Columna de Opinión
En el mes de septiembre de 1939, un grupo de políticos encabezados por Manuel Gómez Morín fundó el Partido Acción Nacional (PAN), como un proyecto de oposición al gobierno emanado del movimiento revolucionario, entonces denominado Partido de la Revolución Mexicana, más tarde convertido en Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Los fundadores del PAN pusieron por encima de la obtención del poder la integración de un partido que representara a una clase media católica y conservadora, descontenta con la política de los gobiernos revolucionarios.
Sin duda, sus fundadores fueron políticos de derecha, pero honorables por sus trayectorias políticas, académicas y profesionales, entre cuyos principios estaba fomentar la vida democrática, la defensa de la propiedad privada y la lucha por un gobierno vinculado con la Doctrina Social Cristiana.
Sin embargo, tras el descontento del sector empresarial con los gobiernos de Luis Echeverría -que mostraba una falsa imagen de político de izquierda- y de López Portillo -quien al final de su sexenio estatizó la banca-, la dirección del partido decidió abrir las puertas a los empresarios. Con ellos llegaron militantes de organizaciones anticomunistas de extrema derecha que en pocos años se convirtieron en dirigentes del PAN.
Cuando el PRI abandonó los principios que le dieron origen, en el gobierno de Carlos Salinas, los panistas no tuvieron empacho en aliarse con el gobierno y de ese modo lograron sus primeras gubernaturas y llegaron a la Presidencia de la República con Vicente Fox Quezada. Varios de los altos funcionarios de ese sexenio eran militantes de la organización anticomunista El Yunque.
El Partido Acción Nacional había perdido su ideología y se había convertido en lo que no esperaban sus fundadores, en un partido electorero cuyo único objetivo era tener y mantener el poder. Así nació lo que hoy llamamos EL PRIAN.
Su segundo presidente fue un fiasco; Felipe Calderón se hizo del poder a través de un fraude electoral en el que participó activamente el presidente Vicente Fox; inició una absurda guerra contra el narcotráfico, dejó el país hundido en la violencia y al concluir su mandato se fue a vivir a España, donde hoy viven también Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto.
En México, lo que quedó fue un partido controlado totalmente por la derecha empresarial y la extrema derecha anticomunista, y con una militancia sin más ideología que ese anticomunismo trasnochado, la ambición de poder y la corrupción, con un cuadro dirigente sin capacidad para redefinir el futuro político del PAN.
SUS MEJORES CARTAS
Nada queda de aquel partido fundado en 1939; su único militante veterano que aún tiene presencia es Diego Fernández que en su juventud perteneció al MURO, una organización filial del Yunque. Hoy las figuras más notables -por su presencia en las redes sociales y en los medios periodísticos- son modelos de ignorancia, presunción y superficialidad.
El presidente nacional que está por dejar el cargo, Marko Cortés Mendoza, se ha distinguido por su carencia de visión política y su pobreza discursiva; sin más, ha convertido al PAN en un instrumento del empresario Claudio X. González Guajardo, éste es quien formó la alianza opositora PAN-PRI-PRD e impuso la candidatura de la oposición.
En el Poder Legislativo, concretamente en el Senado, se destacaron tres mujeres panistas que fueron retratos vivientes de los que es hoy un partido que en su momento fue honorable: Xóchitl Gálvez Ruiz, Kenia López Rabadán y María Lilly del Carmen Téllez García. Con su comportamiento, las tres ridiculizaron a su partido, mostraron su lamentable concepto de lo que es legislar; las tres utilizaron la tribuna para calumniar, injuriar, mostrar su odio al gobierno y hacer el ridículo, como encadenarse a sus curules y hacer de una protesta una piyamada en el recinto legislativo.
Xóchitl Gálvez fue la peor candidata presidencial que ha tenido el país, sus ridículos superaron a algunos comediantes. Kenia López ha sido la versión femenina de otro panista: Javier Lozano, por su discurso violento, mentiroso y altisonante; hoy es diputada federal. Lilly Téllez repite en el Senado por la vía plurinominal, sólo para continuar con su mismo discurso vacío y una actitud de “niña berrinchuda” que lo único que sabe es despotricar contra el ex presidente López Obrador y la actual mandataria Claudia Sheinbaum Pardo.
Y por si esto no bastara, han elegido como nuevo presidente nacional del partido al líder del cartel inmobiliario de la Ciudad de México, Jorge Romero Herrera, varios de cuyos socios están en la cárcel o son fugitivos. Su gran propuesta es que le da a la presidenta Claudia Sheinbaum “una sola oportunidad de diálogo”, como si él fuera la máxima autoridad del país, cuando sólo es el dirigente de un partido en declive.
EN PUEBLA, EL PAN SE DERRUMBA
Para la renovación de la dirigencia estatal del PAN en Puebla, se ha decidido porque sea el Consejo Estatal el que elija al líder del partido que sustituya a la actual presidenta Augusta Díaz de Rivera Hernández. La explicación que ha dado es que de esa forma se asegurarán de que no voten aquéllos militantes que en las elecciones del 2 de junio “traicionaron” al partido. Hay en proceso más de 700 expulsiones de militantes por esta causa.
Esta explicación tiene su origen, precisamente, en los pobres resultados de las elecciones generales. El PAN poblano perdió la elección presidencial, no ganó ninguna diputación federal y local, tampoco las senadurías y la gubernatura; de pilón, perdió la presidencia de la capital. Además, en la elección del dirigente nacional, únicamente votó el 24 por ciento de los militantes.
La disputa por la dirigencia de un partido en decadencia se centra en dos grupos: los militantes del Yunque, que representan la extrema derecha, y los miembros del grupo creado por el difunto ex gobernador Rafael Moreno Valle, que representan la corrupción y la impunidad.