Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
A penas iniciado el año se registran tres asesinatos de periodistas, dos en Tijuana, Baja California, y uno en Veracruz. El 10 de enero fue José Luis Gamboa, del diario digital veracruzano Inforegio; el 17, Margarito Martínez Esquivel, fotoperiodista del semanario Zeta; y el día 23, Lourdes Maldonado, periodista también del semanario Zeta, de Tijuana.
El número de periodistas que ha pagado con su vida el ejercicio de su profesión, del año 2000 a la fecha, según datos de Artículo 19, suma, con los tres asesinatos de este mes de enero, 148 comunicadores.
De estos, 3 fueron en el último año de gobierno de Ernesto Zedillo, 22 fueron asesinados durante el gobierno del panista Vicente Fox Quezada; 48 en el sexenio de Felipe Calderón; 47 con Enrique Peña Nieto; en tanto que en lo que va del actual sexenio, Artículo 19 da cuenta de 28 periodistas asesinados.
Los datos revelan que a partir del sexenio del panista Felipe Calderón hubo un incremento considerable de comunicadores asesinados, por el cumplimiento de su quehacer periodístico que no ha descendido en los últimos 15 años.
La organización Reporteros Sin Fronteras y el Comité para la Protección de los Periodistas, afirman que México es, de hecho, el país más peligroso del mundo para la prensa, calificativo que muestra el riesgo de ejercer profesionalmente el periodismo en nuestro país.
Artículo 19, sin embargo, advierte que sus datos se refieren únicamente a los casos de periodistas asesinados en el cumplimiento de su trabajo periodístico; pero hay también trabajadores de los medios que han perdido la vida por aliarse con algún grupo criminal o servir a políticos corruptos, cuya muerte se debió a venganza de grupos oponentes.
Los tres asesinatos del mes de enero, vuelven a encender el reclamo de quienes tienen como vocación informar y formar opinión, seguir el acontecer diario para registrar los hechos y dichos que influyen en la vida de la sociedad, a través de un trabajo que tiene como pauta la objetividad y la imparcialidad, dos criterios que estorban a quienes detentan un poder de espaldas al bien de la sociedad.
Desearíamos que estas vidas sacrificadas fuesen las únicas de este año, pero vivimos en una realidad que confronta el quehacer periodístico no solo con algunas personas que detentan el poder público, sino también con los poderes facticos: empresarios, clérigos, dueños de los medios informativos, organizaciones delincuenciales, etcétera.
El periodismo es una de las profesiones más relevantes en cualquier sociedad, su tarea no es únicamente la de informar el acontecer cotidiano de una sociedad; un buen periodista investiga, analiza, cuestiona y, llegado el caso, denuncia.
Un buen periodista lo es por vocación, porque además del desarrollo cotidiano de su tarea periodística -que ya tiene sus riesgos- se enfrenta a los problemas laborales; es mínimo el porcentaje de comunicadores que gozan de todos sus derechos como trabajadores de la comunicación. Aun así, cumple cabalmente con su tarea frente a la sociedad.
De periodistas a “periodistas”
Hay una diferencia entre un periodista y una persona mal llamada “periodista”. Este último presume su credencial, se siente influyente, abusa de las personas, busca estar al servicio del poder, su intención es el beneficio personal, está dispuesto a usar la mentira, la calumnia, sacrificando la objetividad y la imparcialidad en beneficio de quien le paga, sea político, empresario o sicario del crimen organizado. Este tipo de “periodistas” enloda la profesión y vive siempre a la sombra del poder.
Sin embargo, el periodista comprometido con su vocación informa, investiga, cuestiona, denuncia si es necesario. Y esto es lo que pasó con los tres periodistas sacrificados en este primer mes del año y son estos, los verdaderos periodistas, quienes corren el riesgo de ser agredidos y hasta asesinados.
Retazos
El jueves pasado fue detenido Facundo Rosas, un personaje cercano a Genaro García Luna, acusado de participar en la estrategia “Rápido y furioso” que consistía en dejar pasar armas de Estados Unidos a México, previo registro de cada una de ellas, para que llegaran al crimen organizado.
Facundo Rosas fue secretario de Seguridad Pública de Puebla durante el gobierno de Rafael Moreno Valle; se le recuerda por el caso del niño José Luis Tehuatlie Tamayo, asesinado por la Policía Estatal en el marco de una manifestación en el poblado de Chalchihuapan y se le vincula con las bandas de huachicol en el llamado “Triángulo rojo”.
Hoy se encuentra recluido en un penal de alta seguridad.