Emmanuel Anaya/Izúcar de Matamoros, Pue.
El cerro de Teponaztle ubicado en la comunidad de San José Las Bocas, a unos 10 minutos del centro de Izúcar de Matamoros, guarda sigilosamente entre sus entrañas pinturas rupestres que datan de más de 10 mil años, mientras que a su falda, se encuentran vestigios de la cultura Olmeca, zonas que no se les ha dado la importancia necesaria.
La palabra Teponaztle se refiere a un tipo de tambor que usaban los aztecas y olmecas, compuesto por un tronco hueco con dos lengüetas en cada lado. De acuerdo con el señor Ángel Sánchez González, al cerro se le llamó con esa palabra porque anteriormente retumbaba por las noches, sin embargo, con el paso del tiempo dejó de escucharse el sonido.
Subir el cerro para poder apreciar las pinturas es un reto, pues no hay camino que lleve a la ubicación de las mismas, son los del pueblo, quienes al pasar del tiempo han memorizado como llegar a tan místico lugar. Aunque el cerro se observa apaciguado, un peligro constante es la tierra suelta, las piedras de gran tamaño y las serpientes que habitan la zona.
En lo más alto del cerro, entre árboles y animales, yace un peñasco en el cual se encuentran grabados diversos dibujos, que el paso del tiempo y no darles el cuidado necesario ha empezado a deteriorarlos, pero aún se aprecian las figuras de seres humanoides, algunos cuadrúpedos, así como varias cruces, unas manos y manchones de pintura.
Ángel Sánchez González, vecino de Las Bocas, refirió que los hermanos Nabor y Juan Sánchez Álvarez, al estar explorando el cerro encontraron las pinturas, y fueron ellos quienes dieron a conocer el hallazgo. Posteriormente, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron una investigación de las pinturas y señalaron que datan de más de 10 mil años. Pero fue la única vez que estuvieron en la región.
Abundó que en el cerro se encuentran más lugares con vestigios: “A lo largo del cerro se encuentran varias zonas con pinturas, nosotros (los del pueblo) conocemos el lugar denominado como El Cementerio, La Colmena y otra que se ubica por el rio”.
Fue en la década de los 90 que arqueólogos manifestaron que se debería poner tela para conservar intactas las piezas, la cual cubriría desde el paraje conocido como “La Presa” hasta “Manzanares”; también señalaron la creación de un museo regional, no obstante, por la falta de interés de las autoridades no se hizo nada, aseveró Sánchez González.
Zona arqueológica
A las faldas del cerro, más específicamente en el paraje denominado “Cola de caballo”, se encontró lo que fue un asentamiento Olmeca, según el estudio que realizó la arqueóloga María de la Cruz Paollés Hernández, durante el año 1996 al 2000.
De acuerdo con la investigación, la zona arqueológica es una de las pocas aldeas agrícolas del Periodo Formativo que aún existe en el Altiplano Central de México, el cual es un lugar estratégico, como un sitio de intercambio de materias primas y productos manufacturados.
En las excavaciones realizadas por la antropóloga y su equipo, se recuperaron evidencias de actividad relacionadas a una posible unidad doméstica donde se presume existió un taller de lítica, taller de cerámica y barro.
Asimismo, se encontraron piezas cerca de San José Las Bocas, lo que hace pensar que debajo del pueblo se encuentran los asentamientos correspondientes al clásico y posclásico, cubiertos por las casas.
Se dio a conocer que los materiales encontrados en la zona son en su conjunto semejantes a los tipos cerámicos que forman parte del acervo de diversos museos del extranjero, la mayoría ubicados en los Estados Unidos de Norte América.
Cabe resaltar que, el señor Ángel Sánchez González, relató que antes de que los investigadores realizaran los estudios, gente de diferentes lugares llegaban para excavar y sacar varios figurillas prehispánicas como vasijas, collares, entre otros, los cuales se llevaban y los vendían a coleccionistas.
Finalmente, el estudio arrojó que también se encontraron huesos humanos, pero se descartó que el lugar fuera un cementerio.