Omar Escamilla
El pasado domingo 19 de febrero, pudimos observar la confrontación de dos bloques políticos que emanaron de una misma causa, plantillas que habían permanecido unidas; hasta que el cobre salió a relucir en uno de ambos bandos, y fue en este momento que las calumnias, mentiras y los señalamientos comenzaron.
El primero, fiel a sus valores de izquierda, no ha vendido ni una pizca de su integridad a cambio de puestos o posiciones políticas, aun conociendo los grandes retos que esto representa, conscientes de que la lucha por la transformación del país debe enarbolar causas y no ambiciones personales.
El segundo, trastornado, herido y medio podrido, embriagado por un periodo de tres años en la presidencia municipal; proyecto carente de liderazgos firmes, ¡se cae a pedazos!, tan deficiente en ideología como en calidad de actores políticos, un grupo de burócratas improvisados que disfruta de la humillación, con la esperanza de que sus cursos y diplomas los salve de su falta de visión política.
Dos choques de trenes, cuyo embate tuvo un claro vencedor, con un marcador de 2000 vs 250, la coherencia política venció a la mentira y calumnia de un intento de operadores de medio pelo, que a toda costa intentaron desviar el ferrocarril de la lucha izquierdista, ¡el tiro les salió por la culata!, pues todas sus estrategias de guerra sucia sirvieron como el trampolín publicitario perfecto para posicionar a la causa, que lucha por la justicia social, y lo mejor de todo ¡gratis!
Para reflexión de sus jefes, debería quedar que, aún con el uso de las artimañas más viles y con el respaldo de toda la maquinaria oficialista, ni las manos pudieron meter ante el magnetismo social de grandes liderazgos reconocidos y consolidados, quienes les impartieron una verdadera cátedra de cómo se hace política.
Incapaces de reconocer su derrota, intentaron vender información falsa a la ciudadanía izucarense, afirmando que su pobre espectáculo, fue el evento más grande, importante y el mejor organizado del municipio (aun cuando sus ponentes fueron incapaces de dar un discurso sin tener que respaldarse en un papelito, donde traían todo escrito).
No hay peor ciego que el que no quiere ver, aún me sigo preguntando, ¿hasta cuándo será el punto en que decidan dejar de engañarse?, y reflexionen que las elecciones y respaldo social no se gana con acuerdos en lo oscurito, esperanzados de que “el compadre” les pueda llevar 150 o 200 personas para llenar sus eventos, sino trabajando codo a codo con la ciudadanía, comprometiéndose con realizar un cambio en la sociedad, ¡una autentica transformación de las conciencias!