**La importancia de los dominicos aún puede percibirse en el patrimonio intangible, por ejemplo, en el ciclo devocional de sus fiestas barriales con los patronos de cada uno y sus respectivas imágenes, además, la gran fiesta patronal de todo el municipio dedicada a Santo Domingo de Guzmán**
Precisar los primeros pasos de la orden de Predicadores en Itzocan (hoy Izúcar de Matamoros) representa un reto ya que las fuentes escritas por los religiosos son parcas en noticias precisas. Indudablemente los primeros sacerdotes en pisar territorio de Itzocan fueron el mercedario fray Bartolomé de Olmedo y el padre Juan Díaz, mientras acompañaban la hueste cortesiana en 1520 en calidad de capellanes castrenses. Uno de ellos debió ser quien administró el primer bautismo sucedido en Itzocan, si seguimos la versión del padre Torquemada quien afirma que en dicho año un jovencísimo gobernante huaquecholteca –impuesto por Hernán Cortés– fue bautizado teniendo como padrino a Pedro de Alvarado.
En medio del caos generado por la guerra de conquista, el cacique de Itzocan había escondido un bulto cuando fue a México y se sospechaba que ahí llevaba imágenes de dioses, pues una década más tarde los tamemes acusaron ante los españoles haber visto “un hato de demonios”. Estamos frente al quinto centenario de la conquista de Itzocan, de la Coatlalpan y el primer bautismo (aunque estratégico como el de los tlaxcaltecas) efectuado en estas tierras. Entre los años 1525 y 1526, los franciscanos debieron tener noticias de lo importante que era Itzocan para la región, debido a su papel fundamental en los circuitos comerciales mesoamericanos y por su estado de sujeción con la Triple Alianza, pero eran pocos frailes rebasados con los territorios que ya evangelizaban.
Arribo de los predicadores
El primer reconocimiento que los frailes dominicos hicieron sobre Izúcar debió suceder en 1529, cuando los religiosos llegados en la segunda barcada emprendieron una estrategia de expansión evangelizadora. Enviados por fray Vicente de Santa María, inmediatamente lograron establecerse en Oaxtepec donde fundaron casa para aprender la lengua y constituir allí un punto de misión. A las pocas semanas fundaron las casas de Chimalhuacán-Chalco y Coyoacán.
Haciendo el camino hacia Oaxaca con el objetivo de fundar allá un convento, la región de Coatlalpan les quedaba en medio. Considerando que aún no existía la ciudad de Puebla de los Ángeles, la vía por Oaxtepec resulta lógica como paso que incluía Itzocan, de modo que los dominicos seguían la ruta indígena que iba del valle de Anáhuac a Huaxayacac (Oaxaca) a través de Xochimilco. Puede suponerse que el trabajo de evangelización en Izúcar comenzó entre 1529 y 1530, y que los primeros bautismos en la localidad ocurrieran por manos de los dominicos ya entrado el año de 1533, cuando existía una presencia relativamente estable de algún religioso.
El primer nombre que tenemos de un religioso en Izúcar es fray Francisco de Mayorga, quien estaba en la población hacia 1533, de modo que ya con certeza puede señalarse dicho año y ese fraile como el arranque del proceso cristianizador en la Coatlalpan. Simultáneamente, la necesidad de contar con sitios intermedios se refleja en la intentona de 1533 por establecerse en Cuauhtinchan, idea que contó con la venia de los franciscanos quienes se mostraron dispuestos a ceder el convento, pero chocó con la oposición de los indios.
Este fracaso debió fortalecer la vía dominica por Itzocan. Entre 1534 y 1537, con la expansión dominica promovida por el obispo fray Julián Garcés y el provincial Betanzos, los frailes consolidaron en Izúcar un punto de expansión, se incrementaron los bautismos y en esa época inició la construcción del convento y el templo, cuyas primeras edificaciones fueron la capilla abierta y las capillas posas; resulta evidente un proceso de catéquesis y la realización de fiestas religiosas. Posteriormente, Mayorga estuvo presente en Izúcar al menos durante el bienio 1541-1543, esta vez mediante asignación dispuesta por el capítulo electivo del 23 de agosto de 1541 que nombró como vicario para esta casa a fray Luis Rengifo. La decisión del capítulo debió operar en razón de que conocía el lugar y se reconoció esa experiencia, misma que le condujo el siguiente año al convento de Oaxaca y además fue testigo en el proceso seguido contra los caciques de Yanhuitlán. ¿Quién era este fray Francisco de Mayorga? Fue uno de los muchos españoles que vinieron después de la conquista pretendiendo obtener las riquezas que en su tierra no podían realizar, pero estando en México decidió ingresar a la orden de Predicadores, recibió el hábito de manos de fray Reginaldo de Morales el cuatro de octubre de 1528. Murió en 1548 con el reconocimiento de sus hermanos de hábito por razón de sus virtudes y buena fama de vida. El dominico evangelizador de Itzocan fue un soldado que dejó de buscar riquezas para convertir indios.
