Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer, como una forma de recordar la lucha de mujeres obreras por tener no solo los mismos derechos laborales que los hombres, sino por tener lo mínimo para considerarse seres humanos productivos. Obreras de la confección demandaron mejores salarios, mejor trato y respeto a sus derechos humanos. La respuesta de los industriales fue la represión; en un incendio provocado murieron más de 100 trabajadoras textiles, el 25 de marzo de 1911.
El Día Internacional de la Mujer no es, por tanto, una fecha para festejar, sino para conmemorar. El 8 de marzo no es día de regalos, es día para manifestar la solidaridad con la lucha que aún persiste por el respeto de los derechos de la mujer.
Si bien no es totalmente cierto que hemos vivido en una cultura patriarcal, y la muestra es que abundan las familias matriarcales, tanto en zonas rurales como en las ciudades pequeñas o grandes; sin embargo, la educación sí ha construido una sociedad que marca una diferencia física, familiar, laboral y política entre el hombre y la mujer.
Por siglos, desde tiempos del dominio español, la mujer fue recluida al ámbito del hogar, educada para labores domésticas y con la conciencia de sujeción al hombre. Ahí el origen del machismo.
La lucha de las mujeres poco a poco ha dado fruto. En México, el matriarcado se ha mantenido en muchas familias y se ha generado en otras tanto por la muerte del esposo como por la ausencia de éste por infidelidad, maltrato o emigración.
Pero también la mujer ha logrado sus derechos políticos, al establecerse su derecho a votar y ser votada para cualquier cargo de elección popular.
Otro de sus logros es el acceso igualitario a la educación. A más de 100 años de distancia quedó la idea de que la mujer no tenía derecho a la educación. Hoy se encuentran ejerciendo todas las carreras profesionales y tienen presencia en las ciencias, el arte, el deporte, la política, en fin, en todas las actividades del ser humano.
Sin embargo, para la mujer, la lucha no ha terminado. Hoy el mayor problema sigue siendo el machismo, reflejado ahora en las agresiones físicas, psicológicas dentro o fuera de casa, el abuso sexual, la inequidad en cuanto a los derechos salariales, los feminicidios y la parcialidad en la impartición de justicia.
Es urgente romper, terminar, desterrar de la educación familiar, del ambiente laboral, de la escuela, de la política, la supremacía del hombre sobre la mujer aún existente. Pero la principal demanda de las mujeres -que debiera ser demanda de todos los mexicanos, porque todos tenemos madre, hermanas, abuelas, tías, hijas- es la garantía de seguridad y de justicia.
Las mujeres vuelven los ojos a las instituciones de fiscalización, procuración e impartición de justicia por la lentitud con la que actúan ante los delitos contra la mujer, y están en su derecho.
Por esto, el grito de este Día Internacional de la Mujer debe ser triple: ¡No a la violencia! ¡No a la impunidad! ¡Sí a la justicia!
¡No a la manipulación!
Pero hay algo más: la política puede ser perversa y utilizar las demandas ciudadanas como escalones para lograr o detentar el poder. Así como se levanta en tiempos electorales la bandera de la superación de la pobreza, para un electorado que seguirá en pobreza, así se levanta la bandera del feminismo para cerrar los ojos ante las agresiones a las mujeres.
En estos días habrá discursos de políticos que exigirán justicia para la mujer, esa justicia que ellos, en su momento, no impartieron; será motivo de críticas –muchas de ellas justas- a los gobiernos federal y estatales por su pasividad ante las demandas de las mujeres.
Habrá marchas este 8 de marzo y las mujeres están en su derecho de levantar la voz y demandar ser escuchadas y atendidas por quienes tienen el poder político y judicial.
Sin duda, habrá violencia, pero no vendrá de todas las mujeres que elevarán su voz este día, sino de grupos decididos a “quemarlo todo”, como afirmó una integrante de los grupos que agreden, pintan, incendian en las marchas, y lo único que logran es apagar el grito legítimo de millones de mujeres de México.
El camino todavía es largo y la responsabilidad no solo es del gobierno ni de los órganos de justicia, la responsabilidad inicia en la casa y continúa en la escuela y en el trabajo; todos los derechos de la mujer deben ser revindicados y respetados, y en este tiempo violento, su derecho a la vida.