Gabriel Sánchez Andraca / Semana Política
Las elecciones del 2024 estarán marcadas por la guerra sucia o guerra de lodo, que los panistas trajeron al país en el año 2000, para la campaña de Vicente Fox.
Consiste en difundir rumores falsos o de verdades a medias, inventarles delitos o actos de corrupción a los adversarios, hablar mal de ellos y de familiares cercanos, para desprestigiarlos políticamente y descalificarlos para ocupar el cargo a que aspiren.
Este tipo de acciones, desprestigian a la política, una actividad respetable a la que ya no quieren entrar personas serias y decentes, por considerar que su participación podría dañar a familiares y amigos y desde luego a ellos mismos, como seres humanos.
Y no hay manera de cambiar las cosas por el momento. Los militantes panistas que ocupan algún cargo de representación popular, generalmente no presentan propuestas para que los ciudadanos se beneficien de las acciones de los gobiernos municipales, estatales o nacionales, pero para atacar, para insultar, para gritar ofensas en contra de sus adversarios políticos, están puestísimos. Hay que ver su comportamiento en las Cámaras de diputados y de senadores, hay que verlos y escucharlos en los congresos locales, en los ayuntamientos. Ellos son ejemplo de eficiencia en el arte de gobernar, honestos, respetables y ya no lo mencionan tanto, pero eran hasta antes de Fox y Calderón, defensores de la religión, y de las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo. Eran una maravilla.
Pero vino el remolino y los “alevantó”. Llegaron a los gobiernos de Guanajuato, Baja California, Chihuahua y al gobierno federal con Fox y Calderón, y al gobierno de Puebla con Luis del Sagrado Corazón Paredes y al gobierno estatal con Rafael Moreno Valle Rosas, y en ninguno de esos cargos brillaron; por el contrario, se hundieron en el desprestigio político y moral.
Y A ESO ESTÁN EXPUESTOS TODOS LOS PARTIDOS mexicanos, si no se deciden a ser auténticos partidos: con estructura, organización, disciplina interna, con escuelas de cuadros para formar políticos con sensibilidad social, con sensibilidad política, con conocimientos de administración pública.
Ni los diputados, ni los regidores, ni los presidentes municipales, tienen capacidad para gobernar, para conocer y comprender la importancia de su cargo, las necesidades de sus pueblos.
Y como nada de eso saben, se van por el camino más fácil: cobrar, si se puede, sacar provecho del presupuesto público y si la ven fácil, salir con un negocio que les permita vivir sin trabajar por el resto de sus días. Y así, con su ejemplo, muchos jóvenes quieren entrar a la política para hacer lo mismo. Y hay quienes deciden ser millonarios y lo logran.
PERO ESO NO DEBE SER EL FIN DE LA POLÍTICA, sino servir al pueblo, a las clases marginadas para salir de su situación, mejorar su nivel de vida y así impulsar el desarrollo de su municipio, de su estado, de su país.
Si los dirigentes no se preocupan por reorganizar sus partidos para hacerlos, lo que dijo Manuel Gómez Morín, el fundador del PAN, hace 83 años, escuelas de política, pues que se retiren y dejen su puesto a quienes tengan la capacidad y el deseo de hacerlo.
TODO ESTO VIENE AL CASO, PORQUE ESTAMOS cerca de la renovación de poderes en el país. México es otro desde 2018; se ha iniciado el desmantelamiento de un sistema neoliberal para convertir a nuestro país en una República socialmente responsable. Todavía hay mucho trabajo que hacer y entre ellos está, el de convertir a los agrupamientos políticos, en auténticos partidos.
Actualmente, esas agrupaciones tienen el registro oficial de partidos, pero ninguna lo es realmente, ni siquiera Morena que está en el poder.
Lo hemos repetido muchas veces: ideología, estructura, organización y disciplina interna. Deben contar con un medio de comunicación impreso, que enlace a toda su militancia. Con escuelas de política, una nacional y 32 estatales o regionales, y debe formar dirigentes capaces, responsables, que quieran a su partido y se entreguen a él con pasión, con deseo de hacer carrera, dentro de sus propios partidos. Eso sería realmente revolucionario y beneficiaría enormemente a la nación.