Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
En 1978 nació en México el Comité Nacional Pro Vida, un movimiento de reacción frente a las propuestas de legalizar el aborto en el país. Su lema es: “Si quieres la paz, defiende la vida”. En sus casi 44 años de vida, ha orientado su actividad a combatir el aborto con argumentos jurídicos, médicos y éticos.
Pudiese parecer loable su labor si no fuese porque este movimiento, que es repercusión de uno mundial, ha nacido bajo la bandera del conservadurismo más radical, y con posturas integristas e intransigentes frente a una sociedad que va cambiando a lo largo de los años.
El respeto a la vida es un principio en sí mismo innegable, porque el derecho a la vida es el fundamento de los derechos humanos. Sin embargo, Pro Vida nació como un movimiento ligado a los intereses políticos de los sectores ultraconservadores del país, de modo que la defensa de la vida desde su concepción se ha convertido en una bandera enarbolada por estos sectores, no tanto en defensa de la vida sino como un recurso para llegar al poder.
Podemos tener diversas posturas en cuanto a la legalización o no del aborto; pero coincidimos en la defensa de la vida, y con esto me refiero no solo a la defensa del feto, sino a la defensa de la vida del recién nacido, del niño, del adolescente, del adulto, del anciano.
Pero no solo al derecho a vivir, sino al derecho a una vida digna, un derecho que debiera ser respetado, defendido, exigido para todo ser humano. El derecho a una vida digna comprende no solo el haber nacido, sino el tener un presente y un futuro de acuerdo con la dignidad propia del ser humano.
Por esto, la pobreza, la falta de educación, la ausencia de servicios de salud, la inseguridad, el desempleo, el subempleo o el trabajo mal pagado, la violencia dentro y fuera de la familia, la discriminación sea cual sea el motivo, privan a la persona de una vida digna.
Así pues, la defensa de una vida digna no solo consiste en una postura de “no al aborto”. Una verdadera defensa de la vida va unida al reclamo de justicia, al reclamo de acceso a todos los servicios que deben contribuir a esa vida digna: salud, educación, empleo, seguridad, estabilidad familiar, equidad y no discriminación.
La sociedad, ¿una pirámide?
Esta visión integral es la que les hace falta a los señores de Pro Vida, preocupados más porque el Estado se doblegue a sus reclamos que, por buscar no solo defender la vida del no nacido, sino en reclamar una vida digna para todos los seres humanos. Para ellos, su único reclamo es: ¡no abortes, no abortes, no abortes!
Es imposible que ellos vean más allá de sus intereses políticos y de clase. Es imposible que vean, que experimenten la angustia de muchas madres solteras o abandonadas, que desde su pobreza luchan por darle a sus hijos comida, techo, escuela y salud.
Es imposible que vuelvan los ojos a tantos niños de la calle, víctimas del abuso de sus padres, sus padrastros, tíos u otro familiar que, en lugar de enviarlos a la escuela los mandan a la calle a ganarse unos centavos, muchas veces arriesgando la vida en los cruceros de las ciudades.
Es imposible que entiendan y atiendan la violencia intra o extra familiar, que se agudiza con la violencia sexual y la falta de una educación en materia reproductiva.
Es imposible que atiendan el problema de los embarazos de adolescentes, ya sea por violencia sexual o por falta de educación y orientación en la materia; embarazos que en la mayoría de las veces van acompañados de la pobreza, el abandono de la menor encinta, maltrato de la familia o de la pareja, el abandono de los estudios y, lo más lamentable, sin el apoyo de quienes defienden la vida desde la concepción.
Es imposible que vean a tantos ancianos abandonados, viviendo de limosna, malcomiendo, soportando en soledad sus últimos años de vida entre la enfermedad, la discapacidad y la miseria.
Del combate a la pobreza, del desempleo, de la dignidad de la mujer, del impulso a los servicios de salud, y de educación ya ni hablar.
Los señores Pro Vida defienden un status quo, que divide a la sociedad en una pirámide de clases sociales en la cual aspiran a estar en la cumbre; una sociedad que acumule capital, que desprecie a los pobres, que condene en lugar de apoyar, que utilice la religión como un peldaño para la conquista del poder, una sociedad individualista donde se llegue a la cúspide de la pirámide pisando al otro y utilizando el instrumento de la corrupción.
Por esto, frente a un movimiento “Pro Vida”, estamos llamados a luchar por una sociedad más justa y humana, orientada a brindad a todos: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, sin excepción, una vida realmente digna.
Parafraseando el lema de Pro Vida: “Si quieres la paz, lucha por una vida digna para todos”.