Nicolás Dávila Peralta
Fechado el 16 de septiembre, el Papa Francisco envió un mensaje al pueblo de México, al celebrarse 200 años de la consumación de la Independencia. Reconoció los errores de la evangelización, pidió perdón “por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización” y llamó “a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias”.
La derecha española reaccionó en contra de este reconocimiento papal e incluso llegó a calificar a Francisco como “un Papa tonto”.
A este coro se unió el ex presidente del gobierno español José María Aznar, quien como miembro de esa derecha recalcitrante española que insiste en que su invasión al continente americano nos sacó de la barbarie, aseguró que el mensaje del Papa forma parte de la nueva cara del comunismo que hoy se llama indigenismo “y el indigenismo solo puede ir contra España”.
Hasta aquí, todo se reduciría a un modo de pensar de un gran número de españoles; pero sucede que, con este motivo, Aznar enfocó sus diatribas en contra del presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Desde la tribuna del Congreso del Partido Popular exclamó: “¿Y quién nos dice que pidamos perdón? ¿Usted cómo se llama? Andrés Manuel López Obrador” y enseguida se burló de su nombre: “ Andrés por parte de los aztecas. Manuel por parte de los mayas. López es una mezcla de aztecas y mayas”.
Las reacciones en México no se hicieron esperar; sin embargo, el presidente López Obrador no entró en el juego y prefirió ignorar los insultos, como buen estadista. Nosotros respetamos mucho al pueblo español, es un pueblo trabajador, honesto, afirmó el mandatario mexicano y aclaró que si hay diferencias es con las autoridades no con el pueblo español.
La oposición, que había guardado silencio, salió a relucir con lo peor que tiene en sus filas: Felipe Calderón Hinojosa.
El ex presidente, ignorando todas las formas que han caracterizado a la política mexicana, en donde los ex mandatarios procuran guardar silencio en cuanto a opinar sobre el gobierno en turno en el extranjero, aplaudió las palabras de Aznar poniendo en evidencia el asno que siempre ha sido.
Felipe Calderón, junto con otros mandatarios de su mismo nivel, acudió como invitado especial al Congreso del Partido Popular, representante de la derecha española. Felipe Calderón tomo la palabra para justificar su “guerra contra el narco” y criticar agriamente al gobierno de López Obrador.
Estas son algunas de sus palabras:
“Hoy la política de México, por ejemplo, de Seguridad es contraria. Y se titula desde la campaña presidencial, abrazos no balazos. En la medida en la que cunden los abrazos a los capos, a los criminales y sus familiares, México está cayendo en las garras de la delincuencia que tanto trabajo nos costó liberar”.
A tono con los infundios que repite la oposición en las redes sociales y en sus manifestaciones, Calderón aseguró que, “además hoy, el actual gobierno de México le ha quitado a los niños enfermos de cáncer sus medicinas. Ha quitado el seguro popular. Y ha dejado a millones de familias mexicanas sin cobertura sanitaria. Una desgracia”.
Calderón acusó a López Obrador de generar la división y luego presumió de tener ascendencia purépecha, española y hasta sefardí, en el colmo de la ridiculez.
Invasión y conquista
El término invasión indica el entrar, irrumpir a la fuerza, y la palabra conquista significa ganar a través de las armas un territorio, sea nación, pueblo o región. Por esto, cuando hablamos de la conquista española de América, da lo mismo llamarla así que llamarla invasión. Ambos términos implican derramamiento de sangre, pérdida de vidas principalmente de los conquistados, de los pueblos invadidos.
Esto es lo que los españoles y sus corifeos fuera de España, como Felipe Calderón, no entienden.
Que en México no había una sola cultura sino varias, es cierto, pero también lo es que estas culturas tenían avances que no se conocían en Europa. Y los invasores, en aras de una falsa “salvación de las almas” y un real saqueo de las riquezas del continente las destruyeron y sembraron ignorancia.
Pero en México había sacrificios humanos, argumentan los que sostienen que los españoles vinieron a civilizarnos. ¿Acaso olvidan los crímenes de la Inquisición española que extendieron también a nuestras tierras?
Pero nosotros los civilizamos, les dimos una lengua. Sí, pero olvidaron que las lenguas originarias tenían igualmente su valor literario.
Nos une la lengua, es cierto, pero de ninguna manera esto significa que le debemos todo a España. Mucho nos debe la Península Ibérica al haber saqueado estas tierras por espacio de tres siglos, y seguirla saqueando a través de sus bancos y sus empresas.