Punto de Vista / Nicolás Davila Peralta
Apenas iniciado el periodo presidencial de Donald Trump, éste ha empezado a cumplir sus amenazas contra México, país al que con sus acciones y palabras considera, equivocadamente, un obstáculo para el desarrollo de los Estados Unidos.
La semana pasada concretó su decisión de continuar la construcción del muro fronterizo que ya habían iniciado otras administraciones, tanto demócratas como republicanas, pero ahora con la determinación de que esa barrera sea financiada con dinero mexicano.
Para eso, la primera determinación es gravar con un impuesto del 20 por ciento a las importaciones mexicanas, además de anunciar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Astutamente, Canadá empieza a dejar solo a México en esta negociación.
Frente a esta situación que es la más grave agresión a nuestro país, desde que el ejército estadounidense invadió México y nos despojó de la mitad de nuestro territorio (1846-1848), México ha recibido muestras de solidaridad de países latinoamericanos y europeos, así como de autoridades municipales y medios informativos de los Estados Unidos.
El embate del gobierno de Trump se da en un momento en que México se encuentra en una profunda crisis política, económica y de credibilidad, con a un gobierno que en cuatro años ha demostrado su incapacidad para dirigir al país hacia un auténtico desarrollo sustentado en la justicia y la democracia.
Así, el gobierno federal intenta negociar con funcionarios que han mostrado su incompetencia; tal es el caso del flamante secretario de Relaciones Exteriores, a quien se debe la crisis económica y que con gran desfachatez afirmó al asumir su cargo de canciller que llegaba para aprender. ¡Increíble en un momento en el que se requiere un titular de Relaciones Exteriores con la experiencia necesaria para enfrentar una negociación harto difícil con el gobierno estadounidense!
Los resultados son más que evidentes: apenas regresaban de Estados Unidos los secretarios de Relaciones Exteriores y Economía, de lo que fue su primera negociación con el gobierno de Trump, cuando éste firmaba ya el acuerdo para construir el muro en la frontera e iniciaba el estudio de las estrategias para que México lo pagara de alguna manera.
De entrada, la estrategia propone elevar las tasas de importación de productos mexicanos hacia Estados Unidos. Y entonces, ¿a qué fueron los dos secretarios, de Relaciones Exteriores y Economía, a negociar con funcionarios de Trump?
Es más que claro que, frente a la incapacidad del gobierno federal, se requiere una estrategia que involucre a toda la sociedad: los tres niveles de gobierno, el sector privado, los sindicatos, las organizaciones sociales y las defensoras de los derechos humanos, en fin, un verdadero acuerdo nacional que rebase la burbuja política que (des)controla al gobierno.
La estrategia, desde mi punto de vista, no buscaría solo responder de manera inmediata a las agresiones de Trump, sino sentar las bases para que México pueda negociar con su vecino del norte con fortaleza.
Esto implica un cambio a fondo de la política económica que nos ha enganchado, como cabuz, a la economía estadounidense, echar atrás las reformas estructurales que han generado descontento social y golpeado el bolsillo de los que menos tienen, y diseñar y aplicar estrategias que fortalezcan la producción y el consumo nacional, eleven los salarios y atiendan la grave problemática del campo, una de las causas de la migración ilegal hacia los Estados Unidos.
Pero también implica un cambio político que supere el desprestigio en que ha caído la clase gobernante a causa de la corrupción, la incapacidad para gobernar, la ignorancia de la realidad nacional y por haberse constituido en un grupo privilegiado que goza de impunidad y altos salarios frente a un pueblo empobrecido.
Por esto, hay que estar alertas a iniciativas como la iniciada por el partido en el gobierno que ha convocado a los demás partidos a formar un frente de unidad nacional.
Él PRI es el menos indicado para eso, porque ha sido la conducta de sus militantes y sus decisiones en el Congreso y en el Poder Ejecutivo las que han generado la crisis económica, política y social que vivimos y porque tal convocatoria huele más a estrategia electoral que a verdadera solución del problema.