*Semana Política
Por: Gabriel Sánches Andraca
El pasado fin de año, el delegado de la Sedesol en Puebla y aspirante a la candidatura del PRI a la gubernatura del estado, Juan Manuel Vega Rayet, tuvo una reunión con un grupo de columnistas a la que este reportero no pudo asistir por estar fuera de la ciudad gozando de unos días de vacaciones.
El ex diputado local y federal, ex presidente municipal de Izúcar de Matamoros y ex dirigente estatal del PRI, dijo que hay cinco aspirantes a la candidatura de su partido para la gubernatura del estado: Enrique Doger Guerrero, Juan Carlos Lastiri Quirós, Alberto Jiménez Merino, Alejandro Armenta y él mismo, Juan Manuel Vega Rayet.
Los cinco tienen carrera política, es decir, han ocupado puestos de elección popular, han sido funcionarios públicos estatales y municipales y han ocupado alguna dirigencia dentro de su partido. Entrenamiento que no tiene casi ningún político de oposición.
Las probabilidades de que el PRI recuperara la gubernatura de Puebla y que repitiera en la presidencia de la república, se consideraban altas. Lo mismo nos había dicho un político priista de primer nivel que coincidía con Vega Rayet, al afirmar que sólo se requeriría mantener la unidad dentro del priismo y una buena estrategia de campaña.
Pero todavía no se había dado el “gasolinazo” que días después vino a cambiar totalmente el panorama.
Según militantes priistas de base (los que no tienen cargos, ni han tenido y que están en el PRI por convicción o por tradición familiar) nos dijeron cuando surgieron las protestas ciudadanas provocadas por el incremento del precio al combustible, que sólo un mejoramiento substancial de la política económica que beneficiara al grueso de la población, podría evitar la debacle priista en el 2018. Podría darse con un buen plan, pues se tenía más de un año para operarlo. Si eso no ocurría, sólo un milagro de la Virgen de Guadalupe, evitaría el hundimiento del Revolucionario Institucional.
Y es que en el dieciocho se van a elegir un presidente de la República, once gobernadores, 500 diputados federales, más de 120 senadores, 32 congresos locales y más de 2 mil ayuntamientos, es decir, casi todo el gobierno en sus tres niveles, sería renovado.
Esa elección sería la más importante de la historia que rompería con la tradición de dejar a cada estado, en uso de su soberanía, fijar las fechas de sus elecciones de acuerdo a sus necesidades y a sus propios intereses.
La propuesta para unificar todas las elecciones locales y federales en una sola, fue del Partido Acción Nacional y los priistas, que como opositores son inocentones, cayeron en la trampa y ahora están metidos en un problema.
Si se toma en cuenta que, como dicen los abogados, “lo accesorio sigue la suerte de lo principal”, en el caso que nos ocupa lo principal será la presidencia de la República y lo accesorio todo lo demás, es decir, que el PRI, si no hace sentir cambios en la economía popular y si la Guadalupana no le hace el milagro de salvarlo, estaría a punto de desaparecer, pues lo perdería casi todo.
Será difícil en las actuales condiciones, lograr la unidad priista y si esta no se da, pues por muy buena estrategia que se implemente para la campaña, no tendrá los resultados que se esperan.
Los viejos políticos, formados en la universidad de la vida y por líderes que habían demostrado en los hechos su valía, eran mucho más eficaces que los actuales, egresados de universidades, incluso con doctorados en prestigiadas instituciones extranjeras principalmente gringas.
La razón de esto debe buscarse en el hecho de que los políticos anteriores a la tecnocracia, se sentían del pueblo y no perdían contacto con él y los nuevos, se sienten guías de un pueblo semi-analfabeto, al que creen que pueden someter fácilmente, hablándoles de llevarlos a la modernidad.
El país está sufriendo las consecuencias de la falta de liderazgo, de la carencia de políticos con oficio, sensibles a las necesidades, a los requerimientos de una población que sufre los efectos de una política económica que nos fue impuesta por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y que ha provocado una mayor concentración de la riqueza en pocas manos y el aumento de la desigualdad social que tiene a casi la mitad de la población en los límites de la pobreza y en la pobreza extrema.
Y en esto, no se salvan ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD, partidos en los que sólo sus dirigentes confían. El que parece tener mayor credibilidad entre la gente, tal vez porque todavía no ha ejercido ningún cargo gubernamental, es Morena. Pero se concreta a la confianza en un líder, Andrés Manuel López
Obrador, lo que significa un fracaso de nuestro sistema democrático. La creencia en que un solo hombre puede salvar al país, nos hace retroceder a la época del caudillismo post revolucionario, a los tiempos de Juan Andreu Almazán, Ezequiel Padilla o Miguel Enriquez Guzmán, candidatos opositores al PRI, surgidos del mismo PRI.
Andamos mal, porque los políticos andan mal. No han sido capaces ni de resolver sus propios problemas internos y todos los partidos los tienen y son problemas graves, pues sus disputas no son por los programas de trabajo para desarrollar al país, sino pleitos por el botín, nada más.