El convento y su fábrica material
Los frailes se instalaron en este sitio e hicieron construir un primer convento fabricado con materiales sencillos y una capilla abierta. Al cabo de ocho años, en 1541, se estableció canónicamente el convento de Santo Domingo en Izúcar, asignando cinco religiosos con fray Luis Rengifo como vicario; entonces se proyectó la construcción de un convento más amplio con materiales duraderos y un gran templo para la numerosa población indígena. Considerando la organización de la orden de Predicadores, entre 1541 y 1661 este convento perteneció a la provincia de Santiago y durante el período 1661 a 1755 formó parte de la provincia de San Miguel y los Santos Ángeles.
La norma de vida para los frailes dominicos exige que los conventos tengan habitaciones especializadas para sus actividades comunes: sala capitular, coro, refectorio, portería, hospedería, biblioteca, cocina, sala profundis, capilla; además, otras de uso individual como las celdas.
Dichas características hacen de los conventos grandes construcciones independientemente del número de frailes que los habiten y pese a que las autoridades dominicas insistieron en que fueran edificios modestos. Esos lugares se acomodaban alrededor de los claustros y se comunicaban mediante pasillos o crujías.
¿Podría señalarse el nombre de alguien como el arquitecto o el diseñador del convento de Santo Domingo en Izúcar? Resulta aventurado adjudicar a una sola mente el diseño de cualquier inmueble religioso de estas dimensiones cuyo proceso constructivo llevó varias décadas; es posible considerar a los factibles principales colaboradores con la traza original sobre la cual se ideó el desplante, que fue modificado y transformado con el correr de los siglos.
El cronista dominico fray Alonso Franco aporta el dato de que fue fray Juan de la Cruz el arquitecto del convento de Izúcar, al igual que de las casas de Coyoacán y Tetela. Hubo una presencia constante de este religioso: estuvo asignado a la casa de Izúcar entre noviembre de 1548 y septiembre de 1550, inmediatamente después estuvo a cargo de la vicaría de Tepapayeca durante el período de 1550-1552. En 1555 regresó a Izúcar en carácter de vicario donde permaneció como tal hasta 1561, cuando el capítulo intermedio celebrado en Teposcolula lo reemplazó por fray Andrés de Moguer para enviarlo a la reciente casa de San Juan Bautista Tetela, sitio en donde estuvo hasta 1564. En 1576 nuevamente estaba al frente de la vicaría de Izúcar, encargo que detentó al menos hasta 1581.
Este religioso tuvo una presencia de aproximadamente catorce años en Izúcar. Reiterando que no puede otorgarse el mérito de la traza a un edificio que llevó décadas en construirse, es importante señalar a dos religiosos más que debieron colaborar notablemente en el diseño del convento; uno de ellos fue fray
Domingo de Aguinaga, asignado en Izúcar en 1547, año que estimo debió reiniciarse la obra después de la crisis demográfica; el otro, fray Francisco Marín a quien se le estimó por arquitecto y constructor de numerosos conventos en la Mixteca. Marín fue asignado a Izúcar en 1552, año que coincide con la inscripción que algunos cronistas izucarenses dicen estaba en el arco del templo.
El impulso que vio el convento izucarense a partir de 1547 está asociado a su importancia económica y punto de enlace comercial, sobre todo a una mejor organización por parte de los frailes, y a una relación más clara con la comunidad, que permitió articular los esfuerzos de la mano de obra indígena hacia la construcción. Un dato que ayuda a comprender su rápido desarrollo material es el hecho de que en 1555 se convirtió en el primer convento fuera de la ciudad de México que alojaba un capítulo provincial, lo que exigía cierta capacidad para albergar por lo menos a casi 12 frailes.
Pintura mural
Los pasillos fueron escenario de las procesiones que los frailes realizaban en sus días de solemnidad y del cotidiano tránsito de un sitio a otro según lo estipulado por sus normas.
El convento de Santo Domingo de Guzmán, perteneciente al poblado de Izúcar, posee una rica y abundante pintura mural, cuyas características expresan diversas etapas de la vida del inmueble y los cambios operados en su vocación, ambos expresados mediante el código de la pintura que buscó transmitir mensajes específicos a quienes accedían a su interior. Es un testimonio importante del patrimonio monumental poblano, en primer lugar, por su carácter particular y único. No hay, en la región sur de Puebla, un convento que tenga la calidad y cantidad de pintura mural que posee el ex convento dominico de Izúcar.
