Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
Muchos son los aspectos que, a lo largo de medio siglo, han cambiado en el sur del estado de Puebla; algunos, desde luego, han sido para bien: mejores carreteras y caminos, más oportunidades educativas, más servicios de salud, entre otros aspectos. Sin embargo, los que más destacan son los aspectos negativos, entre ellos el más preocupante es la violencia, de la que deriva la inseguridad en las poblaciones y en los caminos.
La gente del sur se caracterizó siempre por ser tranquila, pacífica, amable, trabajadora; que había violencia, desde luego, como en todas las sociedades, pero estaban perfectamente localizadas las personas y las regiones violentas, muy pocas, por cierto.
No me detendré en todas las causas de este cambio en la región sino en tres que me parecen claves para entender y atender este problema.
La primera está compuesta por los efectos de la absurda guerra contra el crimen organizado. Absurda porque se ejecutó a ciegas y lo único que logró fue que las bandas delincuenciales se fortalecieran, se multiplicaran y se iniciara una expansión en todo el país. Así fue como regiones y ciudades otrora pacíficas se vieran de pronto envueltas en la violencia. Acapulco y Cuernavaca son la muestra.
En el norte del estado de Guerrero las bandas se han multiplicado y se han adentrado en el sur de Puebla para ampliar sus centros de operaciones que no solo es el narcotráfico, sino la extorsión, el secuestro, la trata de personas, los asesinatos de rivales o de los que ellos denominan “traidores”. Lo sucedido en este año en la región de Jolalpan, muestra la fuerza y el dominio de estas bandas.
La segunda es la poca atención a las causas de la pobreza. Hay que ser claros: la pobreza no engendra delincuencia; el tema de la pobreza se refiere a la falta de oportunidades y de infraestructura para el desarrollo de la región.
Los gobiernos, tanto federal como estatal en estos cincuenta años, han hecho muy poco por el sur del estado. La región ha sido desde siempre una zona agropecuaria. La mayoría de la población es o tiene que ver con la actividad campesina, con la siembra y cosecha de maíz, frijol, cacahuate, Jamaica, sorgo; además de huertas de árboles frutales, así como la crianza de ganado menor; la principal industria es la azucarera, lo que hace de la mayor parte del sur una región cañera. Sin el ingenio azucarero de Atencingo, la economía se derrumbaría totalmente.
Sin embargo, el sur carece de una estructura hidrológica que haga frente al clima semiárido de la región, son muy pocos -hasta la fecha- los apoyos a los pequeños productores; no hay manera de comercializar los productos a buen precio por la falta de infraestructura y el campesino pobre siembra para consumo doméstico y si saca más, tiene que venderlo a los acaparadores.
Los efectos son claros: las nuevas generaciones abandonan el campo y emigran a los Estados Unidos, o en el peor de los casos, son reclutados por la delincuencia, o ellos, por su cuenta, se dedican a delinquir.
El tercer factor lo constituyen las pobres o fallidas estrategias de las autoridades para enfrentar a la delincuencia. En este caso, habrá que poner atención a las estructuras de seguridad de los gobiernos municipales; ¿cuántos miembros de los cuerpos de seguridad no están coludidos con las bandas delincuenciales?
El resultado lo vive la población del sur del estado. Escuchar o leer noticias de asesinatos, secuestros, desapariciones, suicidios, narcomenudistas, se ha vuelto parte de la vida cotidiana.
Una vista rápida a la nota roja que han registrado los medios informativos de la región, da cuenta de que no hay semana del año que no registre por lo menos un asesinato y un herido, como fruto de esta cultura de la violencia. Se empieza a ver como parte de la vida del sur la aparición de cadáveres, restos óseos y cuerpos fragmentados en los caminos, los campos, los ríos y hasta en las carreteras (van más de 30 hallados en lo que va de este año).
Son más de 25 los suicidios en este año, lo que muestra el grado de tensión que se vive en algunas familias.
Urge, pues, revertir esta cultura de la violencia, tanto en la familia, como en la atención a las causas que provocan o fortalecen esta cultura de la violencia que ha marcado una profunda diferencia entre la vida de hace 50 años y la vida en este siglo XXI.
El efecto Fox en Morena
Cuando en el año 2000 se llamaba al “voto útil” en favor de Vicente Fox, para que hubiere alternancia en el poder, los votantes imaginaron un nuevo modo de gobernar. La ilusión duró muy poco; pronto se vio que el neopanista Vicente Fox adoptó todas las mañas del PRI. Mal gobernó, se enriqueció, enriqueció a sus entenados e intervino directamente en el fraude electoral de 2006.
Hoy el efecto Fox se empieza a notar en muchos funcionarios de gobiernos municipales que ascendieron al poder con la bandera del Movimiento de Regeneración Nacional.
El descuido de los servicios públicos, la falta de estructura de seguridad, la vieja costumbre priísta de cobrar el “diezmo” de cada obra pública, inflando los presupuestos para ganancia ilegítima de los funcionarios y las empresas contratadas, se empieza a ver en varios gobiernos morenistas.
A pesar de esto, se mantienen optimistas con vistas a 2024. Están seguros que Morena seguirá gobernando sus municipios. Falsa perspectiva. El pueblo no es ignorante, tampoco es apático; el pueblo cobrará a los malos gobiernos morenistas y buscará otras opciones.
MIENTRAS NO DEJEN DE REPETIR EL EFECTO FOX EN SUS GOBIERNOS MUNICIPALES, LE ESTARÁN ABRIENDO LAS PUERTAS AL RETORNO DEL PRI, EL PAN O CUALQUIER OTRO PARTIDO, MENOS A MORENA.