Isaura Cecilia García López / Doctora en Antropología, profesor investigador de la FFyL-BUAP, se ha enfocado en los últimos años al área de la Antropología de la Alimentación
El presente artículo pretende indagar en la región sociocultural del valle de Izúcar de Matamoros, con un acercamiento de carácter antropológico sobre el sistema alimentario, considerando que la región es hábitat de diferentes grupos mixtecos, nahuas, además de mestizos. El propósito es reconocer las huertas como forma de sustentabilidad alimentaria, parte trascendental de sus tradiciones y cultura alimentaria regional.
El estado de Puebla se distingue por su historia, sus recursos naturales, por la variedad y riqueza de las culturas asentadas en su territorio; también se reconoce por la originalidad de su cocina, producto de saberes ancestrales fusionados con productos venidos de occidente; lugares como Izúcar aún conservan estos saberes.
El análisis se realizó por medio de la observación, entrevista, fotografía y registro etnográfico, con base en algunos conceptos de la antropología de la alimentación y de las teorías sobre la construcción social de la identidad y la cultura.
Sumado a lo anterior se pretende reconocer la relación que los habitantes del Valle de Izúcar han construido con la naturaleza: la sierra, el valle y los ríos; como producto de la adecuación de sistemas hidráulicos que privilegiaron la huerta como forma sustentable de habitar y significar su espacio, su pertenencia sociocultural, hoy trastocada por la situación crítica que se vive en la zona, debido a la contaminación y al sismo de 2017.
Primeramente, la región como sistema territorial emplazado en una zona geográfica que constituye subdivisiones internas, territorios y localidades, que en este caso conforman el valle de Izúcar, interactúan entre sí y dan cabida a la relación externa, a través del comercio en mercados y tianguis, con regiones como la Mixteca, el Valle de Atlixco y otras. Es importante destacar una intensa red de comercio interna que permite intercambiar los productos de la agricultura de traspatio entre vecinos, pero también entre los barrios. Estos productos se comercializan de casa en casa, en bicicleta o en pequeños comercios improvisados en las calles (Lomnitz 1995:39).
La región se caracteriza por mantener una relación constante entre sus escenarios rurales y urbanos, rebasa los límites sociopolíticos del municipio, interactúa más allá del estado, puesto que además de la agricultura y las huertas frutales desarrolla una intensa relación comercial a través de la producción e industrialización de la caña de azúcar (García López 2017).
El estado de Puebla se divide en 32 regiones económico-administrativas, ubicando a Izúcar de Matamoros en la región 15, la cual está integrada por 13 municipios.
El valle de Izúcar de Matamoros y el valle de Atlixco conforman un territorio con dos planicies: una proveniente de la sierra Nevada, del lado poniente del volcán Popocatépetl, y la otra limitada por la sierra Mixteca. De suelos muy fértiles, en ambos valles se ha desarrollado la agricultura y el comercio, a partir de huertos e invernaderos.
Al estar ubicado en la frontera del estado de Puebla, este territorio se constituye en un importante espacio de interacción cultural y comercial con los estados de Morelos y Guerrero, lo cual permitió que se consolidara como el centro más importante de la región, entrada a la zona mixteca, o como lo señalan algunos textos, parte de la Mixteca poblana. Por su relación comercial ha interactuado con los grupos tlapanecos-nahuas de Guerrero y Morelos, en actividades como “la cambia”, especie de trueque de productos alimentarios y artesanías, que se realiza en diferentes lugares del valle.
Las condiciones del valle han favorecido el cultivo de la caña de azúcar, las huertas de árboles frutales y una importante agricultura y ganadería de traspatio, sumada a una creciente densidad de población, que en el caso de Izúcar alcanzó los 82,809 habitantes (en 2020), en una extensión territorial de 536, 661 km2, si bien el 80% de la población vive en espacios urbanos, en la ciudad de Izúcar, lo cual motivó nuestra investigación puesto que la ciudad se encuentra atravesada por un importante sistema hidrológico, que fue capaz de permitir la sobrevivencia de la población desde siglos atrás.
Consideramos el territorio como espacio estratégico, soporte privilegiado de la actividad simbólica y como un conjunto de lugares de inscripción de la cultura que, en el caso de Izúcar, sobrevive pese a la presión homologante de los procesos de globalización, sumado a la carga excesiva de un 60 por ciento de su población viviendo en situación de alta marginalidad (Giménez 2000:27).
En este sentido, nos referimos a la ciudad de Izúcar como una región sociocultural conformada de manera histórica por 14 barrios, 7 orientales y 7 occidentales que además se crearon a partir del sistema hidrológico de acequias y canales para el riego de sus huertas y el uso doméstico del agua.
