Alberto Jiménez Merino / Un nuevo comienzo
El 4 de febrero 2021 como a las 8 pm nos encontramos el virus COVID19 y yo. No pude ver su rostro, porque no tiene, y no lo pude ver porque según cálculos matemáticos su masa mundial es tan pequeña que cabe en una lata de 333 mililitros donde se envasa un refresco.
Estoy seguro que el COVID19 que me visitó, muy agresivo, iba con la muerte, aunque tampoco pude verla. Sin embargo, se sintió muy fuerte su presencia. Hoy sabemos que ya se ha llevado a más de 180 mil personas en México de las más de 2 millones 020 mil contagiadas a la fecha.
Por eso, retomar esta columna es literalmente Un Nuevo Comienzo, una nueva oportunidad para empezar de nuevo, que mucho agradezco a Dios, a mi familia, a los médicos y a todos mis amigos de Puebla y México.
Deseo muy pronta recuperación a quienes hoy están padeciendo esta y otras enfermedades; y a recomendar el mayor cuidado a todos para seguir previniendo lo más posible.
Todo empezó el 20 de enero 2021. Tuve que hacer un viaje a Tijuana. Entre traslados y reuniones hubo cansancio, y posiblemente descenso de defensas del sistema inmunológico. Esta jornada terminó el 22 enero con un regreso al aeropuerto de la ciudad de México a las 5.00 a.m. Siguieron días normales de actividades.
El lunes 26 de enero inició como un día normal, aunque muy intenso en términos laborales, desde las 8.30 a.m. hasta las 9.00 p.m. Después de la 1:00 p.m. se presentaron algunos estornudos, un ligero dolor de cabeza muy poco perceptible, cansancio y para las 4:00 p.m. el inicio de un escalofrío muy intenso teniendo su mayor manifestación para las 11:00 p.m. Los siguientes días fueron de reposo parcial por agotamiento físico, no había mayores señales.
Para el sábado 31 enero empecé a tomar Atorvastatina y Dexametasona por si acaso, según la experiencia previa de diciembre 2020 cuando recibí un tratamiento preventivo. El agotamiento físico siguió. No hubo más señales. El martes 3 febrero me hice la prueba COVID que me entregaron al siguiente día. Ya se esperaba positiva como finalmente resultó.
Ese 4 de febrero antes de recibir los resultados de la prueba, decidí como a las 8 p.m., asearme para iniciar el proceso de curación lo más limpio posible. Al hacerlo me di cuenta que la capacidad pulmonar era muy reducida. La dificultad para respirar era alta. Con el propósito de terminar de bañarme rápido me enjaboné todo el cuerpo al mismo tiempo con rapidez. Esto hizo un esfuerzo adicional y provocó una agitación más intensa que en algún momento me nubló la vista y amenazó, creo yo con algún desmayo.
Sin embargo, unas semanas antes había escrito la columna la Inteligencia emocional, arma indispensable contra la pandemia. Fue así como recuperé algo de calma, empezando por intentar realizar respiraciones largas en lugar de las cortas y agitadas que me estaban afectando. Afortunadamente lo logré, luego me sequé y me vestí para volver a reposar. Esta experiencia provocó no querer bañarme los siguientes días. Fue una de las más fuertes experiencias de todo el proceso.
Y la razón es que el COVID19 había afectado los dos pulmones en varias de sus partes en un ataque muy agresivo. El ataque del virus agota físicamente, desaparece el apetito y no da sed por lo que el cuerpo se deshidrata peligrosamente. Con la prueba positiva se estableció un tratamiento externo con varios medicamentos. Luego se hizo una radiografía con rayos X para ver los daños a pulmones. Esto determinó la aplicación de Meropenem, uno de los antibióticos más efectivos contra bacterias después de que el pulmón ha sido dañado por el virus. A partir del sábado 7 febrero, se aplicaron 21 dosis vía intravenosa, cada 8 horas, con suero permanente, además del tratamiento inicial vía oral.
También a través de un Concentrador de Oxígeno se aplicó este gas de manera permanente directo a la nariz para mantener y recuperar la saturación por arriba de 88-90. Algo fundamental por el daño a los pulmones.
Desde el tercer día de la aplicación del antibiótico se empezaron a notar mejorías, se recuperaron las respiraciones largas, la fuerza física, el apetito y la necesidad de tomar agua. Hoy solo estoy recuperando capacidad pulmonar y reiniciando gradualmente las actividades físicas.
Comparto estas experiencias por considerar que a alguien puedan orientarle y servirle.
Aprovecho para reiterar mi agradecimiento a familiares y amigos. Destaco la capacidad profesional y apoyo de Marianela Roadney, de las Torres Médicas Puebla, y de Javier Herrera, de la Clínica Médica Acatzingo Puebla.