Punto de Vista / Nicolás Dávila Peralta
El 20 de mayo, los dirigentes nacionales del PRD (Alejandra Barrales) y del PAN (Ricardo Anaya), anunciaron la intención de crear un “frente opositor al PRI” para las elecciones de 2018; su llamado se apoyó en las alianzas que en las últimas dos décadas han realizado a niveles estatales y municipales y que ha llevado al PAN a ganar gubernaturas y alcaldías con el apoyo perredista.
Tres días más tarde, el panista Ricardo Anaya aclaró que no se pretende una alianza electoral PAN-PRD, sino la construcción de “un frente amplio que coincidiera en un proyecto de nación”.
Ahora bien, ¿es posible un proyecto de nación encabezado por dos partidos que son ideológicamente divergentes y que, por tanto, sus declaraciones de principios se orientan hacia visiones diferentes de nación?
El Partido Acción Nacional nació como reacción a los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana y planteaba, desde 1939, la preeminencia del individuo sobre la colectividad, la implantación de la Doctrina Social Cristiana y la continuidad del pensamiento heredado de movimientos que tuvieron su origen en los sectores conservadores del siglo XIX.
Además, cooptado por sectores de extrema derecha en los últimos 35 años, el partido rompió con el hispanismo que había mantenido desde su fundación para orientarse hacia el proyecto neoliberal generado en los Estados Unidos, de tal modo que en las reformas iniciadas por Carlos Salinas y continuadas por Ernesto Zedillo, la dirigencia panista vio concretados algunos puntos de su proyecto de nación.
Hoy, el PAN es un partido conservador en materia política y neoliberal en su proyecto económico.
En contraparte, el Partido de la Revolución Democrática nació de la alianza entre varios grupos de la izquierda mexicana y la Corriente Democrática que surgió como reacción al neoliberalismo aceptado y aplicado por el PRI, que con ello abandonó los principios de justicia social nacidos de la lucha revolucionaria de 1910.
Así pues, como lo señala su declaración de principios, el PRD es “una organización de izquierda democrática y progresista que lucha contra el neoliberalismo, que desarrolla una crítica al capitalismo que es un sistema de explotación, dominación y opresión, en la perspectiva de lograr una nueva sociedad igualitaria, libertaria e incluyente, sobre bases de respeto recíproco de la diversidad, funcionamiento democrático y unidad de acción”.
Frente al proyecto capitalista neoliberal que aplica el PRI y que ha asumido también el PAN, en su declaración de principios el PRD manifiesta su aspiración a “construir un socialismo democrático que promueva, respete, proteja y garantice los derechos humanos, las libertades individuales y colectivas, defienda la justicia social y se construya desde abajo mediante la participación directa y organizada de la sociedad en sus decisiones fundamentales”.
En cuanto a las alianzas, los documentos del partido son muy claros:
“Pugnamos por una alianza democrática con las fuerzas políticas, organizaciones sociales y civiles y personalidades que coincidan con nuestros principios de identidad progresista, igualitaria y libertaria que fomenten el avance de nuestra sociedad y de la izquierda del país.”
Las alianzas que ha concertado el PRD con la derecha mexicana, representada por el Partido Acción Nacional, NO RESPONDEN a lo que señalan sus principios, pues la derecha no coincide con los principios de un partido que se dice socialista y muchos menos se orientan a fomentar el avance de la izquierda en el país.
Una alianza, o frente amplio como le llama el dirigente panista, es un absurdo; así lo han demostrado los gobiernos nacidos de este tipo de alianzas; y el ejemplo es Puebla, donde el PRD fue el invitado de piedra en un sexenio cuyo primero y único proyecto fue sentar las bases para una precampaña presidencial.