Contra todos los pronósticos, el empresario Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos y tendrá, además, el apoyo de la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. Así, pues, no solo llega al Poder Ejecutivo norteamericano, sino que tendrá un fuerte apoyo de las dos cámaras que integran el Legislativo. Será, a partir de enero de 2017, un mandatario con mucho poder.
Uno de los efectos de la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, de acuerdo al tono de su campaña, son las acciones que tomará en cuanto a la migración latina hacia el país del norte. Su discurso fue no solo agresivo, sino calumnioso y difamatorio hacia los mexicanos que han cruzado la frontera y especialmente se ha referido a los que cruzan ilegalmente.
La semana pasada, comentaba en este espacio periodístico que frente a la posibilidad de que ganara Donald Trump era “momento de prevenir una posible ola de mixtecos deportados que podrían llegar a sus lugares de origen sin dólares y sin empleo”, y añadía: “Es momento, también, de analizar el panorama que priva en la Mixteca poblana y, aunque tarde, poner remedio a las causas de la migración y a los efectos que trae consigo para la región ese fenómeno”.
De acuerdo a datos del Observatorio Ciudadano sobre Políticas Públicas para Migrantes-Puebla (http://www.observatoriomigracionpuebla.org/doctos/reportes/2-Primer.pdf), el estado ocupa el cuarto lugar en cuanto al total de población migrante, apenas debajo de Guanajuato, Michoacán y Jalisco, y las dos regiones poblanas con los más altos índices de migrantes son el Valle de Atlixco-Izúcar y la Mixteca. En ambas regiones, el 91 por ciento de los migrantes se van a los Estados Unidos y el resto a otros países, principalmente Canadá.
Un dato más que debe ser tomado en cuenta frente a una posible repatriación masiva es que el 80 por ciento de estos migrantes no rebasa los 25 años de edad, es decir, están en edad productiva.
Una expulsión masiva de migrantes generaría, pues, serios problemas en México, mismos que podemos categorizar en tres aspectos: económico, social y de seguridad pública.
Siendo la Mixteca poblana y la región comprendida por Atlixco e Izúcar de Matamoros las zonas con mayor número de migrantes, las remesas son un factor clave para el desarrollo regional y para que las familias enfrenten con éxito las situaciones de pobreza.
Sin embargo y a pesar del Programa 3×3 que involucra a migrantes y autoridades locales, el desarrollo económico de las dos regiones ha sido mínimo, sobre todo en las zonas rurales, de donde es originaria la mayor parte de los migrantes.
No ha habido políticas ni públicas (gobierno), ni privadas (empresarios), ni sociales (organizaciones e iglesias) que orienten todo ese capital que viene del norte, para construir los cimientos del desarrollo económico del sur del estado de Puebla. A lo más que llegan las familias de los migrantes es a mejorar sus viviendas; lo demás es para el gasto diario y para las fiestas familiares o patronales. Muchas familias esperan las remesas para bautizos, primeras comuniones, quince años, bodas, mayordomías, etcétera. No hay mini, pequeñas o medianas empresas generadas por las remesas. El sur sigue sin la infraestructura necesaria para impulsar el desarrollo agrícola o para atraer inversión privada que genere fuentes de empleo en la región.
En el aspecto social, la migración ha desintegrado a las familias, ha creado pueblos semivacíos, solo habitados por mujeres, niños y ancianos; la migración de adolescentes repercute en la poca educación que reciben las nuevas generaciones que pasan uno, dos, tres o más años en los Estados Unidos y que en sus lugares de origen abandonaron la educación secundaria.
Así, una expulsión masiva de paisanos significará más brazos laborales sin empleo que llegan a zonas rurales donde se ha abandonado o ha disminuido la producción agropecuaria, fruto no solo de condiciones climáticas, sino de una política integral de apoyo al campo, donde son escasas las fuentes de trabajo.
Y el tercer problema es la seguridad pública. Ya se sufre en todo el sur del estado el problema del pandillerismo, fruto de adolescentes que regresan del norte con modos de pensar y costumbres copiadas de las bandas estadounidenses; pero a esto se añadirá la pobreza que es mala consejera y llevará, en el mejor de los casos, al robo y en el peor escenario a ser reclutados por los narcomenudistas o los cárteles de las drogas que operan en estados vecinos.
Así pues, el asunto no es simple. Es necesario que autoridades, empresarios y organizaciones sociales reaccionen ante la posibilidad de una disminución seria de remesas, en la llegada de mano de obra desempleada, en la amenaza de un incremento de la población en situación de pobreza y en las acciones que puede aprovechar el crimen organizado y que incrementarían seriamente la situación de inseguridad que ya se vive en el sur de Puebla.