Román Valle / Izúcar de Matamoros, Pue.
El pulque en la antigüedad era considerado como una bebida sagrada, y estaba profundamente relacionado con las creencias de las culturas mesoamericanas.
Durante la época prehispánica, solo los Sacerdotes, Ancianos y Guerreros consumían el pulque en ceremonias religiosas, por esta razón el pulque no era una simple bebida, sino un símbolo de lo sagrado y lo prohibido, ya que era un regalo divino que requería de un gran respeto.
La palabra “pulque” no es de origen náhuatl. Es una deformación lingüística de los españoles (como Churubusco que originalmente era Huitzilopochco; Tacuba, que era Tlacopan o Tacubaya que era Atlicuihuayan). El nombre original de esta bebida era iztac octli, “licor blanco”.
Hoy el pulque sigue siendo un símbolo de tradición, y su mitología nos recuerda como las antiguas culturas mexicanas lo consideraban un puente entre lo humano y lo divino. En conclusión, el pulque no lo bebe cualquier persona, es una bebida exclusiva para “Dioses”.
Originalmente, esta bebida se transportaba en bolsas elaboradas con cuero de chivo o cerdo. El animal era desollado para utilizarse como recipiente.
El dicho popular mexicano: “Ponerse hasta las manitas”, hace referencia a este método de transporte del líquido fermentado. Cuando se le preguntaba al comprador la cantidad de pulque que deseaba, éste respondía que quería “hasta las manitas”, es decir, hasta llegar a las manitas del cuero.
“El pulque”, es la bebida mexicana por excelencia, y tras milenios sigue deleitando paladares, tal como lo hizo entre los dioses en su origen mítico, el cual cuenta que fue un regalo de la diosa náhuatl Mayáhuel para los hombres.