**Los hijos de don Eugenio y doña Inés trabajan para una organización que apoya a migrantes en EU**
Elizabeth Soriano / Izúcar de Matamoros, Pue.
Las historias de determinación y perseverancia son comunes entre las familias de migrantes que llegan cada día a Estados Unidos; con frecuencia en estas historias el tema en común son los sacrificios en la búsqueda de un futuro mejor para sus hijos, con la intención de también dejar un legado de solidaridad.
Tal es el caso de Eugenio e Inés Hernández, quienes llegaron a Houston, Texas, en Estados Unidos, en la década de los 80; ahí se conocieron y formaron una familia en la cual han cimentado el valor de la solidaridad, logrando que sus hijos apoyen a los sectores de la población más necesitados, además de ser pequeños empresarios que brindan fuentes de empleo para la comunidad migrante de varias partes del mundo.
Un camino difícil para sacar adelante a sus hijos
Eugenio e Inés migraron desde Izúcar de Matamoros hacia Estados Unidos en los años 80, primero doña Inés y posteriormente don Eugenio, allá se conocieron y empezaron a formar una familia, procreando juntos a 7 hijos.
Cuando los hijos de don Eugenio y doña Inés iban creciendo, la situación económica era difícil, pues solo él trabajaba, por lo que ella también quería aportar económicamente a la casa, pero al mismo tiempo seguir cuidando y no abandonar a sus hijos; de ahí fue que optó por vender cosas para ayudar en los gastos.
Empezó a comercializar discos y casetes, así fue como inició todo; conforme iba pasando el tiempo continuó vendiendo objetos de deportes, después fueron elotes, papas asadas, cocteles de fruta y muchas cosas más. Así, como muchos connacionales, logró sacar a su familia adelante y cimentar en sus hijos el siempre salir adelante y esforzarse para lograr sus metas, recordando de dónde vienen y apoyando a quienes lo necesitan.
“Gracias a ese negocio saqué adelante a mis hijos y a mi esposo, porque también hubo un periodo de 7 años que mi esposo no pudo trabajar; sin embargo, con eso logramos salir adelante y ayudar a la gente, con un trabajo honesto y sin nada de qué avergonzarme”, explicó doña Inés.
Pese a las dificultades que como familia enfrentaban, no dejaban de dar ejemplo de solidaridad con más migrantes que llegaban al país vecino, pues incluso los llegaban a recibir en su casa mientras se establecían y encontraban un trabajo para buscar su propia casa ellos; a raíz de eso forjaron lazos de amistad y agradecimiento hacia ellos y su familia.
El reflejo de su esfuerzo: sus hijos
El resultado de todos sus esfuerzos para sembrar en sus hijos el sentido de responsabilidad con su familia y con su comunidad, en especial para aquellos que más lo necesitan, ha dado frutos, pues dos de las hijas de doña Inés laboran en la organización “Alliance”, una más trabaja para el gobierno de Estados Unidos y sus demás hijos son emprendedores y profesionistas.
“Alliance” es una organización sin fines de lucro y tiene el propósito de crear oportunidades para que los refugiados, inmigrantes y residentes desatendidos logren sus metas de autosuficiencia, al mismo tiempo que mejoren su calidad de vida y salgan adelante en el país vecino.
En entrevista exclusiva para Enlace Noticias, Daysi Hernández, hija de don Eugenio y doña Inés, declaró que gracias a que sus padres un día migraron y lucharon por salir adelante, ahora ella y sus hermanos tienen esa misión de poder dar esa ayuda que en su momento no recibieron, algo que les da muchas satisfacción y alegría.
Expuso que en la organización brindan apoyo para personas que llegan de todas partes del mundo, como África, China, México o hasta Afganistán; inclusive, en este último destacó que con los problemas que vive dicho país, llegan más de 100 personas por semana, a la cuales se les está ayudando con clases de inglés o hasta de manejo, debido a que llegan a Estado Unidos sin siquiera saber el idioma, sin saber nada, por eso en “Alliance” los ayudan.
Daysi explicó que, en su caso, ella está en el área de finanzas de la organización, donde se les brinda el apoyo económico a los beneficiarios y se encargan de buscar donaciones para las entradas en la fundación.
Señaló que ella está más en comunicación frente a frente con los clientes, buscando la ayuda monetaria en convenios o con donaciones en empresas, fundaciones de ayuda, entre otros; asimismo, entrega los cheques con el apoyo económico a las personas que están siendo beneficiadas por la organización, para que puedan retomar su vida y posteriormente ser autosuficientes.
Por el contario, su hermana Noemí se dedica a ayudar a víctimas de tráfico humano de menores de edad, asegurándose que encuentren un camino a la estabilidad tanto física como emocional en Estados Unidos, retomar el rumbo de sus vidas, incluso después de haber pasado por los eventos más traumáticos.
Su trabajo es asegurarse que no vuelvan a sufrir, ayudarlos con asistencia monetaria y psicológica, consejería, asistencia pública y lo más importantes es que ella les da un apoyo, es una guía, una amiga para ellos, porque ellos llegan sin nadie, por eso ella los apoya, la meta es que lleguen a ser autosuficientes y que con el apoyo tenga un futuro mejor.
