Expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), encontraron una comunidad fúngica causante del hongo negro en el aire de la Ciudad de México, así como tras bacterias causantes de laringitis, faringitis, asma, alergia, edema pulmonar y enfermedad pulmonar.
En dicho estudio se hizo un análisis aerobiologico de la composición de algunas comunidades bacterianas y fúngicas que se encontraran en la atmosfera de la CDMX, donde se realizaron monitoreos que identificaran con mayor exactitud estos microrganismos, los cuales se respiran en el país.
El equipo está encabezado por María del Carmen Calderón Ezquerro, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), de la UNAM; dicho equipo detectó comunidades bacterianas representadas principalmente por los patógenos: Actinobacteria, Proteobacteria (Escherichia coli, Salmonella, Vibrio, Helicobacter); en cuanto a las comunidades fúngicas se encontró Ascomycota (Asperguillus y Penicillium), Basidiomycota (Cryptococcus), y Zigomycota (Rhizopus y Mucor familia Mucoraceae, causante del hongo negro).
Ante esto, la investigadora detallo que en la microbiota del aire (o bioaerosoles) se concentran partículas de origen biológico, como microorganismos vivos o muertos, bacterias, algas, protozoarios, arqueas (organismos celulares) o agentes infecciosos, como los virus, además de granos de polen y esporas de hongos.
Sin embargo, otras partículas pueden provenir de los océanos y continentes, y su distribución geográfica puede ser local, regional o continental, y señaló que algunos microorganismos pierden viabilidad por las condiciones atmosféricas de radiación, desecación, variación de la temperatura o humedad; otros pueden producen toxinas.
Por ello, la especialista aclaró que, si bien las partículas nos rodean todo el tiempo, los procesos atmosféricos como la lluvia disminuyen su presencia.
Para la investigación el equipo colectó muestras de aire. “Utilizamos filtros para partículas PM10 (que poseen un diámetro aerodinámico menor a 10 micrómetros) y trampas de esporas que funcionan las 24 horas, los 365 días del año. Las partículas se impactan en una cinta de celofán que tiene un adhesivo, y eso es lo que llevamos ya sea para observación al microscopio o para la extracción y secuenciación de ADN, para determinar qué hay en el aire”.
De esta manera, secuenciaron 42 muestras, 21 de cada época del año, (secas y lluvias). A través de la observación microscópica encontraron aquello que se puede ver: esporas de hongos y granos de polen, pero al hacer la extracción de ADN y tras su secuenciación se amplió la cantidad de bacterias que se pudieron identificar del aire, utilizando metagenómica para su detección, además de otras bacterias que ya se conocían, como las enterobacterias, por ejemplo, Escherichia coli, causada por el fecalismo al aire libre.
Para abarcar las dos estaciones, el estudio duró un año. Calderón Ezquerro contó con la colaboración de dos investigadoras posdoctorales, Nancy Serrano Silva y Carolina Brunner Mendoza, esta última ahora profesora e investigadora en el Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina.