Semana Política/ Gabriel Sánchez Andraca
El proceso electoral en el que estamos inmiscuidos en México, nos ha servido, éste como ningún otro, para valorar a nuestros políticos, como seres humanos y como militantes de algún partido y en la mayoría de los casos, nos han decepcionado.
El mayor número de quienes aspiran a un cargo público de elección popular, carecen de espíritu de servicio, no tienen sensibilidad social y están ayunos de oficio político. Es decir, no tienen nada para aspirar al cargo público al que aspiran. Estamos hablando de un alto porcentaje de ellos, no de todos.
Hacen mayoría los oportunistas que buscan una posición política importante para hacer fácilmente una fortuna económica y ejercer el poder a su antojo.
Ahora se enfrentarán a un problema: ya hay muchos ciudadanos enojados, realmente irritados por la forma en que este país ha sido conducido en los últimos treinta años.
Desde nuestra inclusión al sistema neoliberal, han crecido en México la pobreza, la desigualdad, la ignorancia y lógicamente, la delincuencia organizada o desorganizada, pero este fenómeno va en constante crecimiento.
Antes del neoliberalismo traído a nuestro país por el grupo de tecnócratas “geniales” capitaneados por Carlos Salinas de Gortari y su grupo de doctores de Harvard, el país caminaba por la ruta que se decía, había sido marcada por el movimiento revolucionario de 1910, una ruta en la que prevalecía el nacionalismo revolucionario y por la cual lográbamos avances, tal vez moderados, pero avances.
Nuestra política exterior, era una de las más respetadas a nivel mundial y nuestra política interior, era modelo para todos los países de América Latina, que aspiraban a ser exitosos imitándonos.
Pero varios funcionarios de los gobiernos priístas, como ahora el candidato del PAN-PRD, Ricardo Anaya, mandaron a sus hijos, (estos ya grandecitos y no niños de primaria como los hijos de don Ricardo) a estudiar a los Estados Unidos, para hacer algún postgrado (las carreras de moda eran las económicas) y conocer otra cultura.
Los hijos de don Ricardo Anaya fueron enviados a Atlanta, para aprender inglés y conocer otra cultura, pero siendo unos niños lo único que podría lograr, era formar a unos gringuitos del tipo soñadores, que llegan niños al país del norte y luego ya no quieren volver a México, porque no solo conocen otra cultura, sino que ya no quieren salir de ella.
Y esos jóvenes, que fueron exitosos en sus estudios de doctorado, volvieron a México para querer trasformarlo todo. Para hacernos un país de primer mundo, como en el que habían vivido. Aquí todo les parecía mal y empezaron a demoler el sistema en el que habíamos vivido desde la época de Lázaro Cárdenas, que fue el gran transformador de este país en la época post-revolucionaria.
Los años vividos en los Estados Unidos, en los ambientes de las grandes universidades sajonas, los hicieron olvidar nuestro proceso histórico y nuestra realidad que mucho se diferencia de la de nuestros vecinos y así las cosas, impusieron el nuevo modelo a raja tabla y el resultado ha sido catastrófico.
El diario de la ciudad de México, “El Universal” publica en su primera plana una nota cuya cabeza dice: “México, en su peor nivel de competitividad en la historia” y luego continúa: “corrupción, inseguridad, educación y fuga de cerebros llevan al país a ubicarse en el sótano del ranking”.
Explica que el país, según el instituto suizo que mide la competitividad, está en la peor situación que ha tenido desde hace 21 años en que México se incorporó a dicha evaluación.
La economía nacional retrocedió tres posiciones en esta edición, respecto a 2017, afectada por los problemas de corrupción, inseguridad, falta de transparencia, educación y fuga de cerebros.
El alto funcionario del instituto suizo de evaluación que entrevistó Ivette Saldaña, dijo que los principales retos para nuestro país son: mejorar el ambiente de negocios a través de una mayor eficiencia en la impartición de justicia y de seguridad pública. México debe continuar las reformas estructurales de educación y energía e incrementar las tasas de crecimiento entre 3 y 4 por ciento.
Los países más competitivos en el 2018, fueron Estados Unidos, Hong Kong y Singapur. México cayó al lugar 51 de 63 países, el más bajo sitio que ha ocupado en los 21 años de ser evaluado.
Con tan graves problemas que tenemos en el territorio nacional, es una lástima que nuestros políticos pierdan un tiempo precioso en lanzarse ataques personales, en vez de analizar con los ciudadanos la problemática nacional y plantear soluciones.