Dentro de los conjuntos conventuales ubicados en el estado de Puebla, se coloca al nivel de Huejotzingo, Cholula y Huatlatlahuca. ¿Cómo interpretar este conjunto pictórico? En primer lugar, el sentido de lectura de la galería que se encuentra en el claustro bajo del convento va de norte a sur y de poniente a oriente, sentido inverso a las manecillas del reloj, iniciando con santo Domingo de Guzmán y concluyendo con san Pío V. Expresa diversos sentidos para la vida dominicana y se estructuró conforme a un plan iconográfico preciso, dividido en cuatro partes generales. En primer lugar, están los padres y fundadores de la orden; después, la rama femenina; siguen los mártires dominicanos que con su sangre dieron vida a la familia religiosa instituida por Domingo de Guzmán y, finalmente, la aportación a la vida y gobierno de la Iglesia. La ubicación de los cuatro grupos se vincula con las áreas del mismo convento.
El fundador y los grandes hacedores de la orden están en el muro adosado a la sala profundis; la rama femenina, con santa Catalina de Siena a la cabeza, pintadas del lado de la hospedería y el refectorio; los mártires, cuya sangre les dio la vida eterna, del lado oriente y colindante a la acequia que tiene siempre agua corriente (el agua como signo bautismal); y finalmente los cardenales y papas procedentes de la orden, ilustrados en la pared correspondiente a la sala capitular, sitio de orden y autoridad. ¿Cuándo se pintaron estos retratos? Considero aventurado lanzar una fecha precisa, sin embargo, la historia misma de la vida conventual en Izúcar, su desarrollo, su papel dentro de la composición de la provincia de Santiago, y después la de San Miguel y los Santos Ángeles, pero atendiendo al programa iconográfico, estimo que la galería fue hecha entre 1655 y 1668. Las bases para esta hipótesis radican en que muchos de los dominicos representados eran venerados conforme a la tradición antigua, y no necesariamente se trataba de religiosos y monjas canonizados conforme a la práctica oficial eclesiástica ya desarrollada al emerger el mundo moderno. Si el templo se consagró en 1612, y poco después se le elevó al rango de priorato, los frailes pudieron dedicar energías a partir de ese año para transformar el convento.
Además, dejó de estar en la nómina de las casas en población de indios y se inscribía entre los prioratos. El empuje mayor lo recibió con la segregación de la provincia de San Miguel, lograda gracias al empecinamiento del criollismo poblano en 1656 y ejecutada en 1661. Este era el momento de celebración criolla que necesitaba resaltar la recepción del cristianismo europeo y la naturaleza americana. Precisamente eso nos conduce a limitar la posibilidad de datación de estas pinturas. En 1668 se realizó la beatificación y en 1671 la canonización de Santa Rosa de Lima, patrona de toda Hispanoamérica y Filipinas. Con la exaltación criolla que esto representó, ¿no estaría ella en la galería de haberse pintado después de 1668? La respuesta es obvia, los frailes no hubiesen dejado pasar la oportunidad, pero no está, porque la galería fue hecha antes.
Así pues, estimo que estas pinturas fueron confeccionadas en el rango aproximado que oscila de 1650 a 1667, aunque fueron retocadas en varias ocasiones. El estado de deterioro de la pintura mural en el claustro alto no permite establecer algún patrón iconográfico o teológico, apenas son parcialmente visibles cinco personajes femeninos, algunos podían identificarse antes del sismo de 2017, como Santa Catalina de Alejandría y Santa Úrsula.
La pintura de las bóvedas es ejemplo de la historia del convento. Se observan elementos que van desde el siglo XVI hasta el XVIII, muestra de los cambios arquitectónicos, los gustos artísticos y la capacidad de pagar a quienes realizaron ese trabajo. La grandiosidad del convento izucarense, se logró gracias a una base económica sólida y el papel del priorato de Izúcar en la prelacía conventual de la provincia poblana. El convento tuvo algunas propiedades en la región; sólo por mencionar una de ellas, las tierras de una “labor de pan llevar” llamada Axochiapan. También legados y donaciones que constan en diversos documentos refuerzan la lectura de que a mediados del siglo XVII contaba con una sólida base material.