“Mi hermana ama su trabajo, tiene la vocación de ayudar a aquellos que están solos, porque aún cuando debería estar con sus hijos, se toma el tiempo de estar con otros niños que no tienen a nadie, que no hay alguien que responda por ellos; ella se compromete y es ese alguien que se preocupa por el bienestar de todos ellos”, dijo orgullosa.
Por su parte, su hermana Tania apoya a aquellos que viven en situación de calle, para que puedan retomar el rumbo y tomar nuevamente las riendas de sus vidas.
La familia el principal sostén
Uno de los principales valores que don Eugenio y doña Inés les han inculcado a sus hijos es el amor hacia la familia, por ello en diversas ocasiones se han demostrado la unión y la armonía que hay entre ellos.
Uno de los principales retos que como familia enfrentaron fue la pandemia del Covid-19, pues su hija Janeth había iniciado un negocio de mariscos que llamaron “El Marisquero”, en el cual la ayudaron en lo económico, con manos para trabajar y apoyo moral.
Sin embargo, a pocos días de abrir el negocio empezó el confinamiento por la propagación del virus, por lo que tuvieron que descansar al personal que laboraba en el lugar y cerrar el restaurante totalmente durante dos meses.
Después con las entregas a domicilio, turnaron a los empleados, y juntos, entre ellos como familia, padres y hermanos, sacaron el negocio a flote; con ayuda de todos cocinaban, repartían y administraban el negocio, siempre con el firme propósito de sacarlo adelante; para que posteriormente volvieran a contratar a su personal y los migrantes que laboraban ahí, tuvieran nuevamente su trabajo.
Asimismo, en diversas ocasiones, cuando hay problemas de salud, económicos, laborales o de otro tipo, entre la familia, siempre están ahí para apoyarse y ayudarse entre todos.
“Algo de lo que me puedo sentir orgulloso es que mi familia es unida, cuando algo pasa con alguno siempre nos ayudamos; mis hijos también son muy unidos y siempre nos procuran a nosotros como sus padres”, explicó don Eugenio.
Con ello, don Eugenio y doña Inés han sabido sembrar en sus hijos el sentido de solidaridad y bondad, por lo que se sienten orgullosos que siempre se ayuden como familia y ayuden a otras personas, porque es algo que ellos hubieran querido que hicieran con ellos y sin embargo no fue así.
Ambos les han inculcado que, si ven tirada a una persona, que no la deben pisar, sino levantarla y ayudarla, porque ellos así llegaron, esas personas necesitadas son su reflejo de cómo llegaron ellos, por eso siempre que pueden ayudan a quienes lo necesitan.
La pandemia otro reto
Uno de los retos más grandes que se ha vivido en todo el mundo, es la pandemia provocada por el virus del Covid-19, siendo la comunidad migrante uno de los sectores más afectados, con miles de contagios y casi dos mil mexicanos que perdieron la vida a causa de la enfermedad.
Lamentablemente, la familia de don Eugenio y doña Inés no fue la excepción, pues según sus relatos, todos los integrantes se contagiaron, unos desarrollando síntomas más graves que otros.
Don Eugenio comentó que todos vivieron los estragos de la emergencia, tanto de manera física como psicológica, empezando el contagio con una niña de 9 meses y de ahí los demás, pues todos la cargaban y convivían con ella, por lo que la enfermedad rápidamente se propagó.
Expresa que él de manera personal vivía con el temor de que algo grave pasara, en un momento llegó a pensar que su hija mayor se podría morir por la enfermedad, pues estuvo con oxígeno varios días debido a un ataque respiratorio que tuvo; sin embargo, todos unidos y apoyándose lograron salir adelante.
De manera externa, vio con tristeza cuántos connacionales, migrantes mexicanos y poblanos tenían que salir a trabajar pese a la emergencia, debían sacar adelante a sus familias y a todo un país, por lo que muchos de ellos se fueron contagiando e inclusive hubo quienes tristemente perdieron la vida.
Cuenta con tristeza y nostalgia que aquí en el municipio de Izúcar de Matamoros, a él se le murió su sobrino y su hermana, seis meses después perdió la vida su cuñado, por lo que se quedó sin familiares en Izúcar.
“Yo perdí a la poca familia que tenía aquí en Izúcar, mis papás murieron hace muchos años y ellos eran los únicos que tenía aquí; pero aún después de su partida yo sigo viniendo para acá, visitando a los amigos y el lugar que nos vio nacer” dijo con melancolía.
Pero aún con todos los obstáculos y dificultades que ha pasado la familia Hernández, siguen unidos y fuertes, listos para enfrentar lo que sigue, y lo más importante, con el sentido de responsabilidad hacia su comunidad, ayudando a los desfavorecidos; todo ello iniciado con don Eugenio y doña Inés, y ahora continuado por sus hijos, quienes con orgullo presumen todas las enseñanzas de sus padres.