Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
En 2018, con el triunfo de una nueva opción política y económica al poder en México, una visión optimista supone que la derecha y la extrema derecha están derrotadas, que no hay futuro ya para ellas: Así parecen demostrarlo las reacciones del Partido Acción Nacional, desde 1982 en manos de la extrema derecha, como las del PRI y el PRD, en otro tiempo liberal el primero y de izquierda el segundo.
Sin embargo, la realidad nos dice que la extrema derecha ha perdido los procesos electorales de 2018 a 2022, pero se mantienen en pie de guerra, firme en su objetivo de tomar el poder político y económico. Para esto, hay nuevos postulados que orientan sus acciones.
El acceso al poder requiere para la extrema derecha el apoyo de otras instituciones políticas y sociales, incluso aquéllas que en el pasado pudieron ser sus enemigas. Así se explica que se hayan unido derechistas, priístas neoliberales, los perredistas hoy “social demócratas”, empresarios y militantes de extrema derecha en torno a un solo objetivo: el poder.
Claro que, en esta estrategia dirigida por un empresario ultraderechista, los partidos de la alianza Va por México (Va X México, para que se identifique al líder: Claudio X. González) son los peones del ajedrez, son simples títeres que, conscientes o no de esto, son escalones para que la derecha tome el poder.
El enemigo sigue siendo el comunismo que hoy cuenta con gobiernos populistas, socialistas e indigenistas que le están abriendo las puertas. Atrás quedaron las primeras organizaciones de extrema derecha en México, que levantaban la bandera de la Doctrina Social Cristiana, hoy la extrema derecha es neoliberal por conveniencia.
Desde principios del siglo pasado, las organizaciones de ultraderecha, como la Base, el sinarquismo, los Tecos y el Yunque, recibían el respaldo de los obispos y contaban siempre con un guía, generalmente un sacerdote o un religioso.
Sin embargo, a partir de los años 70, poco a poco estos grupos se fueron desligando de la Iglesia Católica y se orientaron hacia la búsqueda del poder político y económico apoyados en partidos y empresarios.
Hoy, la religión católica y las pequeñas iglesias llamadas “cristianas”, son herramientas que pueden ser usadas cuando hay necesidad de acudir a ellas, a través del sector conservador e integrista del clero católico o los pastores de esas denominaciones creadas en los Estados Unidos.
Como católicos, los militantes de la ultraderecha no rompen con el Papa Francisco, pero lo ven como un personaje que va en sentido contrario de ellos y solo hay que esperar que, por su edad, deje este mundo y la Iglesia vuelva a elegir otro Karol Vojtyla para regresar a la ortodoxia, a la Iglesia que apoyó a las dictaduras anticomunistas de Centro y Sudamérica.
Un factor más que debiera ser tomado en cuenta por los políticos que ya le han cavado su tumba a la derecha y a los partidos controlados por ella (PAN-PRI-PRD) es el internacionalismo. La extrema derecha de México forma parte de una estrategia internacional como reacción a los cambios políticos y económicos que se están aplicando en varios países y que ella percibe como puerta de entrada al comunismo.
Esta estrategia es identificable por el famoso acuerdo del Parlamento Europeo, signado el 10 de marzo de este año, en donde los diputados europeos se convirtieron en jueces implacables del gobierno de López Obrador, bajo la presunta defensa de la libertad de expresión; acuerdo que revela la mano de la extrema derecha mexicana y el apoyo de los diputados europeos a la estrategia internacional.
Esto mismo se revela en la famosa Carta de Madrid, en donde se alerta a Latinoamérica sobre el avance del comunismo, bajo la forma de “gobiernos populistas”.
La ultraderecha está actuando y seguirá siendo un obstáculo para el desarrollo del país; no ayudan, pero estorban, como dijo el presidente. Sin embargo, hay aspectos que la caracterizan y que son su debilidad política:
• Siempre han sido una minoría surgida de los dueños del capital, las clases económicamente acomodadas y un sector de clase media que aspira a niveles más altos en la estructura social.
• Divide a la sociedad en tres niveles: los militantes o simpatizantes de la ultraderecha; los sectores de la sociedad que pueden ser aliados de su causa, hoy son los partidos de Va X México y un muy pequeño sector del clero católico; y el pueblo (trabajadores, empleados, pobres, indígenas) que fácilmente es manipulado por el enemigo, pero que puede ser apoyo a la causa a través de una propaganda que infunda miedo.
Así pues, aun cuando los grupos ultraconservadores han abandonado en gran medida la secrecía y sus líderes en México son identificables, siguen actuando, siguen diseñando su estrategia en busca del poder con miras al 2024.
La historia demuestra que las victorias de la ultraderecha han sido pírricas, pero han dañado al país. Quizá por esto, ha tenido, tiene y seguirá teniendo sed de poder.