Por: Nicolás Dávila Peralta
El presidente López Obrador ha solicitado al rey de España Felipe VI, se disculpe por las atrocidades cometidas por los conquistadores en contra de los pueblos originarios de México. La respuesta del monarca fue inmediata: no hay de qué pedir perdón, porque no se puede juzgar lo pasado con los criterios de hoy. Así empezó la polémica en la que lo mismo participan españoles que mexicanos, sea a favor o en contra de la solicitud presidencial. Hasta Mario Vargas Llosa, el escritor peruano y adoptivo de España, ha opinado.
La discusión –la seria, desde luego, no las ocurrencias de las redes sociales- gira en torno de dos cuestiones: ¿debe o no pedir disculpas el rey de España?; ¿sólo él debe una disculpa a los pueblos originarios?
Aporto algunas cuestiones que deberían tomarse en cuenta en este tema.
1.- Al momento de la conquista no había una patria. Había una nación dominante: la azteca y otras naciones dominadas, que tenían que entregar tributo a ese imperio y cuyos prisioneros servían para los sacrificios humanos. Totonacos, mixtecos, zapotecos, tlaxcaltecas, entre otros pueblos, eran naciones dominadas. Por esto, a la llegada de los españoles, varias de estas naciones se aliaron con ellos para vencer al imperio. Más al norte había pueblos nómadas sin vínculos con lo que hoy llamamos Mesoamérica.
2.- Los soldados españoles sometieron a todos los habitantes originarios de lo que hoy es el territorio de México y Centroamérica. Vencido el pueblo azteca, los españoles olvidaron las alianzas, destruyeron las obras arquitectónicas, científicas y literarias, y se apoderaron de tierras, riquezas y de los mismos habitantes originarios del territorio de lo que años más tarde sería la Nueva España. Para esto, usaron el poder de las armas y llegaron a argumentar que los indios no tenían alma. Bartolomé de las Casas da testimonio de la crueldad de los españoles.
3.- El proceso de evangelización no siempre fue el mejor. Los primeros misioneros consideraron que estas tierras y sus habitantes estaban en poder del demonio; así destruyeron sus templos y sus imágenes e impusieron su religión. Hay que reconocer que muchos frailes buscaron conocer, comprender y aceptar el pensamiento de los indios e incluso, sobre todo en el norte de México, llevaron la agricultura, la industria y fundaron pueblos para tribus que hasta entonces eran nómadas.
4.- En la sociedad novohispana, indios, negros y castas ocupaban el nivel más bajo de la estructura social. Dueño de los territorios conquistados, el imperio español organizó la América en virreinatos y capitanías, donde la clase privilegiada la detentaban los españoles nacidos en la península ibérica; en el segundo nivel estaban los criollos –hijos de españoles nacidos en este continente-, luego venían los mestizos –hijos de españoles y nativos-, y debajo de todos estaban los indios, las castas que eran muchas mezclas de razas y los esclavos negros.
5.- El México independiente nació como una nación dominada por criollos y mestizos. A estos dos estratos sociales pertenecían los que reclamaron y lograron la independencia de nuestro país; no fue sino hasta mediados del siglo XIX, cuando en la consolidación de la república participaron algunos mexicanos con sangre india; Benito Juárez, el más conocido. Sin embargo, la república liberal, en relación a los indios se orientó a “civilizarlos”, esto es, a volverlos occidentales en educación, costumbres e idioma. Se les siguió considerando como el pueblo ignorante. En la Revolución Mexicana, algunos indios se unieron a los levantados en armas, sin lograr nada para sus pueblos.
6.- Hasta la fecha, el concepto común del mexicano es que el indígena está en el nivel más bajo de la sociedad. En las ciudades, el indígena es un peón o un barrendero y la indígena, la “chacha” o la limosnera. Una de las mayores injurias que muchos mexicanos tienen es decirle a otro: “eres un indio”. Lo acabamos de captar en las redes sociales a raíz de la película “Roma”, ¡cuántas expresiones de desprecio o burla contra la protagonista de origen mixteco!
7.- Poco, muy poco han hecho gobiernos, universidades, escuelas, iglesias, empresas, por los pueblos indígenas. Se cumplen ya, cinco siglos de la llegada de los españoles a estas tierras y los indígenas siguen padeciendo la pobreza y el despojo que iniciaron los conquistadores y ha continuado la sociedad mexicana.
La deuda, pues, no es solo de los invasores hispanos, la deuda es nuestra. Así pues, por una parte, España debe una disculpa por sus excesos históricos; pero las disculpas no se exigen. Mientras el ofensor no tome conciencia de su conducta, es inútil esperar la disculpa. Está el ejemplo del Vaticano, tres papas: Juan Pablo II (1992), Benedicto XVI (2007) y Francisco (2015) han reconocido y pedido disculpas por los errores de la primera evangelización.
Falta la disculpa, de la sociedad mexicana hacia sus pueblos originarios; y esto significa un cambio de mentalidad, de educación y de conciencia nacional que reconozca la dignidad del indígena y la pluralidad del país.