Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
El Instituto Nacional Electoral ha decidido atraer las elecciones para gobernador del estado de Puebla y cinco alcaldes, entre ellos el de Tepeojuma, en el sur del estado; esto a petición de los partidos políticos, organizaciones ciudadanas y a solicitud del Congreso del Estado. La determinación era de esperarse, ante la cantidad de irregularidades y actos violentos que se presentaron en el proceso electoral de 2018 y la desconfianza de la ciudadanía en la actuación de las instancias electorales locales.
Ya se han publicado las fechas de las precampañas, el periodo de campañas, el día de la elección y el de la toma de posesión del nuevo gobernador, y los partidos políticos han iniciado los procesos internos para designar a sus candidatos; es aquí donde se observa un cambio en la fuerza política de éstos, frente al reto de elegir a sus mejores candidatos y su influencia en la ciudadanía.
Las elecciones de 2018, mostraron que la mayor fuerza política era el Partido Acción Nacional, dominado por el exgobernador Rafael Moreno Valle, cuyo poder al interior del blanquiazul le facilitó la postulación de su esposa para la gubernatura.
El Movimiento de Renovación Nacional (Morena), empezaba a unir a las corrientes de izquierda y militantes descontentos del PRI y tomaba fuerza, no tanto por su trabajo político, sino por la figura del candidato presidencial y fundador el movimiento: Andrés Manuel López Obrador.
El PRI, por el contrario, se ubicaba como tercera fuerza política, muy debilitada frente a la ciudadanía por los errores del gobierno de Peña Nieto, y ante una militancia desanimada por su actuación como una oposición débil y a veces hasta incondicional, frente al gobierno de Moreno Valle.
Sin embargo, tras la muerte de la gobernadora y la designación como gobernador interino del licenciado Guillermo Pacheco Pulido, militante veterano del Partido Revolucionario Institucional, el tricolor volvió a reforzar su presencia en Puebla; hoy es un contendiente fuerte que buscará recuperar el gobierno estatal, que había mantenido desde siempre.
Todo indica que Morena volverá a tener como candidato a Miguel Barbosa, a pesar de que los expriistas Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra han levantado la mano. La situación no es tan promisoria como en 2018; ya no existirá el “efecto López Obrador” y el Movimiento aún no tiene la fuerza ni la unidad de un partido político. Todo dependerá de que los militantes acepten la candidatura de Barbosa y trabajen para posicionarlo como líder de la contienda.
Para el PRI la elección es la oportunidad de ganar o, por lo menos, de fortalecerse y ubicarse como segunda fuerza política, con capacidad para influir en las decisiones del próximo gobierno.
En tanto que el Partido Acción Nacional, desde hace más de diez años cooptado por el grupo de Moreno Valle, hoy es un partido débil, a tal grado que aún no se ve quién de sus militantes será el candidato a gobernador. La fuerza del morenovallismo fue tal, que marginó y debilitó la influencia de los panistas tradicionales; hoy, ha empezado la debandada del grupo que dominó al blanquiazul y los panistas de siempre buscan un candidato capaz de dar la batalla. Se habla, incluso, de ofrecer la candidatura al exfuncionario foxista Luis Ernesto Derbez Bautista.
El resto de los partidos, incluyendo al PRD, aún no deciden si postularán a candidatos propios o buscarán alianza con alguno de los tres partidos con mayor fuerza.
Pero falta el cuarto y el más importante sujeto de la contienda: el ciudadano. Aún no se ve el interés de los electores. Todavía es temprano; habrá que esperar a que inicien las campañas para evaluar la participación que habrá en la contienda electoral.
Es indudable que la cercanía de esta elección con la anterior, las irregularidades presentadas en el proceso electoral de 2018, así como la actuación de las autoridades municipales en estos primeros meses de gobierno, serán factores que influirán tanto en la tendencia del voto, como en el índice de participación o abstención en la próxima contienda electoral.