La secularización y la presencia de la Inquisición
Hubo dos intentos de secularización hasta que en 1755 se ejecutó la orden real que terminó con la presencia de los dominicos en Izúcar. El primer lance fue con el obispo Diego Romano en 1583, incluso el prelado dividió la jurisdicción, convocó a examen de oposición y eligió candidatos, pero la férrea oposición de los mendicantes echó por tierra sus intenciones. Medio siglo después llegó el intento de Palafox en 1641, pero la habilidad de los dominicos para negociar con el obispo evitó la secularización, de manera que sólo separó la cura de almas por grupo social creando la parroquia de nuestra señora de la Asunción para los españoles. El golpe inevitable llegó en 1755, con la ejecución por parte de Pantaleón Álvarez Abreu de las instrucciones reales para que los mendicantes dejaran los pueblos de indios.
A partir de ese momento, la administración espiritual corrió a cargo de un sacerdote secular designado por el obispo poblano. De aquella época inicial como parroquia secular, data el escudo inquisitorial pintado en el arco que limita la puerta de acceso a la sala De profundis. Esta imagen ha despertado la curiosidad acerca de la presencia en Izúcar del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. ¿Fue el convento dominico sede de la inquisición?, ¿aquí se juzgaba, torturaba y ejecutaba a los prisioneros?, ¿cuándo llegó la Inquisición a Izúcar?, ¿cuándo se pintó ese escudo y quién lo hizo?
Fue en el siglo XVII que la maquinaria inquisitorial encalló en Izúcar, con la designación de un comisario del Santo Oficio de México y un familiar. Las comisarías inquisitoriales se instalaron en las principales ciudades con el objetivo de ejercer un mayor control sobre la población. El comisario era el representante del tribunal y entre sus funciones estaba la lectura de los edictos de fe, realizar la visita de su distrito, así como recibir las denuncias y las declaraciones; armar los expedientes y aprehender al acusado para enviarlo a la ciudad de México. El comisario, podía ser tanto del clero regular como del diocesano, por ello no debe asociarse automáticamente un convento dominico con la presencia de la Inquisición. Una real cédula de 1627 ordenó la asignación de comisarios en las poblaciones cabecera de región de cada diócesis, así como en los puertos. El primer comisario de la Inquisición con residencia en Izúcar, fue el sacerdote Bernardo de la Higuera y Amarilla, nombrado por el tribunal de México en 1622,2 cuando el convento dominicano estaba en plena pujanza; es decir, el Santo Oficio no encargó a los frailes dominicos ejercer funciones inquisitoriales.
El uso de la antigua sala De profundis como oficina del comisario del Santo Oficio debió ocurrir a partir de 1760, cuando el cura de la parroquia de indios era al mismo tiempo comisario de la Inquisición. Para realizar esta actividad, al mismo tiempo que su labor de párroco y juez eclesiástico, el sacerdote Andrés Miguel Pérez de Velasco, habilitó la sala como oficina dando un lugar fijo al notario y al alguacil. Resulta indudable que, en un período tan amplio de más de dos décadas como párroco y comisario, decidió plasmar el escudo del Santo Oficio en el área donde se recibían las denuncias y ocurrían los interrogatorios preventivos. Este personaje detentó todo el poder de los tribunales eclesiásticos en Izúcar. Las actividades inquisitoriales en el edificio que fue alguna vez el convento de Santo Domingo duraron medio siglo, considerando que las Cortes de Cádiz abolieron el Tribunal del Santo Oficio en 1812; fueron 52 años los que la antigua sala de profundis sirvió para los procesos.
*A NUESTROS LECTORES:*
En este número de Enlace Noticias, iniciamos la publicación de artículos y reportajes de la revista “Poblanidades” que edita la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, con autorización del titular de esa dependencia, arquitecto Sergio Vergara Berdejo.
El objetivo es difundir lo más ampliamente posible los artículos que se refieren a la historia, a las costumbres de las comunidades poblanas, principalmente los que conciernen a la región mixteca donde circula nuestro periódico.
Hay un dicho popular que dice: “Nadie ama, lo que no conoce” y nosotros queremos que los habitantes del sur del estado, conozcan y aprecien su historia y sus costumbres para que amen más a la tierra donde han nacido.
Puebla en general es rica en hechos históricos desde la época prehispánica hasta la época actual y no se diga en costumbres, fiestas tradicionales, como la de Santiaguito, que acaba de terminar y la de Santo Domingo, que va a empezar en el templo construido por los sacerdotes católicos dominicos cuya terminación tuvo lugar en el año de 1611, siendo la construcción religiosa, junto con el convento adjunto, más importante de la época colonial en toda la región.
El artículo de hoy, del académico universitario y doctor en Ciencias Sociales, Jesús Joel Peña Espinosa, ilustrará a nuestros lectores, sobre la vida y obra de los dominicos en nuestro Estado.
Agradecemos la deferencia del Secretario de Cultura, por permitirnos la publicación de los interesantes artículos de la revista Poblanidades, que dicha dependencia edita.