Opinión: Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
El 15 de septiembre de 1939 un grupo de intelectuales y políticos, encabezados por Manuel Gómez Morín, fundaron el Partido Acción Nacional (PAN), como contrapeso al partido en el poder: El Partido de la Revolución Mexicana, que en 1946 cambió su nombre por el de Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El PAN nació como reacción al gobierno del general Lázaro Cárdenas y levantó las banderas de la democracia y la contrarrevolución, identificándose como partido de las clases altas de México y con una orientación de derecha católica.
Este año, el partido cumplió 82 años y en nada se parece al instituto político que propusieron sus fundadores. Ha tenido varias crisis; sin embargo, la que enfrenta en su octogésimo segundo aniversario es de diagnóstico reservado. De aquél partido que se levantó como la primera oposición al régimen de la Revolución Mexicana no queda absolutamente nada.
Dirigido por un político improvisado, Marko Cortés Mendoza, hoy tiene como sus mejores figuras políticas a personajes ligados con la extrema derecha y ha penetrado a sus filas el partido radical de la derecha española: VOX.
A pesar del deslinde de la dirigencia nacional frente a la firma de la llamada Carta de Madrid por parte de un grupo de senadores panistas; la realidad es que muchos políticos blanquiazules simpatizan con este movimiento internacional que, con el pretexto de luchar contra el comunismo, buscan detentar el poder en América Latina.
Es claro que para la democracia es necesario que convivan diferentes corrientes políticas que busquen coincidencias con un mismo objetivo: la paz, la justicia y el desarrollo sustentable y equitativo del país. Sin embargo, los partidos políticos desplazados de los centros de poder no han sabido o no han podido asimilar su derrota ni han definido propuestas claras y viables para México. Por el contrario, han asumido una actitud exclusivamente contestataria que en nada ayuda al país.
En este contexto, las recientes declaraciones de Marko Cortés, en el sentido de que en 2022 sólo tienen segura la gubernatura de Aguascalientes y su visión pesimista para 2024, no solo son una muestra de la pérdida de rumbo de este partido que ha agudizado su división interna, sino un reflejo de lo que sucede con otros institutos políticos que se encuentran sin liderazgo, sin ideología y sin proyecto de nación.
Causa de esta debilidad partidista es que la derecha mexicana, apoyada por la extrema derecha internacional, ha asumido ya el liderazgo con miras al 2024.
“Sí por México” toma la delantera
Frente a esta crisis en el PAN y la decadencia del PRI y el PRD, los empresarios creadores de la iniciativa “Sí por México”, Gustavo de Hoyos y Claudio X. González, se han levantado como líderes de lo que llaman un movimiento ciudadano y caudillos al rescate de los partidos de oposición: PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, con el fin de presentar un candidato común en 2024 y conquistar la mayoría en el Senado y en la Cámara de Diputados, así como ganar la mayoría de las gubernaturas que se elegirán ese año.
Ambos líderes se consideran por encima de los partidos políticos, a los que califican de incapaces de vencer al candidato que proponga el Movimiento Regeneración Nacional (Morena); por esto, los ubican como instrumentos a su servicio.
Para 2024 no consideran que sean los partidos quienes designen candidatos presidenciales; afirman que serán ellos quienes analicen perfiles para definir y apoyar una candidatura presidencial, y los partidos apoyarán esa candidatura.
Esta iniciativa empresarial repite una estrategia que se ha utilizado en varios países del mundo; tal es el caso de la oposición en Venezuela o el fallido golpe de Estado en Bolivia. Son los empresarios y las clases acomodadas, dueños del poder económico, los que toman la iniciativa de formar coaliciones que utilicen a los partidos y/o a organizaciones civiles para sus proyectos de ascender al poder político.
Así pues, la iniciativa de “Sí por México”, formada hace un año y que participó en las elecciones de este 2021 bajo el emblema de “Va por México” (en el estado se denominó “Va por Puebla” y en Izúcar de Matamoros, “Va por Izúcar”), muestra la debilidad de los partidos políticos y el liderazgo de la extrema derecha empresarial con miras al 2024.
Resulta peligroso para la vida democrática de México que el liderazgo de la oposición sea encabezado por la extrema derecha empresarial en detrimento de los partidos políticos, porque son éstos los que deben establecer la diversidad política necesaria para la democracia.
Esto requiere que los partidos vuelvan a asumir los principios ideológicos y los proyectos que les dieron origen, mismos que han perdido con las alianzas contradictorias entre partidos que nacieron con una ideología liberal o de izquierda, con partidos cuyo proyecto original fue de derecha antirrevolucionaria. De no hacerlo, continuarán siendo “tontos útiles” en manos de la extrema derecha empresarial, tal como lo fueron en las elecciones pasadas y en el desastroso “Pacto por México” de Enrique Peña Nieto.