Por: José Oscar Padilla Lobato
En el artículo anterior denominé a la democracia mexicana como una democracia adolescente en vías de maduración; que muy a pesar del INE por la ausencia de una verdadera cultura ciudadana diferenciada en la decisión México 2018, para el 1º de julio: hay tres ofertas políticas de coalición partidaria y el proyecto independiente que no es tanto, como base a lo remasterizado en el primero y segundo debate presidencial que fue saturado de adjetivos, de estigmatizaciones descalificadoras y falto de propuestas de fondo y contenido esencial. Una ofrece un cambio de régimen con rumbo para el asalto del futuro, otra representa la continuidad transexenal del Peñanietismo a menos que JAMK realmente acredite ser heredero del batallón de San Patricio y la otra: el regreso idílico al pasado sin la certeza de traducirse en involución política o salto al vacío, será al siglo XIX (1828) o de las postrimerías del siglo XX (1928), incluida la renuncia anunciada de una candidata independiente.
En anteriores campañas presidenciales, la del 2006 y las de 2012 el discurso dominante fue “AMLO, un peligro para México” para este proceso electoral, esa consigna dejó de ser vigente y por tanto ya no es válida porque los poderes fácticos: Iglesia, Ejército y Empresarios ya se actualizaron con otro discurso; sin embargo, sigue permeando el lenguaje maniqueo y polarizado: “la teoría de la conjura y del complot” por parte de la mafia del poder para detener la llegada de nuestro movimiento (MORENA) a la presidencia.
Si las encuestas se mantienen dándole una ventaja hipotética de 25 puntos a AMLO sobre sus contendientes no tendría que preocuparse de que la Mafia del poder esté o no confeccionando: la crónica del fraude anunciado, una subcultura política muy antigua generada desde las elecciones de 1988 así como la caída del sistema.
De ganar legítimamente la presidencia AMLO con la fuerza del voto que no se derive de la indignación social sino del proyecto de Nación, en las urnas el primero de julio no habría razones suficientes para impugnar ni desconocer ni deslegitimar dicho triunfo. El asunto es la homologación real del discurso del candidato y la del presidente al filo del imperio de la realidad, sin trampas demagógicas y retóricas. A mi juicio, la presidencia de la república y para evitar reciclar las historias autoritarias del pasado en el presente y permitir la reconstrucción utópica del cambio social habría que implementar y readaptar como en las democracias post modernas y representativas del centro y norte de Europa: un sistema parlamentario de pesos y contrapesos haciendo realidad objetiva la máxima: “Al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie” con el objeto de evitar la concentración omnímoda del poder.
Es lo que tanto éxito le ha dado a la socialdemocracia europea en especial por el Bundestag alemán y la Asamblea Nacional francesa, no solo en cada uno de sus países sino porque se han constituido en la cabeza y el corazón de la Unión Europea.
Solo habría que diagnosticar antes y después de esta elección que tan lejos y que tan cerca está la autodenominada socialdemocracia mexicana del paradigma europeo y sobre todo en el caso de la coalición de México al frente si hay o no congruencia ideológica entre las derechas e izquierdas allí coaligadas, porque en Alemania coexisten la democracia cristiana (DC) y la Socialdemocracia (SPD) formando gobierno con Ángela Merkel posiblemente el elemento cohesionador es el estatus cultural de una visión de Estado por encima de facciones y más allá de cualquier coyuntura.
Con base en lo anterior y en ese mismo sentido deberá de contar con un congreso hegemonizado por la oposición para establecer límites frenos a la nueva reedición del presidencialismo imperial y despótico que devenga en un Caudillismo en lo externo y en lo interno: AMLO deberá de contar con un consejo consultivo independiente designado por ciudadanos a propuesta de las universidades y /o colegios de profesionales y con la anuencia del congreso de la unión.
Se trata de una reforma real del gobierno y del Estado que además del sufragio universal abra la posibilidad de utilizar y a favor de los ciudadanos, las figuras de Revocación de mandato, Referéndum y Plebiscito alejados de cualquier tergiversación autocrática ni mucho menos manipulación política alguna desde el poder y más allá de las coyunturas electorales.
Por ello, el asunto es transitar legal y pacíficamente de una forma monocrática de gobierno a una forma policrática del mismo (Poliarquía), es decir de la presidencia imperial a una democracia colegiada desterrando en la práctica toda forma unipersonal de gobierno.
El culto a la personalidad permeado de providencialismo mesiánico no sólo debe ser confinado a los museos de la ignominia, sino también confinado al basurero de la historia.
Al margen del veredicto ciudadano y popular que resulte en este verano político electoral que será la prueba de fuego de la democracia mexicana y más allá de la crónica de las profecías anunciadas, las candidaturas independientes de Margarita Zavala, Javier Sicilia y las que se acumulen a la presidencia de la república deberán de seguir creciendo irreversiblemente hacia el 2024 como opción viable de gobierno con agendas nuevas que incorporen las estrategias de la planeación y control eficaz de la población de más de 130 millones de habitantes que crece geométricamente y no aritméticamente así como los derechos viales y urbanos de los peatones, incluyendo los adultos en plenitud, las personas con capacidades diferentes, las comunidades indígenas, las libertades básicas ciudadanas y en general los derechos humanos inmersos en la nueva globalidad.
*Cita: “La presidencia imperial” y “Siglo de Caudillos”. Autor: Enrique Krauze Tusquets editores.