Nicolás Dávila Peralta
El 1929 nació un partido que aglutinaba a todos los grupos que protagonizaron la Revolución Mexicana: el Partido Nacional Revolucionario (PNR), cuyo objetivo era pacificar al país en torno a los principios plasmados en la Constitución de 1917; pero detrás del nuevo partido estaba la ambición personal del último caudillo revolucionario: Plutarco Elías Calles, de mantenerse como el líder de la política mexicana. Por seis años logró esta aspiración, fue el gobierno tras la silla presidencial de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, pero se encontró conque un joven revolucionario le salió respondón; Lázaro Cárdenas del Río no solo se libró de la custodia de Calles, sino que lo desterró para que no le diera más guerra.
Hasta entonces, la derecha se había mantenido oculta, pero trabajando por lograr el objetivo que entonces marcaba sus acciones: derrotar al régimen revolucionario y establecer un gobierno que respondiera a los principios católicos. La política de Cárdenas, sobre todo en materia de educación y reparto agrario, motivó a esta derecha a dar un paso abierto en contra de la revolución.
Así nació, en 1939, cuando el partido fundado por Calles adoptó el nombre de Partido de la Revolución Mexicana (PRM), un partido antirrevolucionario que planteaba lograr un México regido por principios cristianos: el Partido de Acción Nacional (PAN); así lo pensaron sus fundadores: Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Luis Calderón Vega, entre otros.
Como dice el comentario popular, los dos partidos no podían ni verse, eran como agua y aceite, uno con la bandera de partido revolucionario y otro como partido conservador y, por lo mismo, contrarrevolucionario.
Pero como en todo amor hay un Cupido. En 1988 apareció un Cupido de grandes orejas y poco pelo que desde el partido revolucionario no vio con buenos ojos eso de la justicia social y la economía mixta y decidió que era el momento de hacer del Partido Revolucionario Institucional (PRI) un partido postrevolucionario, acorde con el proyecto que, desde Estados Unidos empezaba a implantarse en el mundo: el neoliberalismo. Los que vieron con malos ojos a este Cupido, rompieron con él y fundaron otro partido: el de la Revolución Democrática (PRD) que buscaba al mismo tiempo mantener los principios originales del PRI y aglutinar a la izquierda marginada por décadas.
Pero los católicos panistas vieron con buenos ojos este cambio y empezaron a hacerle guiños al PRI, se paseaban frente a ellos con ojitos de “quiero contigo” y mordiendo el filo del rebozo. Poco a poco, se empezaron a ver con buenos ojos, hasta que se dieron el SÍ e iniciaron un extraño matrimonio en donde los priístas se olvidaron de la revolución y los panistas se volvieron más pragmáticos. De este modo, el último año del siglo XX, los priístas le entregaron al PAN la Presidencia de la República como regalo de bodas.
Así nació la familia PRIAN, una pareja enamorada que velaba sin tapujos por su propia felicidad pasando por encima de los trabajadores, los profesores, los desempleados y codeándose con la crema y nata del capital internacional y respetuosa de su padrino de bodas: los Estados Unidos.
Dos presidentes panistas hicieron ver que la flamante esposa no sabía ni cocinar, mucho menos hacerse cargo de toda la casa; pero el marido era comprensivo y le entró al quite en 2012. Para entonces, el tercero en la historia, el PRD, había perdido el rumbo y se encontraba desempleado. Ni tarda ni perezosa, la familia PRIAN lo contrató para apoyarla en sus proyectos; el PRD firmó el contrato el 2 de diciembre de 2012. Astuta, la pareja PRIAN le hizo creer que eran de la familia y que en el reparto de utilidades al partido del sol azteca le tocaría una rebanada igual a las otras dos.
Han pasado 23 años de matrimonio y 11 de que el PRD empezó a servir a la familia. Pero desde 2018 el PRIAN ha entrado en crisis, no hay dinero, no hay poder; es entonces que unos empresarios herederos de aquéllos que combatían la Revolución Mexicana han entrado en apoyo del matrimonio, y PRI y PAN renovaron sus votos matrimoniales y formaron la alianza Va X México, en la que metieron a su empleado doméstico, el PRD.
Sin embargo, hoy, en vísperas de las elecciones en dos estados del país y de las federales de 2024, han empezado los desacuerdos en el matrimonio: que si tú eliges candidatos para los comicios estatales, que si tú te encargas de las federales, que sí, que no, que ya veremos; que yo pongo candidatos, que no, que los pongo yo, que pónganse de acuerdo, dicen los empresarios.
Pero lo triste del asunto es que el PRD, que se creía miembro de la familia, ha caído en la cuenta que es la servidumbre. La crisis matrimonial es entre el
PAN y el PRI. Como los buenos patrones, le siguen diciendo al PRD que es parte de la familia, pero no lo dejan participar en las decisiones.
Seguramente, el matrimonio PRIAN superará sus diferencias, pero el PRD será lo que siempre ha sido: el personal de servicio a la orden de la familia de la cual, aunque quiera, no forma parte