Nicolás Dávila Peralta / Puebla, Pue.
En 1997, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) creó el “Reconocimiento Memoria del Mundo UNESCO”, como un registro del patrimonio documental de valor mundial.
Este año, el reconocimiento fue para el archivo que custodia los documentos del maestro Gilberto Bosques Saldívar, elaborados en su gestión como representante diplomático de México en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial.
La noticia fue dada a conocer por la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, profesora universitaria, investigadora y escritora, miembro del Consejo Asesor Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, y esposa del Presidente de la República, quien destacó que este reconocimiento obliga al gobierno de México a custodiar y proteger el patrimonio documental del diplomático poblano.
Gilberto Bosque Saldívar nació en Chiautla de Tapia, el 20 de julio de 1892. Su historia transcurre desde lo que él llamó “el sol de los chiautecos” hacia las aulas de la Escuela Normal poblana, para seguir por la ruta del movimiento antireeleccionista, las tribunas del Congreso Constituyente de Puebla y la Cámara de Diputados federal, hasta culminar en una carrera diplomática que salvó de la muerte a miles de perseguidos, lo mismo por el nazismo y el fascismo, que por la emergente y sangrienta dictadura de Francisco Franco en España.
En Europa es reconocido precisamente por esta labor en defensa de la vida de miles de perseguidos; sin embargo, su trayectoria como humanista liberal y defensor de los derechos del hombre a la vida y la libertad iniciaron desde muy joven.
En su adolescencia abandonó su natal Chiautla para iniciar sus estudios normalistas en la ciudad de Puebla en la época prerevolucionaria, donde se unió al movimiento encabezado por Aquiles Serdán. Concluidos sus estudios, el joven profesor pidió permiso sin goce de sueldo para unirse a las fuerzas carrancistas que defendían el puerto de Veracruz de la invasión estadounidense.
Iniciada su carrera política, fue elegido diputado constituyente para la elaboración de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Puebla.
Bosques Saldívar no fue un político improvisado e ignorante. El amor por los libros, su afán de saber lo heredó de sus padres. En tiempos del porfirismo, cuando lo que menos importaba era llevar el conocimiento al medio rural y apartado de las grandes ciudades, como era entonces Chiautla de Tapia, fue su madre la que le enseñó las primeras letras y le inculcó el principio de que la dignidad del hombre se sustenta en su capacidad de ser pensante.
“Ella me decía: ‘Piensa todo. Lo que has hecho ayer, lo que haces hoy, y lo que puedes hacer mañana. El pensamiento es lo que hace un ser distinto a los animales. Lo más importante que puede hacer el hombre es pensar, pensar siempre, pensar todo’…”, escribió Gilberto Bosques sobre su madre en sus memorias.
Formó parte de la XXX Legislatura Federal (1922) y en 1924, distanciado de Álvaro Obregón, se unió al movimiento delahuertista.
Volvió a la Cámara de Diputados en 1934 donde, además de responder al Primer Informe del presidente Lázaro Cárdenas, participó en la reforma constitucional que implantó la educación socialista.
Con Luis Enrique Erro, hombre de ciencia y de convicciones liberales, y otros diputados, principalmente del estado de Michoacán, formaron el ala izquierda del Bloque Nacional Revolucionario del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Contendió en 1936 por la gubernatura de Puebla, en contra del general Maximino Ávila Camacho, triunfo del que fue despojado.
Defensor de la libertad y de la vida
En 1939, fue nombrado por el presidente Lázaro Cárdenas cónsul general de México en París, cuando ya en Europa se padecía el surgimiento del poderío nazi y en el sur de ese continente emergía el fascismo en Italia, y en España Francisco Franco perseguía a muerte a los republicanos e implantaba una de las dictaduras más duraderas de la península ibérica.
Ocupado el norte de Francia y la capital París por el ejército alemán, Gilberto Bosques trasladó el consulado a la zona libre del sur, donde se situó la capital de Francia. La sede del consulado se ubicó primero en Bayona y luego en Marsella. En estos dos lugares, Gilberto Bosques transformó la misión diplomática en un espacio de protección de los perseguidos por la Alemania nazi, la Italia fascista y la España franquista.
Primero fueron los mexicanos radicados en Francia quienes recibieron la protección del consulado; pero luego esta protección se extendió a los refugiados españoles que habían huido por la represión del gobierno de Francisco Franco y que ahora se veían amenazados por el avance de las fuerzas alemanas.
