Por: Gabriel Sánchez Andraca / Semana Política
El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), dio a conocer el resultado de una encuesta que dicha dependencia llevó a cabo nacionalmente, para saber el grado de discriminación que existe en cada entidad federativa, y resultó que los tres estados donde se da ese fenómeno son Puebla, Guerrero y Oaxaca; curiosamente los que más población indígena tienen.
En lo personal no estamos de acuerdo con ese resultado que, en el caso de la entidad poblana, solo sirve para alimentar la leyenda negra de los poblanos.
Sí es cierto que hay poblanos discriminadores, pero son los menos, como los hay en todo el país, y no es que exista odio hacia indígenas y gente de otra raza, sino que como decía el maestro Luis Calderón Vega, padre del ex presidente Felipe Calderón, en sus clases de Sociología Mexicana en la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García”: “Lo que ocurre es que quienes se sienten discriminados, están peleados con el jabón y la gente de las ciudades; de clase media para arriba, ya acostumbran el baño diario”.
Este columnista es nativo del estado de Guerrero, donde además de indígenas, hay población negroide de origen africano, más numerosa del país y ha tenido dos gobernadores de esa condición racial.
En Puebla, un campesino de raza mixteca, que en su casa habló su idioma original porque su mamá, nunca aprendió español, se hizo maestro de primaria, fue dirigente de la sección 23 del SNTE y diputado del Congreso local, y uno de sus más cercanos amigos y colaboradores, era indígena totonaco de la sierra norte, y siempre vimos que los maestros a los que comandaban, los trataban con mucho respeto, al igual que ellos.
Sí hay, sobre todo en provincia, actitudes discriminatorias de comerciantes, camioneros, etc. Cuando el general Juan Andrew Almazán, de origen guerrerense, salió con su familia de su natal Olinalá para venir a Puebla, se molestó, así lo dijo en sus memorias, porque al llegar a Chiautla de Tapia, en territorio poblano, escuchó que algunos comerciantes llamaban “indios” a los indígenas, cuando en Guerrero los mestizos utilizamos el diminutivo “inditos”.
En las costas les dicen “totolitos”, que son una especie de palomas de pequeño tamaño que adoptan poses como de humildad y a los negros se les llama “nitos”. Ellos mismos, en la Costa Chica, se dicen “Oye nito” que quiere decir, abreviado, hermanito.
ES DIFÍCIL DETERMINAR EL GRADO REAL DE discriminación que hay en alguna comunidad. Somos un pueblo mestizo en la mayor parte del país; fuimos discriminados durante 300 años por los conquistadores españoles y sometidos a la esclavitud.
El mestizaje fue un fenómeno que tuvo como base la violación de las mujeres indígenas por los conquistadores, que generalmente nunca se hacían cargo del hijo que engendraban. Los mestizos se tuvieron que hacer solos, pues muchas veces eran discriminados por los indígenas y por los gachupines.
Se dieron cuenta de que para sobrevivir y progresar en una sociedad tan cargada de prejuicios como la colonial, tenían que hacer algo, y que la Iglesia Católica no ejercía discriminación abierta contra los que querían hacer carrera eclesiástica.
Y así, los seminarios se llenaron de mestizos y los conventos de monjas, de mestizas, y por eso la Ciudad de México, que tendría unos cien mil habitantes, llegó a tener más de tres mil sacerdotes y cuarenta y cinco conventos de religiosas, entre ellas Sor Juana Inés de la Cruz.
UN GRAN LIBERAL DE LOS TIEMPOS DE DON BENITO JUÁREZ, expresó una vez ante un grupo de amigos: “Estos surianos (así llamaban a los ahora guerrerenses, antes de que se creara ese estado) solo sirven para pelear, solo para eso se unen, pero nada bueno puede esperarse de ellos”.
Los pleitos se daban generalmente entre negros, indígenas y mestizos cuando no había batalla, y podían andar unos días de parranda. Este columnista que admiraba mucho a ese liberal, empezó a dudar de sus cualidades cuando leyó esa anécdota, pero es explicable.
Tengo más de medio siglo de haber llegado a Puebla con la preparatoria terminada en el Colegio del Estado, ahora Universidad Autónoma de Guerrero, puedo decir que además de encontrar aquí entrañables amigos, nunca he visto que alguno de ellos haya discriminado a alguien por su raza o condición social; al contrario, he visto actos de solidaridad y lealtad muchas veces.
Cada entidad de la República tiene características propias, los poblanos tienen comportamientos diferentes a los de los tlaxcaltecas, pese a su cercanía, al de los veracruzanos o al de los oaxaqueños; un día estaba yo en la Facultad de Filosofía y Letras, y vi llegar a un desconocido y pregunté quién era, y la respuesta de mi interlocutor fue: “Es un tabasqueño que dicen que está loco”. Y pensé: no, no está loco, es tabasqueño”.
Me acordé que cuando dejé de ser “pelón” en la escuela de Derecho y ascendí a la categoría de “pachón” hubo una comida en “Los pescaditos”, un gran patio que tenía un estanque con pescaditos en lo que ahora es el “Centro de Convenciones” de San Francisco.
Y estando en un festejo que se ofreció a los pelones, (alumnos de nuevo ingreso), al toparme con un compañero de grupo, me dijo: “Oye Andraca, en primero está otro guerrerense, que está más loco que tú”.