En 1985, doña Rosario Ibarra de Piedra estuvo la ciudad de Puebla. En la Rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla, en el Edificio Carolino, esta mujer que desde 1975 se dio a la tarea de buscar a su hijo desaparecido por el gobierno hasta convertirse en 1977, en fundadora y líder del movimiento Eureka, me concedió esta entrevista que hoy se retoma de la “Gaceta Universidad”, como un homenaje a quien luchó hasta su muerte por los derechos humanos.
Nicolás Dávila Peralta / Puebla, Pue.
“La mayoría de los desaparecidos en América Latina están vivos, en especial los mexicanos”.
Esta es la convicción que mantiene en pie de lucha a Rosario Ibarra de Piedra, una mujer forjada en el esfuerzo decidido, a la par que doloroso, por liberar a los cientos de compatriotas que, como su hijo Jesús, se encuentran desaparecidos; quizá confinados en las cárceles clandestinas que existen en México.
Rosario ha encabezado marchas, huelgas de hambre, plantones; se ha entrevistado con tres presidentes de la República y muchos otros funcionarios. Desde esta experiencia de lucha, enjuicia el sistema y nos comparte sus convicciones:
“A través de estos ya siete años de lucha organizada, hemos logrado liberar a más de mil quinientos presos políticos; rescatar de las cárceles clandestinas a un centenar de desaparecidos; que regresen los 57 exiliados que había en tiempos de López Portillo y se ha podido quitar a varios cientos de compatriotas esa forma terrible de represión que es el ser perseguidos.
“Nosotros pensamos que ha valido la pena nuestro sacrificio. Simplemente, con la última huelga de hambre logramos que salieran cinco presos políticos y que apareciera un desaparecido.
“En el ámbito de la solidaridad nacional, hemos logrado una vinculación fuerte con otras organizaciones. Ya no es la lucha aislada de los familiares, sino la lucha de diferentes capas de la sociedad, sobre todo organizaciones políticas, sociales, culturales, religiosas; en fin, muchas que han hecho suya nuestra causa”.
Rosario Ibarra es, dentro de su sencillez y afabilidad, una mujer profundamente crítica. Por eso, no solo señala hechos, sino que busca poner en evidencia los mecanismos y las motivaciones de la represión:
“El primer desaparecido que tenemos en la lista, data de 1969. Pero es a partir del sexenio de Echeverría cuando empieza la desaparición en forma violenta, masiva, terriblemente cruel, sobre todo de campesinos y gente con inquietudes políticas.
“En el sexenio de López Portillo se vuelve a dar.
“Éste, de Miguel de la Madrid, no es la excepción. En lo que va del sexenio ha habido 42 desaparecidos, de los cuales, nos han regresado 38. Faltan cuatro por aparecer.”
En seguida, Rosario interpreta estos hechos:
“No se trata de unos cuantos policías o militares malos, sino que todo obedece a una política planificada, estructurada para mantener el terror frente a la disidencia, frente a los opositores, frente a los críticos del gobierno, que revela una descomposición del régimen que no puede resolver los problemas del pueblo y los quiere tratar de ocultar mediante la represión.”
Cárceles clandestinas
El tema de los desaparecidos motiva las preguntas: ¿En qué lugar se encuentran? ¿Cómo ubicar las cárceles clandestinas?
Rosario Ibarra, con una sonrisa enigmática, responde:
“No tenemos idea. Si supiéramos dónde están, es seguro que ya hubiéramos hecho una denuncia muy amplia. Hemos tenido noticias de que las hay en todo el país, que todos los campos militares y las bases navales, en un momento dado, sirven de prisión clandestina. Aparte, también utilizan casas particulares de los mismos policías.
“En algunos momentos sí hemos logrado detectar algunas cárceles, pero hemos tenido la mala suerte de que al momento de llegar ya no hay nada, ya están por ahí unos señores pintando que tienen todo el aspecto de soldados, pero sin uniforme. Estas son las desgracias de que nosotros no tenemos el poder”.
¿Cuál es la razón –preguntamos- que tiene el gobierno para mantener esas cárceles?
“El detalle específico de tener a la gente en esas condiciones tiene varias funciones: mantenerlos fuera de las miradas de la gente para la tortura y para que después se recuperen de la misma; para tener toda la impunidad, puesto que se está actuando fuera de la ley. Así, las autoridades responden con un ‘no los tenemos’, evadiendo de ese modo la responsabilidad y la necesidad de presentarlos inmediatamente.”
La señora Rosario, la madre de familia que en 1975 dejó su hogar en Monterrey, para iniciar la búsqueda de su hijo, búsqueda hoy transformada en lucha por todos los desaparecidos, expresa las profundas convicciones que la mantienen en la lucha:
“La mayoría de los desaparecidos vive y no vamos a permitir que el gobierno vaya a querer dar salidas como: ‘nosotros nos lavamos las manos porque en este sexenio no hay desaparecidos?’
“En este sexenio sí hay. Y además, aunque no hubiera un solo desaparecido, este sexenio es parte del mismo sistema, es continuidad del anterior, del mismo aparato gubernamental, con las mismas fuerzas represivas. Los funcionarios que estuvieron a cargo de la represión están ahora en puestos claves, siempre como comodines, buenos para todo.”
Ella es muy firme en sus convicciones y en sus decisiones:
“No vamos a permitir que, como en otros países, se dé carpetazo al asunto; nosotros queremos que se cumpla nuestro lema: VIVOS LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS.”