Era tanta la afluencia de refugiados, que el cónsul Gilberto Bosques rentó dos castillos (Reynarde y Montgrand) que convirtió en centros de asilo para los perseguidos por el nazismo que se extendía rápidamente por toda Francia. Más de cuatro mil refugiados obtuvieron del consulado un pasaporte mexicano que les permitió salir de Francia y librarse así de una muerte segura.
Más difícil fue para Bosques Saldívar salvar del exterminio a los judíos que acudieron a la representación diplomática en busca de refugio; sin embargo, también a ellos se extendió la acción de este mexicano, fiel a sus convicciones liberales y democráticas. Su acción fue fruto de los valores aprendidos y practicados en familia y de su trayectoria política en México.
El 22 de mayo de 1942, el Congreso de la Unión aprobó la declaratoria de guerra en contra de las fuerzas del Eje: Alemania, Italia y Japón. Gilberto Bosques Saldívar fue el encargado de comunicar al gobierno instalado en Vichy, ya entonces aliado al nazismo, la ruptura de relaciones con su gobierno.
Ese mismo año las fuerzas de la Gestapo tomaron el consulado y apresaron al cónsul Gilberto Bosques y a su familia (esposa y tres hijos adolescentes), así como al personal del consulado.
Primero fueron trasladados al poblado de Amélie-les-Bains-Palalda, en el sur de Francia, y luego trasladados a Bad Godesberg, en el distrito de Bonn, donde se les dio por prisión un hotel.
Firme en la defensa y respeto de los principios de la política exterior, rechazó cualquier trato vejatorio por parte de los nazis y declaró que él, su familia y sus colaboradores se consideraban prisioneros de guerra. Con tal categoría todos fueron cajeados por prisioneros alemanes y regresaron a México en 1944.
Su llegada al país estuvo marcada por el reconocimiento de aquéllos a quienes había rescatado de la muerte; miles de refugiados españoles, franceses y judíos lo esperaron en la estación de ferrocarril de la ciudad de México y lo cargaron en hombros.
Testigo de la Revolución Cubana
Tras su regreso a México, fue nombrado Ministro Extraordinario y Plenipotenciario en Portugal, de 1945 a 1949; en Suecia y Finlandia, de 1949 a 1953. Ese año fue trasladado de esa sede diplomática a la embajada de México en Cuba, entonces gobernada por Fulgencio Batista.
En la isla caribeña vivió la revolución y vio entrar triunfantes en La Habana a las fuerzas revolucionarias capitaneadas por Fidel Castro Ruz. Su trabajo diplomático tuvo mucho que ver con la decisión tomada por el gobierno mexicano de no romper relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario cubano ni aceptar el bloqueo comercial.
Su gestión diplomática en la isla de Cuba concluyó en 1964 y el hombre liberal, revolucionario, defensor de la democracia y de la vida de miles de perseguidos por el nazifascismo y el franquismo, se retiró a la vida privada en su residencia de la ciudad de México, en donde murió el 4 de julio de 1995.
Muchos lo han calificado como el Schlinder mexicano; sin embargo, entre el empresario alemán Oskar Schlinder y Gilberto Bosques Saldívar existe una gran diferencia.
El primero, empresario alemán, nunca dejó de servir a los nazis, primero fabricando utensilios de cocina y luego cápsulas de proyectiles de cañón. Es cierto que libró a miles de judíos de la muerte, para emplearlos en su fábrica como obreros, pero nunca dejó de ser el empresario que se adaptó al sistema dominante en Alemania y Polonia de ese tiempo.
Gilberto Bosques, por el contrario, expuso vida y familia para brindarle a los perseguidos la protección del consulado, exponiéndose hasta el final a la represión nazi que lo llevó al cautiverio por dos años.
Bosques no es el Schlinder mexicano, es Gilberto Bosques Saldívar, el que libró de la muerte a miles de perseguidos con el único interés de salvarlos de morir y defender los principios de la libertad y la democracia.
Es por esto que la UNESCO ha reconocido a sus archivos de la época de la Segunda Guerra como “Memoria del Mundo”, porque constituyen una riqueza documental sobre el papel del gobierno de México a favor de los perseguidos por las dictaduras de Hitler, Musolini y Francisco Franco.