César Musalem / Desde las Galias
Dice Enrique Cárdenas de la Peña en “Morelos”, que el Barón de Humboldt, Alejandro; clasificó o dio fe de la existencia de 7 castas en las cuales se dividía la población novo hispana: español, indígena, negro, criollo, mestizo, mulato, zambo. Excluyendo españoles y criollos, el resto vive en la más atroz de las miserias materiales e intelectuales, sin ninguna posibilidad en su vida de mejora alguna.
Los españoles dedican su vida en forma casi espartana a trabajar para obtener bienes materiales. Pocos vuelven a España, país donde existe una absoluta mediocridad en toda su organización social, productiva, educativa, cultural; (Lucas Alamán citado por Cárdenas de la Peña). Humboldt define a la casta indígena: envilecida por una larga tiranía, viven en pueblecillos donde el español no se asienta.
Los negros son pocos, y diluidos en otras castas y en plena esclavitud.
Los criollos son generalmente desidiosos y descuidados con ingenio agudo, pero poco juicio, poca reflexión.
El mestizo desarrolla su existencia dentro de las circunstancias más miserables y precarias.
El mulato y el zambo prácticamente no cuentan. Son núcleos insignificantes.
Sigue Humboldt citado por Cárdenas de la Peña: Falta la sociabilidad en las posesiones españolas. Los odios dividen a las castas.
Sí Lenin opinara había concluido: “Existen las condiciones objetivas y subjetivas, para hacer una gran revolución que resuelva la situación imperante”.
Tan es así, que bastó el llamado circunstancial de los “Padres Insurrectos” en Guanajuato, a la Guerra de Independencia, para que las castas más agredidas por 289 años de tiranía de unos cuantos sobre millones de novo hispanos, lucharan como Dios les dio a entender para cambiar su situación a futuro, pues sus conductores iniciales, los Padres Insurrectos: la Corregidora, Abasolo, Aldama, más otros que tenían como Jefe a Hidalgo, tenían en mente ese 15 de septiembre de 1910, solo un objetivo: obtener la libertad, aunque la gran muchedumbre no supiera ni tan siquiera las ideas bullentes de la Revolución Francesa.
Es hasta Morelos, en que las metas para crear instituciones libertarias novo hispanas, se consolidan mediante la guerra sin cuartel contra los opresores.
En ella miles de seres de todas las castas, serán sacrificados por su propia decisión personal acarreando consecuencias nefastas para sus familias.
Los ejércitos de Morelos, no tienen ninguna comparación con las masas combatientes. Tienen disciplina, respeto, puntualidad, vistosidad, obediencia ciega.
Regresa Matamoros a Tehuitzingo a su cuartel general. Ahí recibe la orden de trasladarse a Cutzamala, Guerrero, para atacar a Valladolid.
El 23 de diciembre de 1813, el ejército insurgente de cinco mil setecientos hombres de las 3 armas, con treinta cañones, ataca la ciudad llamada hoy Morelia.
El padre Navarrete con su grupo confunde a la tropa de Matamoros como enemiga, luchan entre ambas 4 horas. Debilitadas las 2 formaciones fueron presa fácil de Landazuri, Iturbide y de Llano. Morelos con su ejército es derrotado.
Retirándose del escenario de la derrota de Valladolid, acampan en el área de Puruarán, plaza indefendible totalmente.
Pero Matamoros, el sacerdote que había creado ejércitos insurgentes, manifiesta: que las órdenes no se discuten, se obedecen, hasta el sacrificio (Los ejércitos son ejecutivos, no deliberativos). Carlos María de Bustamante, invocado por Gabriel Agraz García de Alba, describe que después de la derrota de Puruarán, el creador de ejércitos sediciosos contra la corona española, es aprehendido por la traición de uno de sus oficiales, el cual fue premiado con el fusilamiento por traidor.
En Valladolid lo degradan de su dignidad sacerdotal, como correspondía hacerlo, y lo hicieron, con decenas de sacerdotes hasta sumar más del ciento, todos consignados históricamente por ambos bandos e historiadores: realistas e insurgentes.
Aunque Morelos ofreció doscientos soldados españoles desembarcados después de guerrear en España-Batallón de Asturias y otros; don Mariano Antonio Matamoros, sacerdote judío, occidental, cristiano, católico, apostólico y romano, es fusilado en la plaza central de Valladolid el día 3 de febrero a las once de la mañana del año de 1814.
Nota.- Sin Gabriel Agraz García de Alba, el cual escribe para crecimiento de los valores patrios, ahora casi inexistentes, es decir para generaciones venideras altamente racionales, la obra de Matamoros en lucha, sería cosa del pasado. Agraz García de Alba, ha re-descubierto heroicidades mil de las castas esclavizadas por gobiernos infames, parásitos, e indolentes hacia lo crítico.
Manuel Sánchez, cronista izucareño de prosapia internacional, pugnó por hacer un homenaje popular al Agraz García de Alba. Seguramente desde el cielo -era católico fervoroso-ha de seguir insistiendo a la clase política local.
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