Gabriel Sánchez Andraca
El ex gobernador del Estado, Rafael Moreno Valle, dejó sorprendidos a los que vieron la entrevista televisiva que se le hizo en la capital del país, a raíz de que no logró la coordinación de la fracción panista del Senado de la República, por las maniobras del grupo de Ricardo Anaya, que parece controlarlo todo en el PAN.
Dijo que las consecuencias de esa política de cerrazón, para que nadie más que quienes integran el grupo anayista, ocupe posiciones de mando dentro del partido, están en los resultados de las elecciones del primero de julio pasado en las que Acción Nacional tuvo una derrota histórica.
El “continuismo” en el poder, que practica el grupo anayista, expresó, es el responsable de la división del partido y de las derrotas que sufrió en las últimas elecciones en la capital y en todo el país.
Las palabras de Moreno Valle, fueron dichas con mucha enjundia: defendió a la democracia y criticó el que un solo grupo pretenda decidirlo todo dentro del partido, anulando a los nuevos valores que quieren participar pero no los dejan. Tan, tan.
En un artículo publicado el lunes en el diario nacional “La Jornada”, el conocido político oaxaqueño José Murat, ex gobernador de su estado, afirma que si los tres partidos tradicionales , PRI, PAN y PRD, no entienden el mensaje que envió la ciudadanía el primero de julio pasado a través de su voto, estarán en peligro de extinción.
Para evitar su desaparición, deberán volverse democráticos. Dice que los tres partidos tienen que revisar su presente para tener oportunidad de futuro.
Sería un grave error, dice, sería no entender el mensaje de sus propios cuadros y de la ciudadanía y asumir que no pasó nada, que el resultado fue un accidente pasajero, en una suerte de autismo político o sicología de negación.
Señaló que para el PAN el primer reto sería reconstruir la dañada unidad interna, luego de una serie de defección, exclusiones y expulsiones. En otras ocasiones, en los años noventa, el PAN dice, ha sido capaz de reagruparse y emprender el vuelo.
Considera que en el PRD el reto es mayor, luego del desmembramiento de sus cuadros a favor de Morena y los cuestionamientos internos por la integración de sus cuadros parlamentarios, pero la crisis también es una gran oportunidad para revisar lo que no ha funcionado y emerger como una importante fuerza política para coadyuvar a la construcción del México del futuro.
Y con respecto al PRI, su partido, dice que el desafío es erigirse nuevamente desde sus fuertes bases sectoriales y territoriales, sumando ahora sí a los estratos emergentes ciudadanos para defender con una buena posición de legitimidad y fuerza un nuevo proyecto de nacionalismo y modernidad desde los valores de la socialdemocracia.
Hay pues una opinión generalizada sobre la necesidad de que los partidos políticos principales de este país, se renueven, se reinventen, y salgan con nuevos bríos y nuevas ideas, a reconquistar las posiciones que perdieron en las pasadas elecciones, que como dijo Juan Zepeda, el ahora coordinador de los senadores del PRD: “El primero de julio nosotros esperábamos un “sunami” , pero nos cayó una bomba atómica.
¿Y los partidos de la llamada “chiquillería? Esos realmente no existen. Son membretes que están solo para hacer alianzas con los partidos principales e históricos a fin de poder mantener su registro.
Son tan débiles estructural y organizativamente hablando, que dos de ellos, pese a sus alianzas, tuvieron que abandonar la escena política después de las elecciones del primero de julio, por no haber alcanzado la mínima votación exigida por la ley, para conservar dicho registro.
Son organizaciones que en algunos casos tienen dueño y que reciben millones de pesos de subsidio del gobierno federal y de los gobiernos de los estados y que son tomados como negocio privado de sus propietarios o de sus dirigentes.
¿Sabe usted cuántos voto obtuvieron los candidatos de oposición en las más importantes elecciones de Presidente de la República de la historia reciente de México?
Juan Andreu Almazán, que compitió en 1940 contra Manuel Avila Camacho, tuvo 151.101 votos, contra 2 millones 476 mil del candidato ganador.
Ezequiel Padilla, oponente de Miguel Alemán Valdés en 1946, obtuvo 443 mil 357 votos, contra un millón 786 mil 901, del primer candidato priísta.
En 1952, Miguel Henríquez Guzmán, contrincante del priísta Adolfo Ruiz Cortines, tuvo 579 mil, 745 votos, contra 2 millones 713 mil votos de quien resultó triunfador. En esas elecciones por primera vez participó el PAN con candidato a la Presidencia de la República y fue Efraín González Luna, el abanderado de ese partido fundado en 1939 por Manuel Gómez Morín. González Luna obtuvo solo 285 mil 555 y Vicente Lombardo Toledano, candidato del Partido Popular, fundado por él, solo alcanzó 72 mil 482 voto.
Ya en las elecciones de 1958, Adolfo López Mateos obtuvo 6 millones 767 mil votos y Luis H. Alvarez, el segundo candidato del PAN, 705 mil 303.
Díaz Ordaz tuvo en 1964, 8 millones368 mil votos y su contrincante panista, José González Torres, un millón 34 mil votos. Luis Echeverría tuvo en 1970, 11 millones 708 mil votos y el panista Efraín González Morfín, un millón 945 mil votos.
López Portillo no tuvo contrincantes y obtuvo 15 millones 437 mil votos y seis años después, Miguel de la Madrid ganó con 16 millones 145 mil votos, contra 3 millones obtenidos por el panista Pablo Emilio Madero y 822 mil del izquierdista Arnoldo Martínez Verdugo.
Carlos Salinas ganó con 9 millones 641 mil votos a Cuauhtémoc Cárdenas que obtuvo casi 6 millones de votos. En las elecciones del 94, Ernesto Zedillo ganó con 17 millones 337 mil votos a Diego Fernández de Cevallos del PAN, que alcanzó una votación de 9 millones 224 mil y a Cuauhtémoc Cárdenas que obtuvo una cantidad muy similar a la que había obtenido en la elección anterior, casi seis millones.
Nada que se parezca a la votación obtenida en este 2018 por Andrés Manuel López Obrador, con más de 30 millones de votos. Un record indiscutible.