Redacción / Información internacional.
La Policía y la Fiscalía chilena están llevando a cabo una investigación tras el macabro hallazgo de los restos de una mujer en el municipio de Ñuñoa, en Santiago de Chile. El cuerpo fue descubierto hace dos días en una calle residencial de clase media acomodada, desencadenando una serie de interrogantes y especulaciones.
En un principio, se creyó que este caso estaba relacionado con el crimen organizado, dado el aumento de la presencia de cuerpos desmembrados en las calles de Chile. Sin embargo, los investigadores se llevaron una sorpresa cuando descubrieron que se trataba de algo completamente diferente.
El hallazgo comenzó cuando trabajadores de un edificio reportaron la existencia de una maleta sospechosa en la calle Los Talaveras. Al abrir el bolso, la Policía de Investigaciones encontró los restos de una mujer de aproximadamente 59 años, cuya muerte se estima que ocurrió hace seis meses. Este descubrimiento generó gran expectación en la opinión pública chilena debido a la ubicación del cuerpo en un barrio residencial tranquilo.
Las investigaciones se intensificaron cuando se encontraron imágenes de una mujer mayor dejando la maleta en una esquina a las siete de la mañana del lunes, a unos 200 metros del punto de reciclaje. Tras conversar con vecinos de la zona, se identificó una casa en la calle Los Jardines, donde vivían tres mujeres: una de 80 años, su hija religiosa recién llegada desde Italia para cuidarla, y otra mujer.
Según la información proporcionada por la Policía, las dos mujeres interrogadas hijo madre e hija. La madre, identificada como Lorenza Ramírez de 80 años, habría sido quien trasladó el cuerpo hacia la vía pública en una maleta. Por otro lado, la mujer fallecida, Erica Fernández de 59 años, habría sido pareja de Lorenza y ambas habrían deseado formar su propia congregación religiosa.
El subprefecto Juan Fonseca, jefe de la Brigada de Homicidios de la Región Metropolitana, reveló que Erica padecía de una grave enfermedad y que Lorenza la cuidó hasta su fallecimiento. Ambas habrían sellado un pacto de amistad que debía cumplirse después de la muerte de Erica. Según las declaraciones de Fonseca, Lorenza mantuvo el cuerpo de su amiga en su casa por un año debido al profundo cariño que sentía por ella. Afirmó que ambas tenían un acuerdo de no denunciarse en caso de fallecimiento.
El fiscal Francisco Lanas, de la Fiscalía Metropolitana Oriente, ha detallado que Erica falleció en otro domicilio, en la calle Suárez Mujica de Ñuñoa. Lorenza trasladó el cuerpo a su casa en calle Los Jardines, donde permaneció en una bodega durante todo un año. Las autoridades no encontraron signos de violencia ni indicios de participación de terceros en la muerte de Erica, por lo que preliminarmente se considera una muerte natural.
La teoría de las autoridades es que Lorenza dejó los restos de Erica en la calle por temor a que su hija religiosa, quien había regresado de Italia para vivir con ellas, descubriera el cadáver. Se especula que Lorenza pudo haber sufrido algún tipo de trastorno mental que la llevó a tomar esta decisión.
Aunque Lorenza fue imputada por inhumación ilegal, fue puesta en libertad debido a su avanzada edad y su conducta intachable anterior. Su hija figura como testigo en la investigación.
Las dos mujeres se habían conocido en una parroquia y decidieron convertirse en laicas consagradas, vistiendo hábitos azules y renunciando a usar ropa de calle. Aunque ninguna de las dos pertenece a una congregación oficial, mantuvieron una amistad cercana y duradera. Lorenza, a diferencia de Erica, se casó y tuvo tres hijos, todos adultos.
Este inusual caso ha dejado perpleja a la opinión pública chilena, planteando interrogantes sobre la relación entre Lorenza y Erica, así como sobre los límites que pueden alcanzar la amistad y la fe. La investigación continúa en curso para desentrañar todos los detalles de este pacto entre dos religiosas y el destino final de Erica Fernández.