ocuparon y vivieron en nuestro estado en la época prehispánica; un caso muy en particular es la región del norte del estado de Puebla, la cual fue una zona de tránsito y paso de diversos grupos que iban de la costa al altiplano central y del altiplano central a la costa de Veracruz, quienes durante su paso dejaron evidencia de su cosmovisión; algunos de estos grupos se instalaron en dicha área y establecieron pueblos y comunidades, las cuales interrelacionaban con los grupos culturales que ya habitaban esta región, intercambiando conocimientos, saberes y modos de vida. Muchos de estos pueblos se asentaron cerca de los manantiales y ríos, los cuales consideraron como parte de su hábitat cultural.
En el caso específico, en el río Metzonate, afluente del río Apulco, se localizan una serie de sitios arqueológicos que hablan de la religiosidad y cosmovisión de los pueblos que habitaron esta área antes de la conquista española.
Un sitio en particular llama la atención, el cual presenta petrograbados sobre la pared rocosa del acantilado del río antes mencionado. Su afiliación cultural es impredecible por el gran número de pueblos culturales que habitaron y pasaron por esta región, pero por la talla y la representación iconográfica podríamos decir tentativamente que es una representación iconográfica del postclásico; es decir, del 900 al 1521 después de Cristo.
Al lugar del que hablamos, los pobladores locales lo llaman como paraje Huitzizil; una palabra en náhuatl que proviene de la palabra huitzi o huitzili que se traduce como pájaro zumbador, que es el colibrí, que representa la valentía y espíritu de un guerrero, y zil de ziltzin palabra reverencial de sagrado, por lo que se traduciría como el sagrado pájaro zumbador, ave que estaba ligada a dar las buenas nuevas, era el compañero del sol y era el alma de los guerreros que morían en batalla; es decir, es el ave que representa a los guerreros muertos en batalla.
En este lugar existe un petrograbado en bajo relieve sobre la pared rocosa que es una imagen antropomorfa que representa a un hombre nadando, conocido por pobladores como El Nadador de Ayotoxco de Guerrero.
Se trata, sin duda, de una de la representaciones únicas y claras de la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos, de cómo veían a la vida después de la muerte.
Ésta representación hecha en bajo relieve mide de largo 2.11 centímetros y de alto 88 centímetros, esta última medida en la parte más amplia. La imagen representa a una hombre que está nadando, el brazo derecho extendido a lo largo mientras que el izquierdo elevado hacia atrás; la totalidad del pie derecho extendido y el izquierdo flexionado hacia arriba; usa mazatl o tapa rabos, el cual presenta una atadura en la parte delantera y trasera del mismo; al cuello porta un collar de siete cuentas grandes, presenta orejera redonda, así como cabello largo con dos ataduras que se lo recogen en un solo chongo sobre la cabeza del mismo personaje, terminando con tres mechones de cabellos; sobre el rostro representa a un hombre adulto, el cual presenta la mandíbula inferior descarnada, lo cual nos indica que es un personaje muerto.
Cabe hacer mención que sobre el tórax porta una gran cuenta circular atada al cuello, como si fuera un pectoral. Se destaca que esta figura tallada en el peñasco presenta una fractura natural de la roca de forma horizontal.
Por tal motivo esta imagen del nadador de Ayotoxco, representa a un guerrero de alta jerarquía muerto en combate nadando en el río del inframundo o Mictlán: Hay que recordar que en la Mesoamérica prehispánica la vida después de la muerte tenía una gran simbolismo e importancia, ya que esto daba paso a una vida eterna de todo ser humano, el cual estaría en un paraíso en compañía de los dioses, esto de acuerdo a la forma de vida y a la forma en que murió; a su vez, esta representación nos dice también de la tradición oral que se ha trasmitido de generación en generación y que nos habla que para llegar al paraíso o al gran lugar de los muertos, el difunto debe de pasar por varios lugares y pruebas; una de ellas es que debe de pasar sobre un río caudaloso y en algunas ocasiones es ayudado por un perro para poder cruzar dicho río.
Al relacionar esta representación con el nombre del paraje podemos decir que es el lugar de los guerreros muertos en batalla y que al morir se convierten en los pájaros sagrados que acompañan al sol todos los días; pero lo más interesante es también ver el nombre del municipio Ayotoxco, que se traduce del náhuatl como lugar de la tortuga y conejo, que muchos han referido como lugar del armadillo, éste animal es la representación de los guerreros que luchan cuerpo a cuerpo, esto debido a lo relacionado con el caparazón de este animal que es duro y que para el armadillo es una armadura de combate; cuando éste animal es cazado, su caparazón es utilizado como instrumento musical, pero en la época prehispánica era utilizado por los guerreros como protección o armadura en el pecho, rodillas o como casco de combate decorado con plumas.
Por tal motivo, la representación de este personaje nos habla que cuando los guerreros fallecían deberían de nadar ellos mismos sobre el río del inframundo, para poder llegar al Mictlán, donde se convertirían en los colibrís o pájaros sagrados que acompañarían al sol en su lucha todos los días del año.
