Por: Gabriel Sánchez Andraca
El triunfo de Donald Trump desconcertó al mundo y desató la caída de las bolsas en América, Europa y Asia, además de la depreciación de la moneda de varios países, entre ellos el nuestro.
Para muchos resulta increíble que la mayor potencia económica y militar de la historia haya caído en manos de un hombre a todas luces poco preparado para gobernar.
Pero lo que más llama la atención es que haya convencido al electorado estadounidense con un discurso pobre en ideas, exaltando el racismo que prevalece en muchos gringos de clase media y atemorizando a todos al hablar de los mexicanos como criminales y violadores, y de los mahometanos como terroristas.
Muchos de quienes han considerado a los Estados Unidos como un país democrático, defensor de los derechos humanos, y campeón en el amparo de las más nobles causas de la humanidad, se sienten decepcionados.
Y es que los propios estadounidenses en esta lucha electoral se encargaron de desmentir sus propios mitos. Ni son demócratas ni han superado sus sentimientos racistas, ni les importa el mundo. Son capitalistas al cien por ciento y sólo ven sus propios intereses, salvo excepciones.
Hay un alto grado de ignorancia política en la mayor parte de la población y por eso siguieron ciegamente a un caudillo, a un fürer, a un líder supuestamente salvador que los puede llevar al despeñadero.
Los gobiernos mexicanos en general han sido fieles servidores del llamado “imperio”, sobre todo, después de la instauración en nuestro país del sistema neoliberal, en tiempos de Salinas de Gortari, que ha aumentado los índices de pobreza y desempleo, que nos ha convertido en un país dependiente alimentario y de maquilador de sus grandes empresas.
Las amenazas de Trump nos van a afectar en alto grado por eso, porque nos han convertido en el “principal socio comercial” que significa que tenemos el mayor grado de dependencia de ese país.
Pero eso mismo nos puede motivar a superar nuestras debilidades, atender con mayor eficiencia nuestros problemas, a perfeccionar nuestro sistema político, a reestudiar nuestra historia patria, a unirnos respetando nuestras diferencias y a fortalecer nuestro patriotismo.
La zona más afectada de Puebla por la amenaza de sacar del vecino país a los indocumentados, será la Mixteca, pues cientos de miles de trabajadores de esa región viven allá y son los que envían remesas anuales hasta por más de mil millones de dólares.
Ahora sí los gobiernos federal y estatal se verán obligados a impulsar el desarrollo de esa región que siempre se ha tenido como pobre, aunque se ha comprobado que puede ser importante productora de ganado si se siembra el pasto adecuado, resistente a la sequía, que es posible producir frutas de las llamadas exóticas y plantas medicinales de alta calidad, y que pueden funcionar bien pequeñas y medianas empresas, empacadoras e industrializadoras de productos agrícolas y pecuarios. Se puede impulsar el turismo interno, y se pueden hacer muchas cosas para retener y beneficiar a sus habitantes.
Entre la balandronadas del presidente electo estadounidense, cuando era candidato, está al de gravar con exceso a productos industriales que compitan con empresas de sus país, es decir, la Volkswagen y la AUDI en su momento, pero ¿realmente podrá hacerlo?
Enrique Krauze dijo ayer en la mañana que nos espera una etapa sumamente difícil, lo cual puede ser cierto, pero no hay que olvidar que México ha sufrido épocas aciagas y ha sabido resistir y salir adelante. Además, el mundo entero está temeroso como si el Presidente de los Estados Unidos fuera omnipotente para llevar a la realidad todos los despropósitos anunciados durante su campaña.
El señor Trump es un ser humano como todos. No es ni siquiera un genio, no le llega a los talones a un Hitler, a un Mussolini o a un Stalin. Es un niño berrinchudo con un desproporcionado ego y con muchos gatos en la panza, como solía decir nuestro recordado amigo don Mario Vargas Saldaña.