Nicolás Dávila Peralta
Son innegables los beneficios que el actual gobierno federal ha traído para la población: una nueva distribución de los ingresos federales en favor de la población; medidas para frenar la corrupción, obras que benefician al país (Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”, refinería Dos Bocas; tren Maya, entre otras); límite a los salarios de los funcionarios; beneficios a personas de la tercera edad, madres solteras, estudiantes de escasos recursos.
Sin duda, haber avanzado en un sentido diferente al marcado desde el gobierno de Miguel de la Madrid, definido en el de Carlos Salinas y seguido fielmente por los sexenios de Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Ha marcado un nuevo rumbo al país que, a pesar de las predicciones y frente a los efectos de la pandemia de Covid, se ha mantenido y se refleja en la fortaleza del peso mexicano, la confianza de los inversionistas y el incremento del salario mínimo.
Sin embargo, hay dos grandes retos pendientes y una actitud presidencial que en los últimos años ha dejado qué desear.
El primer problema es la inseguridad. Si bien es un problema heredado de administraciones anteriores y su muestra más clara es la alianza de Genaro García Luna con el crimen organizado, son ya cuatro años y el país sigue hundido en actos criminales que ha vuelto ha ciudades y estados en zonas peligrosas.
El segundo es la inflación. También este problema es fruto de la pandemia y comparada con otros países, la inflación en México no alcanza -según las estadísticas- los dos dígitos; pero no significa que no esté golpeando los bolsillos de los que menos tienen, principalmente. Hay que recordar que si algo genera descontento social es el golpe al gasto familiar.
A esto se une una actitud presidencial que año tras año se ha vuelto más notoria: la terquedad y el ataque visceral a quienes no piensan ni opinan a favor del presidente.
No solo no se ha respetado la libertad de expresión, sino que ha hecho abuso de ésta al calumniar, desinformar, atacar a la familia; lo que ha obligado al presidente a responder; sin embargo, su reacción se ha extendido a quienes con fundamento ha expresado sus opiniones. Tal es el caso reciente de la opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM en contra del Plan B de reformas electorales.
En lugar de expresar, en la Mañanera del viernes pasado, su tolerancia, expresó sin más: “Me da una pena lo que han hecho de la UNAM, pero eso es lo mismo: son mafias de la academia y existen también asociaciones de abogados con el mismo propósito de defender el status quo. ¿Cuándo este instituto jurídico de la UNAM se manifestó durante el periodo neoliberal que modificaron toda la Constitución? ”.
Dice un refrán: “no destruyas con una mano lo que haces con la otra”.