Cabe señalar que el nombre del río Apulco se traduce del náhuatl como lugar de combate y su afluente el río Metzonate, es otra palabra náhuatl que proviene de metzonalli que es luz de luna, por lo que se traduce como el lugar que refleja la luz, al unir estos vocablos con la interpretación del nadador todos los elementos nos indican que están asociados a la guerra; en principio, el río principal Apulco que se traduce como el lugar del combate, y Metzonate como el lugar que refleja la luz, y que hace referencia que en la noche la luz de la luna se refleja en el agua, sabiendo que la hora propicia para las guerras y combates era la noche, así como también era el momento del día cuando los ejércitos avanzaban más en su recorridos para llegar a un lugar, esto por la frescura de la noche.
Por tal motivo, el lugar donde está la representación de nadador es en sí un lugar que, en la época prehispánica, era considerado como el sitio donde los guerreros muertos en combate iniciaban su nado para poder cruzar el río del inframundo y poder llegar al lado de los dioses.
Por tal motivo, en las crónicas coloniales de los antiguos mexicas se decía que debían de bajar al Mictlán y rendir cuentas ante los dioses, después de luchar contra Xochitonal, quien era el dios encargado de vigilar y cuidar el paso de los muertos por el río. Una vez que el tonalli llegaba, debía de luchar contra él y vencerlo o simplemente eludirlo y así poder llegar a las orillas de Chiconahuapan, el lugar donde se encontrarían con Mictlántecuhtli, el señor de la muerte después de la vida.
En este aspecto de la vida, deberá de convertirse en un hombre pleno, ingiriendo el alimento propio del ser humano: el maíz, que proviene de la madre tierra, incorporándolo a su organismo, participando así de la naturaleza telúrica, que ha brotado de la tierra pero que tiene sus raíces por debajo de ella, en el inframundo en la región de los muertos; la segunda causa era entregarse a las cosas de la tierra, a la Tlalticpacáyotl, haber conocido el polvo, la basura in teuhtli, in tlazolli; es decir, haberse iniciado en la vida sexual.
La muerte es el desequilibrio, ruptura y dispersión de los elementos que le dan vida, la integración al medio representa la descomposición del cuerpo, era dividir el alma-cuerpo teyolia-tonacayo, así lo transcribe Alonso de Molina Onacico in nacian, in nopoliuhya, in noxamanca, in nopoztequia, in noxamanca, in nopoztequia, que se traduce como: “alcance mi alcanzadero, mi destrucción, mi ruptura, mi fragmentación”.
Tras la muerte, cada entidad corría diferente suerte; como el tonalli, tenía como característica que se podía dividir y quedaba adherido a las uñas y el cabello. Durante su vida, el hombre dejaba porciones de su tonalli en los diversos lugares que normalmente realizaba sus actividades cotidianas, razón por la cual tras la muerte era necesario reintegrarlo, mediante un rito funerario que se le conoce como quitonaltía, que consistía en hacer una representación del muerto, una figurilla en madera o barro que se encargaba de atraer las porciones separadas y se conservaba junto con los residuos de la ceniza y fragmentos de hueso que quedaban tras la incineración y junto con unos mechones de cabello cortados en sus primeros días de vida y unos cortados tras su muerte como si sirvieran para marcar los límites del tonalli durante la vida; éstos se depositaban en una vasija de barro o en una caja de madera. Con ello quedaba depositado el tonalli del hombre en el hogar familiar o en el templo del calpulli donde eran enterrados o sembrados.
Con lo anterior dicho podemos citar lo siguiente: Ilhuicatl Tonatiuh: Los que van al cielo son los que mataban en las guerras, y los cautivos que habían muerto en poder de sus enemigos: unos morían acuchillados, otros quemados vivos, otros acañavereados, otros aporreados con palos de pino, otros peleando con ellos, otros ataban teas por todo el cuerpo y les ponían fuego y así se quemaban.
Todos estos, dizque están en un llano y que a la hora que sale el sol, alzaban voces y daban gritos golpeando las rodelas y el que no tiene rodela horadada de saetas no puede mirar el sol. Y en cielo hay arboleda y bosques de diversos árboles; y las ofrendas que les daban en este mundo los vivos, iban a su presencia allí las recibían; y después de cuatro años pasados, las ánimas de estos difuntos se tornaban en diversos géneros de aves de plumas ricas y color, y andaban chupando todas las flores así en el cielo como en este mundo, como los zinzones lo hacen.
(Sahagún. Op. cit. Tomo I, Apéndice del Libro III, Cap. III, p. 297-298; Torquemada. Op. cit. Tomo II, Cap. XLVIII, p. 530).
Además, tenían la creencia que las almas de los guerreros habitaban la parte oriental y cuando salía el sol, “luego de cada mañana se aderezaban con sus armas y le iban a recibir, haciendo estruendo y dando voces, con gran solemnidad iban delante de él peleando, con regocijo y llevándolo así hasta el puesto de medio día que llaman Nepantla Tonatiuh”.
Esta región, también estaba reservada para las mujeres que perdían la vida en el primer parto, los comerciantes muertos durante algún viaje y los niños que no se habían contaminado, que aún no habían probado alimento sólido, que sólo habían sido amamantados. Es así este lugar de los guerreros que han muerto en combate e inician su viaje al más allá.
BIBLIOGRAFÍA
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