Nicolás Dávila Peralta.
Marchas, tomas de casetas de autopistas y bloqueos de carreteras fueron las primeras expresiones de descontento por el alza de los hidrocarburos: gasolina, diésel y gas doméstico, a lo que se unió el aumento a las tarifas de luz eléctrica. Sin embargo, a la par de estos actos de protesta se han suscitado actos de vandalismo que complican más la situación de crisis que vive el país en estos primeros días de 2017. En las redes sociales se han intensificado los mensajes de protesta contra estas medidas del gobierno federal, así como los llamados a frenar los actos vandálicos.
Pasados los primeros tres días de espasmo de las autoridades frente a estas reacciones, empezaron las explicaciones y justificaciones de estas medidas. Al anunciar el nombramiento de Luis Videgaray como secretario de Relaciones Exteriores, Peña Nieto justificó el alza de combustibles al señalar que no fue una medida fácil de tomar, pero que posponerla hubiera provocado un problema económico de grandes dimensiones.
El jueves 5 envió un mensaje a la nación presentando dos argumentos para justificar el alza de combustibles: el haber mantenido el subsidio durante el sexenio de Felipe Calderón y el alza de los precios internacionales de las gasolinas, ya que México importa más de la mitad de las gasolinas que consume.
Tras reconocer que la medida genera descontento, argumentó que el incremento es necesario y explicó que no hacerlo hubiese significado un gasto adicional de más de 200 mil millones de pesos que repercutiría en los programas de apoyo a la población más pobre y los servicios de salud. Añadió que gracias a este aumento de los hidrocarburos se evitará el desempleo, la falta de vivienda por elevación de intereses y el alza en los productos de primera necesidad.
La cereza en el pastel amargo de su discurso fue la pregunta a los mexicanos: “¿qué hubieran hecho ustedes?”, misma que generó inmediata respuesta en redes sociales, donde le recordaron, entre otros factores, las pensiones vitalicias de los expresidentes, los vales de gasolina para funcionarios, legisladores y ministros del Poder Judicial, los robos del presupuesto hecho por exgobernadores, el asunto de la “Casa Blanca”, el avión presidencial, los bonos de fin de año de legisladores, entre otros asuntos multimillonarios.
Y es que el descontento social no es solo fruto del “gasolinazo”; éste solo fue la mecha que encendió un descontento que lleva ya varios años entre la población, generado entre otros factores por las famosas reformas estructurales que anularon derechos laborales consagrados en el texto original de la Constitución Política del país, debilitaron la producción agropecuaria, sometieron a los profesores a una reforma laboral disfrazada de educativa, endurecieron las normas fiscales, elevaron las tasas de interés y abrieron la producción petrolera y eléctrica al capital extranjero. A esto se une el control férreo del salario mínimo.
El argumento de que la elevación de los precios de combustibles se debe a la elevación del precio internacional del petróleo es verdad, pero no es justificable, porque fue el gobierno federal, Pemex y el sindicato petrolero quienes provocaron y ejecutaron el deterioro de la empresa petrolera y llevaron a que un país petrolero tenga hoy que importar la gasolina que antes generaba en sus refinerías.
No es justo, pues, que el pueblo pague por errores cometidos por los gobernantes que en lugar de fortalecer la industria petrolera la debilitaron, como una estrategia para poder privatizarla.
Aquí entra otro factor que no se enumeró en el mensaje presidencial ni en las declaraciones de los priistas: la privatización del petróleo, central en la reforma energética, abrió las puertas a empresas extranjeras para invertir en producción y venta de hidrocarburos; pero estas empresas no invertirían si el gobierno mantuviera el control de precios de las gasolinas y la energía eléctrica. Ellas exigen que se aplique la ley de la oferta y la demanda con base en los precios internacionales.
Así pues, el argumento de la elevación de hidrocarburos por el precio internacional del petróleo se explica no solo porque México es hoy importador de gasolina, sino porque así lo exigen los nuevos y extranjeros socios petroleros de México.
El descontento, pues, no es solo por el gasolinazo, sino por la forma en la que se ha conducido el país en los últimos 35 años, por los 60 millones de pobres que hoy tenemos y la oligarquía que esto ha generado y, sobre todo, por la violencia en que se embarcado al país desde 2006 y la corrupción que es hoy la carta de identidad de la clase política a todos los niveles y las mentiras con las que se quiso justificar la reforma energética.
Pero el gobierno, en lugar de reaccionar a favor de la población mexicana, mantiene inamovible su postura y tolera u organiza, no lo sabemos a ciencia cierta, acciones vandálicas que buscan desprestigiar las justas y pacíficas manifestaciones de descontento popular y generar una situación de alarma que haga olvidar el objetivo primero: protestar por el alza de combustibles, la corrupción y la incapacidad de quienes están al frente del gobierno.
Para entender la protesta
Pedro Calderón Michel, de “Noticiero Denver”, en Colorado, USA, hace un comparativo de los precios de las gasolinas en Estados Unidos y México. Concluye que en EU, para llenar un tanque de 13.2 galones se requieren 29.4 dólares yen México: 39.60 dólares (en cambio al 20.50 pesos). Con el salario mínimo de Estados Unidos esto significa el trabajo de 3.2 horas; pero en México significa el trabajo de 10.1 días. Esta es la gran diferencia. (Publicado en: Facebook@pedrocaldronmi).