Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
La mejor manera de lograr una derrota es la división, este es un principio en cualquier tipo de confrontación, sea bélica, política o familiar; dividir al adversario es debilitarlo, es destruir su principal defensa: la unidad.
Lo que Izúcar de Matamoros vivió el 8 de octubre pasado durante el Primer Informe de Gobierno de la presidenta municipal, fue un ejemplo de división en el gobierno y en el partido gobernante; frente al gobernador del estado se hizo evidente la división irreconciliable entre dos grupos: por un lado, la presidenta municipal y un sector del cabildo, y por otro, el resto de regidores y regidoras.
Al mejor estilo de la era política prianista, se vigiló a la ciudadanía y se confiscaron las pancartas contrarias al grupo de la presidenta Irene Orea. Fuera de esto, el informe que rindió la alcaldesa transcurrió en calma, hasta el mensaje final. Ahí, inexplicablemente, ella hizo público el problema de la división interna de su gobierno e identificó a quien considera estar detrás del conflicto.
Recalcó en esta parte de su mensaje que “los caciques de antaño no vengan a decirnos qué hacer”. Muchos ciudadanos, ajenos al conflicto que vive el gobierno municipal y su partido, imaginaron se refería a los gobiernos tricolores, pero después, ella misma identificó a “los caciques de antaño”.
Después de identificarse como “una mujer proveniente de la lucha de izquierda”, habló de “caducas estructuras de poder que han impulsado sin éxito una embestida de acciones concertadas desde el machismo y el modelo patriarcal que se resiste a dar un paso a las nuevas formas de hacer política”.
Y aquí es donde echó más leña al fuego de la división; expresó a todos los izucarenses presentes frente a Casa Colorada: “y se lo digo así, señor gobernador, de frente, porque es uno de sus secretarios oriundo de esta tierra el que ha tratado de meterse en la vida municipal y sobre todo en la vida de cabildo, para dar instrucciones y contraponerse al avance de un pueblo que está confiando en su presidenta y en el rumbo que todos queremos alcanzar unidos, plurales, pero todos incluidos en un mismo proyecto en un Izúcar de avance y desarrollo”.
Sus palabras mostraron la raíz del conflicto: una división interna en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Izúcar de Matamoros, pero también abrieron las puertas a la actitud que sus partidarios tomaron durante la respuesta dada al informe por una regidora del grupo contrario.
Difícil fue para la regidora María del Socorro Peña Vega hacerse escuchar frente a los gritos e insultos durante su respuesta al informe de la presidenta municipal, quien disimulaba una sonrisa de satisfacción, donde puntualizó algunas deficiencias del primer año de gobierno de Irene Olea, sobre todo la falta de consulta al Cabildo Municipal en la toma de decisiones y en la rendición de cuentas.
Ante los gritos que interrumpían a cada momento su discurso, ella también perdió la cordura y afirmó que los inspectores habían recibido dinero para ser la porra en contra de ella.
Así, lo que debería ser una sesión pública del Cabildo Municipal donde imperara la cordura y la cultura política, resultó la revelación pública de la división interna, no solo entre sus integrantes, sino en el partido gobernante, un partido que aspira a mantener el gobierno municipal más allá de 2024.
Frente a este espectáculo, el gobernador Miguel Barbosa Huerta llamó a la sensatez y la capacidad de reflexión. “Tenemos que aprender -dijo al hacer uso de la palabra en la sesión de Cabildo- a hacer mucho más políticos, mucho más gente que pueda relacionarse no para satisfacernos entre nosotros, sino para tener mejor relación con los de afuera”.
Y les recordó a ambos grupos: “Aquí no están los adversarios, entre estas dos visiones que hay en el ayuntamiento de Izúcar; no, están afuera”. Añadió en su discurso: “Hay que dar estabilidad al ejercicio del poder municipal”.
Pasada una semana del triste espectáculo de las autoridades municipales, nada ha cambiado; sigue la misma división, los morenistas divididos de manera aparentemente irreconciliable y la oposición frotándose las manos percibiendo que para 2024 el municipio de Izúcar de Matamoros volverá a ser de ellos, que la Cuarta Transformación está agonizando y que a partir de 2024 Izúcar volverá a ser lo que era antes: un feudo priista.
Al calor de la estéril confrontación entre los morenistas, la alcaldesa Irene Olea parece no darse cuenta que en 2024 entregará el poder y sería lamentable que se lo entregará a un priista, después de dos trienios de gobiernos de izquierda; pero un gobierno y un partido dividido le está poniendo en bandeja de plata el municipio de Izúcar al prianismo.
Si esta división continúa el próximo año, cuando los partidos designen a sus candidatos a la presidencia municipal, el desastre en Morena será mayor, porque cada uno de los grupos querrá que el candidato salga de su facción. No debemos sorprendernos de que el grupo perdedor se aliará con otro partido.