Actualmente a escala global, se recuperó el sistema tradicional de producción de alimentos, que pasa por una etapa crítica por varios factores: los conflictos por la posesión del agua; y la tierra, el crecimiento demográfico y la contaminación del agua, en mucho debido a los propios conflictos que ha vivido para su distribución, por la falta de tratamiento de aguas, además, por los desechos vertidos con la producción de caña de azúcar y las destiladoras, entre otras industrias.
Las huertas antiguas formas de sustentabilidad alimentaria
En el barrio de San Juan Piaxtla: “sus pobladores más viejos cuentan que su principal fuente de abastecimiento en torno a ella eran las huertas, de ahí cosechaban café, frutas, huaxes, plátanos, limones y en temporada de lluvias verdolagas, quelites, pápalos, alaches, entre otros alimentos. Actualmente son pocos los espacios de terreno que se siguen conservando como huertas, aunque dentro de los lotes o solares aún podemos ver reminiscencias de ellas, algunas conservan árboles frutales, huaxes, nopales, aunque ya no en la cantidad que se tenían cuando el terreno se destinaba a la huerta.” (Testimonio recuperado por Y. Guzmán, 2016).
También las huertas son extensiones territoriales en las que se practica la agricultura de hortalizas, verduras, legumbres además de árboles frutales, esto como parte de la economía familiar y local, estas parcelas necesitan estar cerca de acequias o ríos, puesto que los productos que se siembran necesitan estar en constante riego.
Las huertas están aún presentes en algunos de los barrios y dan sustento a la alimentación familiar de quienes poseen una, debido a que la mayoría de los árboles son de limones, mangos, plátanos, guayabas, guanábanas, papayas y nopales, etc.
El huerto familiar es el punto de partida para el abasto de alimentos, el punto de partida del conocimiento, del desarrollo de los niños y las mujeres para que posteriormente puedan hacer más grandes producciones, el que no puede lo menos, no puede lo más y la tecnificación de la producción agroalimentaria empieza por el huerto familiar.
Empero, no se contempla la permanencia histórica de la relación territorial entre el barrio-el agua y la huerta, si bien señaló Yuridia Guzmán: “Antes era común encontrar en todos los barrios un número importante de huertas, pero con el crecimiento poblacional éstas han desaparecido poco a poco, destinándose el espacio a casa-habitación, sin embargo, algunas familias aún conservan en sus patios la siembra de uno o más árboles frutales como: plátanos, mangos, zapotes, naranjas, limones, guanábana, chico zapote, guayabos, además de árboles huaxes y nopales”.
Debe seguir mejorándose el sistema hidráulico, en virtud de que permite dos cosechas al año, fortalecer las huertas frutales además de las huertas familiares de traspatio; en el caso de Izúcar, ambas son importantes para la sustentabilidad alimentaria.
No obstante, quienes aún conservan sus huertas frutales tienen otras alternativas sustentables. La región sociocultural de Izúcar, ampliamente reconocida por su paisaje cañero y por su modo de vida barrial, conserva tradiciones culinarias como la elaboración de dulces, mermeladas y conservas que se venden durante el año.
Los alimentos preparados dependen aún de la temporada anual, los ciclos festivos y los rituales. Cotidianamente se preparan alimentos caldosos como el chilate, el huaxmole, el aguacero, los frijoles quebrados, entre otros. Algunas familias aún tienen conocimiento de técnicas de conservación de alimentos, como las frutas en almíbar; también trasforman sus semillas en dulces como el jamoncillo, hecho a base de pepita de calabaza, o elaboran pulpa de tamarindo y palanquetas de cacahuate. También se realizan intercambios comerciales con los productos alimenticios que se tienen en exceso, es decir; se venden mangos, aguacates, limones, huaxes, cilantro, hierba santa, epazote, obtenidos de los árboles o plantas de su casa.
Conclusiones
Las huertas y el traspatio en los barrios de Izúcar son parte de su historia, igualmente permisibles para un desarrollo sustentable, como parte de un sistema que integre elementos socioculturales manifestados en la participación social, trabajo en común y solidaridad de la comunidad. El sistema tradicional alimentario, la milpa, huerta y traspatio permiten el autoconsumo, también mantienen el respeto por el entorno natural, aprovechando sus recursos y reduciendo el impacto nocivo. Esto por mencionar sólo algunos de los beneficios integrales y dependientes.
Artículo publicado con el permiso de la Revista Poblanidades