Por: Alberto Jiménez Merino
Con una inversión de 16 mil millones de pesos (MMDP), la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), del Gobierno de México, entregará un millón de toneladas de fertilizantes a dos millones de productores para aplicarse a tres millones de hectáreas de maíz y frijol, correspondientes al programa Producción para el Bienestar, durante el año 2023, según Areli Cerón, Coordinadora del Programa Nacional de Fertilizantes.
Aplicar fertilizantes se ha convertido en una necesidad prioritaria porque los suelos mexicanos se han empobrecido a una gran velocidad en las últimas cinco décadas, como producto de una cultura productiva marcadamente extractiva y malas prácticas agrícolas que han derivado en erosión, pérdida de rendimientos y capacidad de retención de agua, con lo que también los acuíferos se han disminuido.
Actualmente, si no se fertiliza y no se fumiga contra plagas, no hay cosechas. Pero también, si no se siembran los campos no hay agua en los manantiales, porque la acción de remover la tierra y hacer los surcos permite la captación de la lluvia y su infiltración al subsuelo, como me lo enseñaron los campesinos de Acatlán Puebla.
Es un gran acierto que hoy se apoye con fertilizantes para todos los estados del país, entre cuyas ventajas están su rápida respuesta en suelos carentes de nutrientes y, como ya hemos señalado antes, también muy pobres en materia orgánica y microorganismos necesarios para la descomposición de esta. Las malas prácticas productivas han provocado la pérdida de suelo fértil, de materia orgánica y de los microbios que dan vida a las tierras agrícolas.
Sin embargo, entre las desventajas del uso de fertilizantes podrían mencionarse los efectos de salinización, el riesgo de contaminación de acuíferos, la baja eficiencia y le producción de gases efecto invernaderos como el óxido nitroso o sulfuroso.
La tendencia mundial va en sentido de recuperar las prácticas regenerativas en la agricultura y transitar hacia los productos orgánicos, libres de agroquímicos.
Es por eso que, agregar materia orgánica a los suelos a través de estiércol de animales, compostas, tierra de hojas o dejando parte de los residuos de las cosechas, son prácticas indispensables, aunque por la pérdida de los microorganismos, éstas ya no son suficientes, se requiere de la adición de biofertilizantes.
Los biofertilizantes son productos elaborados a base de microorganismos, principalmente bacterias y hongos, que tienen distintas funciones en la planta y el suelo: fijan nitrógeno del aire o ayudan a descomponer la materia orgánica para hacerla aprovechable, mejoran las condiciones para mejorar la absorción de los nutrientes, o promueven el desarrollo radicular para máxima capacidad de exploración de humedad, según Marcel Morales, experto y pionero en la fabricación de estos insumos.
La aplicación de biofertilizantes en caña de azúcar ha permitido rendimientos sostenidos de 140 toneladas por hectárea durante 10 años, contra 60 a 70 toneladas que presentan los cultivos tradicionales que deben volver a sembrarse a los 4 o 5 años.
En Sinaloa, en el ciclo 2020-2021, en el cultivo de maíz blanco, al comparar el uso de 400 kilos de amoniaco por hectárea contra solo 100 kilos más de biofertilizantes, los rendimientos de grano fueron de 10.41 toneladas por hectárea contra 12.2 toneladas por hectárea, y las utilidades de 31 mil 500 pesos y 43 mil pesos por hectárea, respectivamente.
En Mexicali, Baja California, en el ciclo 2011, en trigo, la aplicación de 250 kilogramos de nitrógeno por hectárea con fertilización química, resultó en un rendimiento de 5 toneladas de grano por hectárea. Pero, al reducir la fertilización química en un 25 por ciento y agregar biofertilizantes, el rendimiento se incrementó a 8.2 toneladas de grano por hectárea.
De igual forma, en Guanajuato, en el ciclo 2000, en producción de cebada, sin fertilización se obtuvieron mil 666 kilogramos de grano por hectárea; con fertilización química al 100 por ciento, el rendimiento fue de 2 mil 900 kilogramos de grano por hectárea; y, con el 100 por ciento de fertilización química más biofertilizantes, se obtuvieron 3 mil 625 kg de grano. Otros resultados indican que con el 100 por ciento de la fertilización química se obtienen 4.4 toneladas de grano por hectárea, y con solo un 25 por ciento de biofertilizantes, el rendimiento sube hasta 5.7 toneladas de grano.
Los biofertilizantes y la agricultura de conservación son parte de la estrategia de agricultura regenerativa más importante en el mundo. Más de 155 millones de hectáreas alrededor del planeta han adoptado la agricultura de conservación como su estrategia productiva. Estados Unidos tiene 35.6 millones de hectáreas, Brasil 31, Argentina 27, Canadá 18, Australia 17, China 6.6 y México solo 41 mil hectáreas, aproximadamente 0.18 por ciento de su superficie sembrada. En los últimos 11 años, esta estrategia se ha incrementado a nivel mundial a un ritmo promedio anual de 7 millones de hectáreas.
Después de un año de aplicar la agricultura de conservación en 8 municipios de la Sierra Sur de Oaxaca, con 170 productores de maíz, se encontró un incremento promedio de 520 kilogramos de grano por hectárea. Además, 7 de cada 10 participantes reconocen un aumento en el flujo de ríos y arroyos, menor escurrimiento de la lluvia, un aumento en la limpieza de los arroyos y también en la recarga de acuíferos según Agrointensiva Consultores.
Por todo lo anterior, fertilizantes, biofertilizantes y agricultura de conservación son el futuro de la agricultura para el bienestar y la seguridad alimentaria de México y del mundo.