Gabriel Sánchez Andraca / Semana Política
Mientras los priistas y ex priistas y los perredistas y ex perredistas guardan silencio y permanecen inactivos en la entidad poblana, en la vecina Tlaxcala están encabezando junto con agrupaciones cívicas y políticas los trabajos para conformar seis partidos locales.
Los panistas siguen embroncados allá y acá, por la falta de democracia interna. Aquí ya ganaron los que se oponían a que repitiera como dirigente estatal la ahora diputada Genoveva Huerta, perteneciente al grupo morenovallista que controlaba al partido blanquiazul, sin que ninguna de los del grupo del primer gobernador panista de la historia de Puebla, tuviera antecedentes panistas, bueno, ni el mismo gobernador y su esposa, fallecidos en trágico accidente de helicóptero.
Y en Tlaxcala los panistas están impugnando la resolución de aceptar los acuerdos de integración de la Comisión permanente de ese partido, pues consideran que fue ilegal porque se violaron los estatutos al presentar firmas falsificadas de los consejeros para dar el triunfo. Una queja que es frecuente en los procesos internos del partido conservador, cuyos dirigentes nacionales fueron felices hasta el año dos mil, cuando ganó Fox la presidencia, pero a partir de ahí, los panistas de la base, empezaron a “descomponerse”: ya no eran tan obedientes como antes; empezaron a oponerse a resoluciones de su cúpula sobre todo en época de elecciones y empezaron a tener a muchos, pero de veras muchos colados a quienes les importaba muy poco las tradiciones y costumbres que los “padres fundadores de ese partido” habían establecido.
Cuando Vicente Fox dejó el poder, se salió del PAN y casi se volvió priista. Él nunca fue partidario de Felipe Calderón, pero éste le ganó la candidatura, que don Chente quería nada menos que para su mujer, doña Marta, algo totalmente desacostumbrado en la política mexicana y como dentro del PAN hubo opositores fuertes a que dejara como sucesora a su mujer, pues n tuvo más que ceder y ya fuera de la presidencia, mostrarse simpatizante del PRI.
Por más que sus dirigentes locales y nacionales digan que el PAN y los panistas son la verdadera esperanza de México, ese partido no tiene futuro en un país liberal como es el nuestro y que ganó a los conservadores desde el siglo XIX el control del país con un gobierno laico y una educación laica y gratuita y con instituciones bien formadas y eficientes.
La Revolución de 1917 reafirmó los principios liberales del gobierno mexicano con la Constitución de 1917, cuyo aniversario está por celebrarse.
EL FUTURO POLITICO DE PUEBLA SEGUIRA SIENDO diverso: habrá municipios gobernados por Morena, por el PRI y algunos por el PAN y muy pocos por otros partidos. Predominará en el ánimo de la gente más la personalidad de los candidatos, que las ideologías partidistas, además de que los partidos en Puebla y en todo México han perdido identidad ideológica, además de muchas otras cosas.
No se ve que en un futuro próximo se recomponga el ambiente político poblano, pues el problema es que no surgen líderes ni en Puebla-capital, ni en Tehuacán, ni en Texmelucan, ni en Atlixco, ni en Teziutlán, ni en Huauchinango, capaces de encabezar un movimiento que se proponga reinventar a uno de los partidos tradicionales.
Es mucho más probable que surja un movimiento de ese tipo en las filas de Morena, que también anda cascabeleando a que alguien en los partidos tradicionales lo haga. Es solo cosa de observar a los políticos de ahora y compararlos con los que había en épocas del pasado reciente.
Morena tiene a gente de todos los partidos, pues es un Movimiento que debe aspirar a convertirse en partido. Ahí está la clave y es la diferencia.