Más de 600 habitantes de la sierra de Tarahumara, familiares, religiosos y autoridades del estado de Chihuahua se dieron cita en el templo de Cerocahui para acompañar los actos fúnebres de los dos sacerdotes jesuitas asesinados dentro de la iglesia.
Durante la ceremonia se vivieron momentos emotivos entre cantos religiosos y ritos de los indígenas rarámuris, a los que entregaron sus vidas por décadas, y los cuales dieron mensajes de amor para ambos sacerdotes.
En el trascurso de la misa la cual duro más de una hora, fueron recordadas las labores de los dos jesuitas en las humildes comunidades de la sierra de Tarahumara y algunas anécdotas como la que se dio durante la celebración de los 50 años de Mora en la que le llenaron el rostro de pastel y él se negó a que se lo retiraran para hacer reír a los niños.
Por su parte el jesuita Javier Avila en alusión al lema presidencial que apuesta por luchar contra la inseguridad con “abrazos, no balazos”, desató los aplausos de los asistentes y dejó sin voz por la emoción al compañero de los asesinados.
Antes de llegar al panteón se realizaron paradas, donde se hicieron rituales indígenas que, según sus creencias, sirven para restablecer el orden de la vida y elevar sus almas al cielo.
Al llegar a Cerocahui, hombres, mujeres y niños flanqueaban la carretera para recibirlos con globos y banderas blancas, símbolo de una paz que es esquiva en esta sierra.