Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
En 1992 se derrumbó el sistema comunista y desapareció la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fruto de una realidad política y económica que hizo crisis y no respondió a las aspiraciones de los pueblos del antiguo imperio ruso y de otros países europeos que formaban parte de lo que se llamó Europa Oriental. El hecho más notorio fue la destrucción del muro de Berlín que marcó el final de una Alemania dividida.
Del comunismo real, el comunismo como sistema de gobierno, únicamente quedaron en el mundo: China, Vietnam, algunos países africanos y Cuba, los cuales, ya sin la tutela de la URSS, han ido paulatinamente modificando su sistema económico.
Sin embargo, se han mantenido presentes en el mundo los movimientos socialistas, sobre todo como una reacción al sistema económico impuesto desde los Estados Unidos y los organismos internacionales a los países del mundo, incluido México.
El neoliberalismo ha generado, desde su aplicación en Chile, durante la dictadura de Pinochet, y en México a partir del gobierno de Carlos Salinas, un proceso de acumulación de capital en pocas manos, el adelgazamiento del Estado hasta convertirlo en un factor marginal de la economía y el crecimiento de la pobreza en el mundo.
Varios países, entre ellos México, han optado por desligarse de este proyecto neoliberal y buscar nuevos caminos para el desarrollo de sus pueblos.
Sin duda, estos nuevos caminos tienen sus riesgos. Uno de ellos es la permanencia en el poder de los gobernantes, como sucede actualmente en Venezuela y en Nicaragua, lo que lleva a esos países a una dictadura de izquierda, sin posibilidades de responder realmente a las demandas de los pueblos.
Fuera de estos casos, la búsqueda de esos nuevos caminos ha mantenido su democracia electoral tal como lo señalan sus respectivas constituciones. Así, Chile, Brasil, Bolivia, Perú, Colombia, entre otros, han respetado la voluntad ciudadana en las urnas electorales.
México no es la excepción. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha reiterado en diferentes ocasiones su respeto al periodo presidencial y su retiro, a partir de 2024, esto sin dejar de señalar su deseo de que el proyecto político por él iniciado se continúe en el siguiente gobierno.
Por esto, resulta más que absurdo afirmar que el gobierno de México es comunista y ateo, que López Obrador quiere continuar en el gobierno estableciendo una dictadura comunista que acabe con la propiedad privada.
Absurdo es resucitar los antiguos argumento que manejaban los grupos anticomunistas que llegaron al grado de asegurar que el Estado comunista secuestraba a los niños, confiscaba todas las propiedades y hasta las herramientas de labranza e impedía cualquiera demostración religiosa.
Sin embargo, en la marcha presuntamente en defensa del Instituto Nacional Electoral se volvieron a escuchar y a leer en las pancartas, estos argumentos para asegurar que México va hacia un sistema comunista.
Los organizadores de esa marcha, desde la extrema derecha empresarial, hasta los dirigentes del PAN, el PRI y el PRD, saben que eso no es verdad; saben muy bien que López Obrador no aspira a ser la cabeza de una dictadura (ni siquiera una “dictadura blanda” como la del PRI en el siglo XX), saben muy bien que el comunismo no guía el proyecto de la Cuarta Transformación, saben muy bien que el gobierno es laico, pero no ateo ni antirreligioso. Pero les conviene revivir el miedo al comunismo para movilizar a la población, sobre todo la menos instruida y a una clase media sin información política.
En las redes sociales se subieron algunos videos de personas que marcharon y pusieron en evidencia esta manipulación orquestada por quienes saben muy bien que México no avanza hacia el comunismo, pero desean recuperar los privilegios perdidos.
Por ejemplo, el ex presidente Vicente Fox declaró durante la marcha que López Obrador quiere reelegirse; aquí sus palabras videograbadas: “…pues que se pierda la democracia, que se pierda la autonomía del INE, que se lo apiñe un solo personaje, que lo tome como un juguete para perpetuarse en el poder”.
Otro manifestante afirmó que marchaba porque López Obrador quiere quitar la credencial del INE y aseguró: “sin el INE no puedo conseguir trabajo, donde quiera te piden esa credencial”.
Y así, miles de manifestantes acudieron por miedo, ese miedo difundido en las redes sociales y que impactó a un sector fácilmente manipulable.
Junto con ex presidentes, líderes “charros”, políticos de oposición, desfilaron ciudadanos con pancartas contra el comunismo, otras que acusaban que de México se están apoderando los comunistas y los masones. Y así, por ese estilo, la manipulación de una clase media que aspira a ser alta. El miedo al comunismo y la desinformación como una manera de movilizar a la gente.