Nicolás Dávila Peralta
La boda tan elegante del hombre de confianza de Andrés Manuel López Obrador, César Yáñez, con Dulce María Silva, fue considerada al principio como un acontecimiento social que reunió a la nueva clase política que ha empezado ya a gobernar el país. Elegante por el lugar de la ceremonia religiosa: la capilla de El Rosario, y por el celebrante: el arzobispo de Puebla Víctor Sánchez Espinosa, y por el lugar del banquete: el Centro de Convenciones; pero hasta ahí.
Sin embargo, las críticas más agudas iniciaron al salir a la luz una de las revistas de sociales más importantes –y caras- del país, en primera plana y en primer plano, los novios y en segundo plano la futura pareja presidencial: López Obrador y su esposa. La comparación con las veces que se publicó en primera plana, de la misma revista, a Enrique Peña Nieto y, sobre todo, a Angélica Rivera, fue inmediata.
Que fue una ceremonia privada, sin uso de recursos públicos, es evidente; que cada quien es libre de utilizar su dinero como bien le plazca, también.
Sin embargo –y los políticos lo saben- hay que cuidar las formas, porque en política “la forma es el fondo”, como dijera Jesús Reyes Heroles. Y la imagen que dieron los nuevos políticos, no solo con la boda, sino al pagar la primera plana en una revista “fifí”, como dijera el futuro presidente, contradice la austeridad republicana que se prometió para la próxima administración federal.
Ojalá que esta situación sea la excepción de la administración lopezobradorista; sería lamentable que otros políticos colaboradores del próximo presidente, tomaran a la ligera estas acciones ostentosas en un país de más de 50 millones de pobres; pobreza que constituye la raíz de la inseguridad que vive EL OTRO MÉXICO, el de la gente de a pie, el de los asalariados, el de los burócratas, el de los estudiantes, el de las amas de casa.
Porque al ampliarse la brecha económica, en México confirmamos que coexisten dos países: el de los dueños del capital, el de aquellos que son capaces de celebrar bodas de lujo, presididas por un arzobispo, y el de la mayoría que vive al día, que aspira a ahorrar unos centavos para las emergencias; el México de las trabajadoras domésticas, de los campesinos y desempleados que emigran hacia el norte.
El México de quienes pueden darse el lujo de contar con guardaespaldas, con mansiones de lujo, contrasta con el país cuya pobreza y falta de educación empuja a los jóvenes a la delincuencia, flagelo que ha alcanzado índices muy elevados.
Ya no podemos hablar de regiones inseguras, porque la delincuencia se ha apoderado de tal modo del país que aun en lugares como Cuetzalan del Progreso, declarado “Pueblo Mágico” por su cultura y sus tradiciones, hoy es un pueblo peligroso donde no se libran de ser asaltados ni las caravanas de turistas, como ocurrió la semana pasada con 70 turistas víctimas de las bandas que operan en la región.
Igual contraste encontramos entre una política de seguridad pública que no ha funcionado y una población cuya situación de inseguridad empieza a expresarse en linchamientos de inocentes, a quienes el rumor popular confunde con delincuentes. Ahí están los casos más recientes de San Juan Tuxco y Acajete, pero también los de Acatlán de Osorio y otras zonas del estado de Puebla.
Los militantes y futuros funcionarios públicos emanados del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), al parecer no han alcanzado a percibir todo lo que los votantes esperan de ellos.
No se votó, como dijo la oposición, por “el viejo PRI”, sino por una reforma profunda del sistema político mexicano y una nueva ruta económica que reduzca la brecha entre una minoría que todo lo tiene y lo presume, y la inmensa mayoría de los mexicanos que oscila entre la extrema pobreza, la pobreza y una clase media siempre amenazada con el empobrecimiento.
Como un ciudadano comentó en las redes sociales: “esperamos la cuarta transformación, no una transformación de cuarta”
Retazos
Esta es solo una opinión en twitter, pero debe hacer reflexionar a MORENA:
“Oiga @lopezobrador_ ? No nos decepcione, entiendo que cada quien festeja cómo le da la gana, pero este tipo de situaciones no son ni austeras, ni mandan un mensaje acorde a las razones por las que voté por usted. Saludos. (Parece boda de priístas)”.