En la sociedad actual, aún se debaten muchas cuestiones sobre la justicia, especialmente cuando se trata de delitos tan sensibles y devastadores como la violencia de género. El reciente caso del influencer Rodolfo “Fofo” Márquez, quien fue sentenciado a 17 años y seis meses de prisión por tentativa de feminicidio, tras golpear brutalmente a una mujer en Naucalpan, refleja la cruda realidad de muchas mujeres que, día tras día, enfrentan situaciones de violencia extrema.
Pero más allá de la condena a una figura mediática, este caso nos invita a reflexionar sobre cómo la sociedad percibe la violencia de género y por qué debemos seguir luchando por romper las cadenas de impunidad que todavía nos atan.
La tentativa de feminicidio no es un concepto lejano ni confuso, es el intento de acabar con la vida de una mujer por razones de género, es un acto que refleja la devaluación sistemática de la vida de las mujeres, y la sociedad debe condenarlo de manera rotunda.
El caso de “Fofo” Márquez no debe ser solo un tema de discusión por la pena que se le impuso, sino una oportunidad para visibilizar la magnitud del problema y la necesidad de que las sentencias judiciales sean un ejemplo claro de justicia. No se trata solo de que el agresor reciba castigo, sino de que este castigo sea un mensaje para todos aquellos que piensan que la violencia contra las mujeres es algo que puede ser ignorado o justificado.
Sin embargo, en las redes sociales se ha desatado una controversia sobre si la sentencia fue excesiva o insuficiente. Algunos se preguntan si 17 años y medio es demasiado tiempo, mientras que otros consideran que la pena debería haber sido mayor. Pero en medio de este debate, lo que parece perderse es la verdadera dimensión del acto: golpear a una mujer con tal brutalidad no es un acto aislado ni algo que se pueda “perdonar” o minimizar, especialmente cuando el agresor lo hace por razones de género.
Cada golpe, cada agresión, no solo tiene efectos físicos, sino psicológicos, y deja una huella profunda que marca a las víctimas para toda la vida.
Es cierto que, en muchos casos, las sentencias judiciales no siempre son suficientes para sanar el daño causado. Pero lo que esta sentencia debe dejar claro es que la violencia de género no será tolerada.
Cada vez que un agresor como “Fofo” Márquez enfrenta las consecuencias de sus actos, se envía un mensaje a la sociedad: la vida de las mujeres importa, y la violencia que se ejerce contra ellas debe ser erradicada. Esta sentencia, aunque quizás no sea perfecta, es un paso hacia la construcción de un futuro en el que la violencia contra las mujeres deje de ser un comportamiento tolerado.
No obstante, este caso también nos enfrenta a una realidad que no podemos ignorar: miles de mujeres en contextos rurales y marginados siguen viviendo en situaciones de violencia extrema, muchas veces con agresores que siguen libres o que continúan siendo los mismos con los que viven. ¿Cuántas mujeres más tienen que sufrir y morir para que la justicia llegue a todas? ¿Cuántas cadenas deben romperse para que las víctimas encuentren refugio y protección? Mientras en algunos casos se emiten sentencias visibles y ejemplares, en otros las mujeres siguen atrapadas en el silencio y la indiferencia.
Romper las cadenas de impunidad y violencia que atan a las mujeres en nuestra sociedad es una tarea urgente. No basta con que existan leyes y sentencias, es necesario que haya una transformación profunda en la forma en que percibimos la violencia de género. Necesitamos un cambio cultural, donde la equidad, el respeto y la justicia sean los cimientos de nuestra convivencia.
Y esa transformación solo será posible cuando como sociedad dejemos de justificar la violencia y empecemos a actuar con la firmeza que la situación requiere.
El caso de “Fofo” Márquez no es un hecho aislado. Es un reflejo de una sociedad que, aunque ha avanzado, todavía está lejos de erradicar la violencia contra las mujeres. Cada sentencia, cada condena, debe ser vista como una oportunidad para romper esas cadenas invisibles, que aún aprisionan a millones de mujeres en el miedo, en el sufrimiento, en la impotencia.
No podemos permitir que el grito de justicia de una mujer se ahogue en el olvido. Es tiempo de actuar, es tiempo de romper las cadenas, porque la lucha por la justicia no puede esperar.