Nicolás Dávila Peralta / Punto de Vista
Del 12 al 15 de septiembre, el Papa Francisco visitó Hungría y Eslovaquia; en la rueda de prensa concedida a los corresponsales en el vuelo de regreso a Roma, el día 15, abordó dos temas que están en las mesas de discusión no solo de México, sino del mundo.
Dos preguntas que motivaron que Francisco expresara la postura doctrinal en dos temas candentes: el aborto y el matrimonio igualitario.
En ambos temas, el Papa Francisco fue contundente en la postura de la Iglesia, pero también muy claro en la distinción entre la doctrina y el deber pastoral.
El periodista Gerard O’Connell, del American Magazine, abordó el tema del aborto y la postura de algunos obispos estadounidenses de negarle la Comunión al presidente Biden.
El Papa fue muy claro al iniciar así su respuesta:
“El aborto es más que un problema. El aborto es un homicidio. El aborto, sin medias palabras, quien hace un aborto, mata. Tomen ustedes cualquier libro de embriología de los que estudian los estudiantes de la facultad de medicina. En la tercera semana luego de la concepción, muchas veces antes de que la mamá se dé cuenta, todos los órganos ya están allí, todos, también el ADN. ¿No es una persona? Es una vida humana, punto. Esta vida humana debe respetarse. Este principio es así de claro”.
Sin embargo, la segunda parte de su respuesta presentó la otra cara, la cara que no entienden los grupos ProVida y otros grupos e individuos fundamentalistas, la cara del deber pastoral. Habló el Papa Francisco de no condenar, de tener “cercanía y compasión” con quien ha caído, y puntualizó que si no se actúa de este modo y solo se condena, se corre el peligro de transformar el asunto en un tema político y no pastoral.
Por su parte, el periodista Stefan Maria Paci, de Sky Tg24, abordó el tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Igualmente, el pontífice marcó, de entrada, la doctrina de la Iglesia:
“He hablado claramente sobre esto. El matrimonio es un sacramento. La Iglesia no tiene el poder de cambiar los sacramentos tal y como los instituyó el Señor. Son leyes (las de matrimonio igualitario) que intentan ayudar a la situación de muchas personas, de diferente orientación sexual. Y esto es importante, que ayudemos a la gente. Pero sin imponer cosas que, por su naturaleza, no funcionan en la Iglesia”.
En seguida, recordó que él mismo ha declarado su acogida a las personas con preferencias sexuales diferentes, evocó nuevamente el deber pastoral de ayudarlos, de orientarlos, “son nuestros hermanos y hermanas, debemos ayudarlos”.
En ambas respuestas, encontramos a un Papa que distingue con toda claridad lo que la Iglesia Católica debe asumir como parte fundamental de su doctrina y el deber que tiene a ayudar, acompañar, comprender a las personas. Incluso fue muy claro en rechazar aquellas posturas que escudadas con la doctrina convierten estos temas en banderas políticas.
Es claro que las iglesias cristianas, con fundamento en su doctrina, rechacen la legalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, sus posturas forman parte de los principios doctrinales sustentados, como lo aclaró el Papa Francisco, en el respeto a la vida y en el carácter sacramental del matrimonio como unión de un hombre y una mujer.
Sin embargo, fue también muy claro en rechazar las posturas intransigentes que con el pretexto de defender la doctrina convierten su actuar en un movimiento político.
Pongo solo dos ejemplos:
El movimiento ProVida y quienes coinciden con él en posturas intransigentes, no tienen una estrategia pastoral para abrirse a la comprensión y el acompañamiento de tantas mujeres con embarazos no deseados, ni plantean propuestas para evitar los embarazos de menores de edad, para combatir el machismo violador, para contribuir a sacar a tantas familias de la pobreza.
Otro ejemplo es el uso del aborto y de la homosexualidad como argumentos políticos; los llamados a no votar por aquellos candidatos que se presume, muchas veces sin pruebas, que aprobarán el aborto y los matrimonios igualitarios. Esto es usar la religión con fines meramente políticos.
Guste o no a muchos, el Papa Francisco fue muy claro en el planteamiento de la doctrina católica, pero también en el deber pastoral y humanitario que el creyente debe tener con las personas, como deber de amor y solidaridad, y en rechazo al uso político de ambas problemáticas.