Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
El país autonombrado modelo y guardián de la democracia vivió un episodio impensable, al concluir el proceso electoral que certificó el triunfo del demócrata Joe Biden sobre Donald Trump, una turba irrumpió en el Capitolio, en Washington, causó destrozos en la sede del Poder Legislativo y provocó la suspensión de la sesión conjunta en la que senadores y representantes ratificarían al ganador. Hubo que esperar hasta la noche del miércoles para que los legisladores ratificaran el triunfo de Biden.
Los hechos del 6 de enero ofrecen al mundo muchos mensajes, el principal, el deterioro del final de un proceso electoral que debiera ser un acto meramente protocolario.
Solo quiero referirme a dos aspectos de estos hechos vergonzosos en un país dispuesto a defender la democracia en todos los países del mundo.
El primero de ellos es el papel que en estos hechos desempeñó Donald Trump, todavía presidente de los Estados Unidos.
Desde el día de las elecciones, Trump levantó la bandera del fraude electoral. Sin argumentos sólidos acudió a todas las dependencias implicadas en el proceso electoral, a fin de revertir los resultados que daban mayoría de votos electorales al candidato demócrata. No hubo pruebas, no hubo argumentos, solo la insistencia en un fraude y la demanda de anular votos que el aún presidente consideraba fraudulentos.
Esta actitud se mantuvo incluso después que el Colegio Electoral dio por ganador a Biden; el republicano puso toda su esperanza en la sesión conjunta del Congreso estadounidense donde, por medio del vicepresidente, esperaba la anulación de votos que le permitiera ser declarado como ganador. No lo consiguió, pero afirma que responderá a los millones de estadounidenses que votaron por él.
Sin embargo, la toma del Capitolio no fue obra de un solo hombre, así sea el candidato republicano y aún presidente de Estados Unidos; detrás de los actos vandálicos del 6 de enero hay algo más.
Muchos analistas consideran que estos actos fueron liderados por miembros de dos grupos de extrema derecha: QAnon y los Proud Boys.
QAnon maneja una teoría de la conspiración que afirma que hubo una trama secreta, llamada “Estado profundo”, en contra de Donald Trump; en contraparte, éste califica a los militantes de QAnon de “personas que aman a su país”.
El principal medio de difusión de las ideas de QAnon son las redes sociales donde la organización ha propagado tanto la idea de la conspiración de lo que llaman el “Estado profundo”, como otras tan absurdas como que las redes celulares 5G propagan el coronavirus o que en existe una red de pederastas en el Partido Demócrata.
Miembros de QAnon participaron en muchos mítines durante la campaña electoral del Partido Republicano.
Los Proud Boys es un grupo supremacista creado en 2016 y liderado actualmente por un migrante cubano, que se define como un guardián de los valores de Occidente y un azote para la corrección política de la izquierda, para ellos representada por el Partido Demócrata y el presidente electo Joe Biden.
Miembros de ambas organizaciones encabezaron la toma del Capitolio con la intención de forzar a senadores y representantes a otorgar el triunfo a Donald Trump.
La lección para México
Las teorías de la conspiración han tenido eco en nuestro país. El Frente Nacional Anti AMLO (Frena), en su página web https://frena.com.mx/, asegura que México va hacia el comunismo, como parte de una conspiración dirigida por el llamado Foro de Sao Paulo y llaman a acabar con “el morenavirus”.
Por otra parte, en las redes sociales se ha difundido el mito de una conspiración para establecer en el mundo un “nuevo orden mundial”, muy parecido al “Estado profundo” del que hablan los miembros de QAnon, del que formaría parte el actual gobierno mexicano y que se orientaría a implantar el comunismo en México.
No sería raro que en las elecciones de este año se intensifiquen los mensajes de la extrema derecha en México, para crear la idea de que votar en contra del gobierno actual y su partido es enfrentar la conspiración mundial comunista.