Gabriel Sánchez Andraca
La “consulta nacional” que acaba de hacerse sobre si el nuevo aeropuerto de la ciudad de México se hace en Texcoco, o se amplía la base aérea militar de Santa Lucía y se amplía el Benito Juárez de la capital, para resolver el problema que tienen, según dicen, de no poder atender ya la demanda de transporte aéreo, ha provocado una gran confusión entre la población de las ciudades principalmente.
Los habitantes de pueblos y pequeñas ciudades parecen no estar interesados en el asunto, pues nunca han viajado en avión y no piensan hacerlo por falta de posibilidades.
Este tema interesa a pocos mexicanos realmente. Concurrieron a las urnas a emitir su opinión, poco más de un millón de mexicanos y según tenemos entendido, la población del país ya llegó a los 120 millones.
Hay dos sectores minoritarios que tienen gran interés en el asunto: los grandes y medianos empresarios, que sienten que disminuye su poder de decisión en este país, y los dirigentes y militantes de Morena, que con esto quieren demostrar que ellos son ahora los que mandan.
La votación fue favorable a dejar el proyecto de Texcoco y adoptar el de Santa Lucía ,y eso ha puesto nerviosos a la clase empresarial, pero también a la clase media, porque les anunciaron que si eso ocurría, una catástrofe económica del tamaño del mundo, se vendría sobre México, y que para empezar, el gobierno tendría que desembolsar miles de millones de pesos en pago de compensaciones, y de castigo por abandonar un proyecto tan beneficioso y necesario para el país.
Unos y otros están exagerando: es la “guerra fría” entre Morena, que llega al poder y “la mafia” que lo ha detentado desde hace décadas.
Hay países que tienen mucho más turismo y mucho más comercio que el nuestro y que tienen uno o dos aeropuertos grandes de acuerdo a sus necesidades y ni se quejan de problemas, ni tienen en proyecto construir el aeropuerto más grande y más moderno del planeta.
El proyecto, dicen, se ha venido gestando desde hace varias décadas y eso puede ser cierto. Los gobiernos mexicanos, principalmente desde la llegada del “neoliberalismo” han pretendido que México se incorpore al primer mundo.
Por eso Salinas de Gortari nos inscribió, como país, a ese club de países ricos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que ahora preside un mexicano, el mismo que en el sexenio de Carlos Salinas dijo, después de la firma del Tratado de Libre Comercio: “El mexicano que no sepa hablar inglés, estará perdido”, José Angel Gurría.
En la OCDE, hemos hecho el ridículo: somos el país colero en todo. Tenemos el peor sistema educativo, los salarios mínimos más bajos, los servicios médicos más ineficientes, en fin, en todo vamos a la cola.
El señor Gurría se encuentra en México y en entrevista que le hizo el diario El Universal, de la capital del país, comentó algo muy importante, sobre todo viniendo de él que es uno de los tecnócratas que llegaron al poder con el neoliberalismo que tanto daño nos ha causado: “El próximo gobierno tiene como principal reto, acabar con la pobreza y la desigualdad, pues si eso no se hace, se perderá productividad y México quedará como un país maquilador”.
Como quien dice, olvídense de andar peleándose por tener el más grande y moderno aeropuerto, México es más que eso. Lo importante es que sus habitantes, 120 millones, vivan bien, tengan acceso al trabajo remunerado, a una alimentación sana, a una educación y a unos servicios médicos de calidad, a una vivienda digna, y todo lo demás, se “os dará por añadidura”.
Los empresarios deben adaptarse a la nueva realidad: el sistema priísta se acabó. Más de treinta millones de mexicanos votaron porque así fuera y así debe ser. Nuestro país está en posibilidades de llegar a un sistema democrático bien hecho y bien estructurado.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, tal vez cometa errores graves, tenga tropiezos, tenga éxitos y fracasos, pero se llegará a consolidar y el pueblo de México lo premiará o lo castigará, según el caso, con su voto.
Los morenistas, ahora en el poder, están dando muestras en algunos casos, de inmadurez política, de falta de oficio, pero ya aprenderán o serán desechados. Eso de que quienes están por Santa Lucía, son los buenos y los que están por Texcoco, los malos, debe ser algo del pasado, que esperamos no vuelva.