Por: José Oscar Padilla Lobato
La reciente visita del Presidente de México Andrés Manuel López Obrador a Washington y en particular a la Casa Blanca para entrevistarse con el Presidente Donald Trump, así como la cena con las elites empresariales deja varias lecturas prospectivas y una suerte de visión metapolítica, en primer lugar la inauguración de una nueva etapa de la relaciones comerciales con la puesta en marcha del T-MEC y el cabildeo del gobierno mexicano auspiciado desde la presidencia y de la SRE, y su titular Marcelo Ebrard Casaubon para postular a Jesús Seade para el puesto de Director de la Organización Mundial del Comercio.
Para algunos analistas y politólogos, en contraparte a lo augurado y presagiado de que dicha reunión se iba convertir en un fracaso diplomático para el gobierno de México y su Presidente AMLO y hasta en un anunciado choque de trenes, fue sin lugar a dudas un éxito pero de carácter transitorio y en el marco de la moderación y mesura con una Agenda Bilateral muy acotada y rasurada que no abordó en forma oficial y más ampliada: el tema Migratorio y el asunto de la construcción del Muro Fronterizo, sin embargo para Donald Trump de USA no representó un éxito diplomático, más bien un éxito político transitorio, que aún está por calcular la rentabilidad electoral si ésta reunión AMLO-DT se traducirá en votos para la reelección del supermartes de Otoño 2020-2024, además si la misma le alcanza para empatarlo con su adversario político Joe Biden, candidato del Partido Demócrata Norteamericano a la Presidencia de USA, mismo que aventaja en las encuestas al candidato Republicano Donald Trump por más de 15 puntos porcentuales; además de que paradógicamente al magnate inmobiliario, han generado más dinero para su campaña.
Sin embargo, con todas las buenas intenciones de las élites para profundizar y actualizar una relación de México con USA no cambia las inercias históricas de los 2 Pueblos, sociedades y culturales, México no ha dejado de ser desde el siglo XIX, un protectorado transfronterizo avasallado por la fuerza del Imperio que lo subyuga y lo somete a “la política del buen vecino” y hasta la doctrina Monroe actualizada del siglo XIX al siglo XXI.
El T-MEC extiende la era neoliberal de México con USA como un país subordinado, dependiente y maquilador, porque se contrastan más en el fondo que en la forma: dos proyectos y visiones de mundo: el proteccionista, caudillista y nacionalista de Donald Trump y el socialdemócrata de AMLO que puja por restauración de un estado de bienestar del siglo XXI.
Sin embargo el T-MEC no es la panacea que abrirá automáticamente las puertas de la prosperidad mexicana, deben renegociarse aún algunas partes claves que consideren seriamente la homologación de las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos con relación a los trabajadores de USA y el Canadá.
Sería muy conveniente que la opinión pública internacional tuviera acceso a las claúsulas ocultas del T-MEC para conocer a fondo su contenido y en aras de la trasparencia informativa. Que los acuerdos secretos entre los gobiernos sean del dominio ciudadano, para evitar interpretaciones erróneas como el tratado Mc Lane- Ocampo signado desde el siglo XIX.
Pero también resulta importante la opinión de la delegación canadiense en torno al T-MEC, aunque no estaría de más no apostar todos los huevos a una sola canasta y que en base a una perspectiva multilateral, México busque consolidar acuerdos comerciales fuera del continente.
Donald Trump ha estado desde inicios de este año en franca campaña presidencial por alcanzar una postulación presidencial hacia un nuevo periodo en el capitolio para el 2020-2024; DT es la contextualización del maquiavelismo corregido y aumentado en este siglo XXI, también el magnate neoyorkino es el alumno más aventajado de Joseph Fouché, quién ha instrumentado un gobierno sustentado en el arte de la censura y mentira para darle un performarse retórico de la verdad aunque ella sea sospechosa, en los mítines de campaña del Partido Republicano posterior a su reunión con AMLO, Donald Trump presentó un discurso que el electorado cautivo del supremacismo blanco quiere escuchar, con su American First ofreciendo la continuidad de la construcción del muro y criminalizando a la migración sureña como la responsable de la propagación del virus del COVID 19 que coloca a USA en los primeros lugares mundiales de la muerte y contagio por la PANDEMIA.
La crisis sanitaria derivada por el Coronavirus podría representar un posible costo electoral para Donald Trump para la elección presidencial de este año, sin embargo de DT todo se puede esperar sobre todo en los escenarios previsibles de la reelección, porque carece de escrúpulos y de principios éticos para el ejercicio del poder haciendo alianzas inimaginables como la de los testigos de Jehová.
Más allá de las visiones fundamentalistas y prejuicios la relación de México con USA no solo es preservar la buena vecindad en los dos lados de la frontera. Sino visualizar el futuro.
Es cierto que en esta reunión bilateral Donald Trump No chamaqueó a AMLO , “más sabe el diablo por viejo que por diablo” en contraste a lo sucedido en el 2016, en la cual la visita de Donald Trump a México fue abiertamente en evento de campaña y de promoción del voto con todo el peso político, misma que obtuviera muy buenos dividendos electorales para la elección presidencial del supermartes del otoño de ese mismo año y que DT utilizó maquiavélicamente al gobierno de México y sus líderes, el Presidente EPN y Luis Videgaray
Si bien y como ecos y repercuciones de la reunión AMLO-TRUMP tuvimos un marco de cooperación y cordialidad y sin registrar enfrentamiento alguno; AMLO puntualizó en su discurso que: ”Los migrantes mexicanos son gente buena y trabajadora que viene a ganarse la vida” refiriéndose y haciendo analogía de las buenas relaciones que tuvieron Benito Juárez con Abraham Lincoln y Lázaro Cárdenas con Franklin D. Roosevelt a lo que Donald Trump reconoció “el aporte para las iglesias y para sociedad de USA que han hecho 36 millones de mexicoamericanos”.
Esta reunión bilateral entre los jefes de estado de México y USA: fue de convergencias por su origen electoral, 2016-2018, pero no debemos de caer en optimismo desmesurado ni echar las campanas al vuelo alimentando falsamente una visión triunfalista, que sin desechar lo avanzado y sin que prevalezca también una visión catastrofista, no debe olvidarse que una golondrina no hace un verano, las diferencias históricas entre México y Estados Unidos prevalecen y prevalecerán.
Por ello y por todo lo anterior, el gobierno mexicano 2018-2024 debe considerar no solo el escenario de la reelección de Donald Trump sino más bien la de un posible triunfo electoral del candidato Demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales de este año en USA.