El mes de diciembre de hace 205 años, es importante históricamente para la Mixteca poblana, pues en ese mes vivió su etapa más gloriosa en la historia de nuestro país, al unirse a don José María Morelos y Pavón, en la causa por la Independencia Nacional.
A fines de noviembre de 1811, Morelos inició su segunda campaña saliendo de lo que hoy es el Estado de Guerrero, hacia la entonces Intendencia de Puebla. En Tlapa, entonces perteneciente a Puebla, se le unió el cura párroco de ese lugar, don Mariano Tapia, originario de la villa de Chiautla (hoy Chiautla de Tapia) que era la única con guarnición del gobierno realista. Juntos enfrentaron a los realistas que se habían atrincherado en el convento de San Agustín, ubicado en una colina que está precisamente al final de calle principal de la población.
Ahí se trabo una lucha encarnizada entre los realistas atrincherados en el convento de San Agustín y los insurgentes, que en la noche lograron derrotar a los enemigos que huyeron despavoridos sin rumbo fijo. El comandante del contingente español, fue fusilado por órdenes de Morelos y el cura capellán de los españoles, fue nombrado por el propio Siervo de la Nación, capellán de las tropas de la insurgencia.
Fuera de ese enfrentamiento, Morelos marchó sin ningún problema en territorio poblano, en medio de un gran regocijo popular, de repiques de campanas y arcos de triunfo, hasta su entrada a Izúcar, el 4 de diciembre donde también fue recibido con gran júbilo.
Seis días después de su llegada a Izúcar, llegó para unirse a la lucha por la libertad de México, el cura de una parroquia cercana perteneciente al hoy estado de Morelos.
En el camino que conduce de Izúcar a Cuautla, se encuentra la población de Jantetelco, cuya parroquia estaba a cargo de Mariano Matamoros, un cura rebelde, simpatizante desde el primer día, del movimiento libertario encabezado por Hidalgo y gran admirador de Morelos, su continuador.
Había sido detenido por el gobierno virreinal y él había logrado escapar. Después de ser reaprehendido, se le asignó el curato de Jantetelco, pero recibía muchas presiones del gobierno virreinal y de las autoridades eclesiásticas. El esperó hasta la llegada de Morelos a Izúcar donde se entrevistó en el templo de Santo Domingo. Morelos, que era un gran conocedor de los hombres, acertó en ver en él a un gran caudillo y lo nombró de inmediato coronel de su ejército. Lo presentó a sus otros comandantes con quienes participó en numerosas batallas, la primera en Izúcar el 24 de diciembre (entonces no se celebraba la Navidad como ahora) pues ese día llegaron las tropas realistas enviadas desde Puebla, cuyo objetivo era parar a Morelos a fin de que no continuara su marcha hacia la ciudad de Puebla, que sería su próximo objetivo.
En esa batalla los realistas bombardeaban a los insurgentes desde el cerro del Calvario.
Nunca como ese día, las tropas de Morelos lucharon con tanto denuedo, bravura y valor. Sus comandantes eran nada menos que el propio Morelos, Vicente Guerrero, Hermenegildo Galeana, Nicolás Bravo, Juan N. Álvarez, y desde luego Mariano Matamoros, que acababa de llegar.
El jefe de los realistas fue herido de muerte y sus tropas se dispersaron en completo desorden. Al llegar a la Galarza, el herido, grave, fue trasladado a Huaquechula y de ahí San Pedro Cholula, donde murió. En Puebla fue sepultado en la catedral con honores.
Matamoros fue reconocido como un extraordinario militar, con conocimiento, valor y liderazgo.
Fue lugarteniente de Morelos hasta su muerte. Morelos lo consideró siempre como su brazo derecho y Matamoros consideró a Izúcar como su principal centro de operaciones. Aquí formó una brigada de jóvenes mestizos mayores de 18 años, que es considerada por algunos historiadores, como el primer antecedente del Ejército Mexicano, pues los jóvenes fueron uniformados, formados en la disciplina militar y tuvieron su primer encuentro exitoso con tropas recién desembarcadas de España, en los llanos de Tecamachalco.
Es una verdadera lástima que los mexicanos no conozcamos nuestra historia. Izúcar fue considerada ciudad con el agregado a su nombre original, “de Matamoros”, como Chiautla lo es “de Tapia”, en honor de dos grandes héroes mexicanos que lucharon por terminar con la dominación española.
Pocas regiones del país podrían presumir, un comportamiento tan singular en esa lucha, como la Mixteca de Puebla, que en forma unificada dio su apoyo total a los insurgentes desde el principio hasta el final. Su participación para el sostenimiento de los insurgentes en el sitio de Cuautla, fue decisiva. Cuando ese sitio fue roto, campesinos surianos de la entidad poblana, estaban apostados en la zona, para recibir y proteger a los insurgentes.
La historia de la Mixteca poblana está llena de actos heroicos en todas las luchas libertarias de México, pero sin duda en la Independencia, el heroísmo de la población de esta zona, fue tan limpio, tan sincero, tan espontáneo, como en ninguna otra etapa.
Es digno recordar los hechos de hace 205 años. Sería bueno que en todas las escuelas de la región, se dieran a conocer estos acontecimientos entre los niños de primaria y secundaria. La historia regional es básica para la formación del carácter de un pueblo. Los habitantes de la Mixteca poblana, deben conocer su historia, para sentirse orgullosos de sus antepasados comprometidos siempre con su estado, con su región, con su país. Si no hacemos esto, nos comerán los narcos, los secuestradores, los extorsionadores y los asesinos a sueldo, que parecen haberse adueñado del territorio nacional, sin que nadie los pare.